Mesa de café

Hágase la luz

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Remo Erdosain

Llovizna, pero desde el bar resulta agradable contemplar el paisaje. De todos modos, da la impresión de que los muchachos no andan con ganas de ponderar las bellezas del otoño sino las penumbras de la política.

—Estoy casi sin dormir -me lamento- estuve casi hasta las cuatro de la mañana siguiendo el debate en el Senado.

—Tanto esfuerzo -chicanea José- para que después el señor presidente vete una ley aprobada legítimamente por los representantes del pueblo.

—Lo siento por vos -dice Marcial- pero las boludeces se vetan.

—Si ése es tu nivel de discusión... -cuestiona José- hablemos del partido de Argentina con Haití.

—Hablemos de política -admite Marcial- pero digamos las cosas como son: los peronistas se amontonan porque olieron sangre y no les importa nada con tal de retornar al poder.

—Perdoná Marcial -digo- pero yo no escuché eso en los debates.

—Erdosain... ¡tierna criatura de Dios! -responde Marcial- ¿y vos pensás por ventura que van a decir en voz alta que lo que quieren es que le vaya mal al presidente.

—Si yo no me equivoco -interviene el padre Ramón- así lo expresó el senador Alperovich, dijo que quería que le vaya mal al gobierno.

—Fue una acto fallido padre; el mismo senador Alperovich lo reconoció.

—Tal vez haya sido un acto fallido -admite el cura- pero si bien no queda del todo bien que yo te lo recomiende a Freud, no me dejás otra alternativa: léelo a Freud para saber lo que dice de los actos fallidos.

—No me diga, cura, que ahora usted está con Macri.

—¿Y si lo estuviera qué problemas hay?

—Que va a tener problemas con su jefe, el señor que vive en Roma.

—Vos no tenés la menor idea de cómo funciona la iglesia -responde el cura- pero quédate tranquilo, no estoy con Macri ni tampoco estoy con la señora Cristina.

—Claro, usted está con Dios.

—Por supuesto -responde el cura- no te voy a pedir a vos que entiendas eso, pero para que te quede claro te digo que estoy con mis feligreses; con la gente que en mi capilla no sabe cómo va a pagar la luz o cómo va a pagar el gas o si les va a llegar el agua.

—¿Entonces está con Cristina?

—Seguís sin entender nada: los problemas de mi gente son de ahora y son de siempre. Como se dijera alguna vez, los gobiernos pasan, pero los problemas quedan... yo, querido, no trabajo para la próxima elección y para serte franco, tampoco espero demasiado de los gobiernos.

—A mí, la próxima elección me importa -digo- pero además me importan las consecuencias de lo que se decide con las leyes.

—Y nosotros -dice José- todavía creemos que en una república las leyes importan, y lo creemos a pesar de los vetos.

—Pará la chata -dice Marcial-, porque es hora de que sepas que el veto no es un capricho o el acto de un déspota, sino una decisión autorizada por la Constitución: y en este caso autorizada, porque en el tema de tarifas el Congreso no tiene por qué meterse.

—Si el Congreso es una caja de resonancia de la sociedad -explica José- tiene derecho a meterse, sobre todo en un tema en el que se juegan los servicios básicos de la gente, servicios que yo calificaría de derechos humanos.

—Y dale con los derechos humanos.

—Sí, claro, los derechos humanos; el derecho a la vida, el derecho al agua, el derecho a la luz... ¿te parece tan malo?

—Estás mezclando todo: el derecho a la vida es un derecho absoluto; los otros derechos importan pero no son gratis, hay que pagarlos.

—¿Y si la gente no los puede pagar?

—No seas tan dramático José -digo- en primer lugar, acá está presente el tema de la relación entre las provincias y Buenos Aires; yo presté atención a los dirigentes macristas cuando dijeron que con la ley propuesta por el peronismo se favorece a los porteños y perjudica a la gente del interior; a eso agregale que esta ley, según lo explicaron, nos sale más de 115 mil millones de mangos en este año... ¿y de dónde creen que va a salir la plata para pagarnos ese lujo? Porque es muy fácil ponerse en representante del pueblo y no hacerse cargo de dónde va a salir lo que prometen.

—Esto me hace acordar a mi tío -dice el cura Ramón- que era el tío solterón de la casa, el tío bueno que a los sobrinos nos alentaba todos los caprichos, pero el que después tenía que poner los mangos era mi viejo; y cuando el pobre viejo trataba de explicarnos que ese juguete no lo podía pagar, nosotros decíamos que papá era malo y el tío era bueno, pero el que laburaba era el viejo; el tío lo único que hacía era disfrazarse de Niño Dios regalando juguetes que compraba mi viejo.

—No sé adónde quiere llegar.

—Que ustedes, sobre todo cuando son oposición, se portan como mi tío, prometen porque, total, no tienen que hacerse cargo de sus promesas.

—¿Y no se le ocurre pensar que además de meter advertimos sobre la gente que no está reclamando un autito de juguete sino necesidades básicas?

—Pero entonces digamos las cosas como son -intervengo yo- a nadie se le escapa que a la gente se le está pidiendo un esfuerzo. Pero digan también que uno de cada tres personas dispone de tarifa social.

—Y no jodamos -dice Marcial-, hay gente de mi clase social que se queja de las tarifas cuando lo que pagan por mes es la mitad de un almuerzo en alguno de los restaurantes donde almuerzan o cenan habitualmente. No jodamos.

—Acá lo que hay -insiste José- es una transferencia brutal de los trabajadores y los pobres a los grupos económicos más concentrados... eso es lo que hay... con el agregado en este caso de que los beneficiarios de esa trasferencia son los amigos del presidente.

—Falta envido -dice Marcial y el cura no puede disimular la risa.

—Me tienen harto con ciertos lugares comunes -digo- “Transferencia desde los pobres a los ricos”. Alguna vez esa frase tuvo un sentido, hoy es la excusa para todo, para un fregado y un lavado: el kiosquero de la esquina me cobra el paquete de cigarrillos y no falta el justiciero que diga que hay una transferencia de mi bolsillo al suyo.

—No son macanas lo que digo, es cierto -responde José-. Todos estos momentos desagradables para el pueblo los habríamos evitado si el presidente en vez de agarrársela con nosotros hubiera sido un poquito más exigente con las empresas que imponen estos precios.

—Y ustedes los peronistas, ¿no se van a hacer cargo de nada? Con ustedes, perdimos el autoabastecimiento energético; se dedicaron a regalar la energía para ganar votos fáciles y quedar bien con los más ricos porque los principales beneficiarios de su liberalidad eran los que menos necesitaban de esos beneficios.

—Yo lo que creo -digo- es que con este debate se inició la campaña electoral de 2019. Lo creo sinceramente. Antes de ayer jodían con Maldonado; ayer, con las jubilaciones; hoy con las tarifas, mañana, no sé, joderán con lo que les venga a mano... con el paro general... no nos engañemos... van por todo, iban por todo cuando fueron gobierno y ahora van por todo cuando son oposición... es lo único que saben hacer... es lo único que les gusta hacer...

—No es así. Si así fuera no le habríamos votado las leyes que les permitieron gobernar todo este tiempo. Pero si lo fuera, tenemos derecho como oposición a oponernos... para eso, somos oposición... ustedes son muy democráticos hasta que los empiezan a criticar. Además... todo esto se habría arreglado si hubieran tenido un mínimo de tolerancia, de voluntad acuerdista, y en vez de salir a injuriarnos hubiesen promovido acuerdos y no creer que son dioses omnipotentes.

—Mirá -dice Marcial- que yo sepa, propuestas alternativas hubo: se habló del descuento del IVA, se habló de trasladar Edenor y Edesur, se habló de cuotas... incluso, algunas de esas propuestas coincidían con lo de Urtubey y Schiaretti.

—Grandes traidores -exclama José.

—Y claro... para los peronistas, toda voluntad de acuerdo o entendimiento es traición; la lealtad es incendiar todo.

—Chicanas al margen -digo- el gobierno nacional se acordó de hablar, de negociar a último momento.

—Sí, lo hablaron a último momento, cuando estaban con el agua al cuello... -acusa José.

—En los debates parlamentarios -digo- nunca hay últimos momentos... si hubiesen tenido ganas de arreglar hubieran acordado un minuto antes, pero no, ustedes lo que querían era otra cosa.

—No comparto -concluye José.

“Acá lo que hay, es una transferencia brutal de los trabajadores y los pobres a los grupos económicos más concentrados... eso es lo que hay... con el agregado en este caso de que los beneficiarios son los amigos del presidente”.

“Me tienen harto con ciertos lugares comunes... ‘transferencia desde los pobres a los ricos’. Alguna vez esa frase tuvo un sentido, hoy es la excusa para todo, para un fregado y un lavado”.