Entrevista a Luciano Lutereau

“El psicoanálisis no es una teoría, sino un modo de experiencia”

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“Muchos lectores han dicho que se sienten ‘escuchados’ (con mis textos)”, afirma Lutereau, que colabora asiduamente con este diario. Su nuevo libro aborda diversas problemáticas vinculadas con la paternidad y la maternidad en el siglo XXI.

Foto: Archivo

Por Estanislao Giménez Corte

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A sus 38 años, Luciano Lutereau acumula una carrera académica y una trayectoria como autor muy importantes. Es psicoanalista, doctor en Psicología y doctor en Filosofía por la UBA (donde trabaja como investigador y docente); especialista en Psicología Clínica (UBA) y magíster en Psicoanálisis (UBA). Se desempeña como coordinador de la Licenciatura en Filosofía de Uces y director de la revista de Filosofía y Psicoanálisis Verba Volant. Ha escrito diversos libros, algunos en co-autoría. Los últimos son: “No hay relación sexual. Amor, deseo y goce en psicoanálisis” (2015), “Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina” (2016) y “Edipo y violencia. Por qué los hombres odian a las mujeres” (2017). El Litoral conversó con Luciano a propósito de la salida de su último volumen “Más crianza, menos terapia. Ser padres en el siglo XXI” (Paidós, 2018).

—“Más crianza, menos terapia” ¿es un título que casi puede observarse como paradójico viniendo de un psicoanalista? Más allá de que referencia el título del famoso “Más Platón menos Prozac” ¿puede decirse que el libro cuestiona el lugar asumido de la terapia o la consulta en relación con la infancia o bien, que plantea otros modos de abordar la problemática?

—Sin duda, es parte de una autocrítica también. Creo que los terapeutas muchas veces hemos tomado en tratamiento a niños, sin haber agotado otras opciones antes. En mi práctica pude comprobar que muchos de los padecimientos actuales de los niños pueden elaborarse a través de entrevistas de orientación a padres, ya que no se trata de que los niños padezcan síntomas en sentido estricto, sino de cuestiones de crianza en el mundo que le toca a la familia actual.

—En tus textos (los de este libro y los que publicás en el diario) proponés un abordaje que constantemente se sale de la cita académica y que refiere a los productos de la industria cultural (literatura, cine, música, dichos populares, etc), ¿es un modo de conectar tus teorías con lo que sucede en la experiencia cotidiana? ¿es una forma de enriquecer el texto? ¿es una característica de tu formación?

—A veces, una canción nos puede explicar mucho mejor un concepto que una compleja cita académica. Mi idea, cuando intento divulgar el psicoanálisis (es decir, llevarlo más allá del intercambio entre colegas, sin que pierda su rigor) es mostrarle a los demás que eso que intento transmitir, de alguna manera, ya lo saben. Lo han escuchado en la radio, los emocionó cuando vieron una película. Desde mi punto de vista, el psicoanálisis no es una teoría, sino un modo de experiencia que se comprueba en la vida cotidiana.

—Hay, además, una profusa referencia a tus propias experiencias como padre y a los casos que llegan a tu consulta, ¿reflexionaste en torno del modo de combinar esa experiencia con la formación teórica como un valor agregado de tu trabajo?

—En un artículo para El Litoral, una vez, escribí algo que sólo después pude pensar mejor: mi hijo Joaquín es uno de mis principales maestros en psicoanálisis. No soy la excepción, lo mismo le pasó a Freud con su nieto, a Klein con sus hijos, a Lacan con su nieta, en fin, para mí fue importante en la escritura de este libro no hablar como especialista que dice lo que hay que hacer, ofrece recetas, baja línea, sino exponer cómo muchos de los conflictos de que hablo, los viví como padre ¡y la teoría no me sirvió para nada! Al contrario, tuve que aprender a saber menos, tuve que aprender a aprender de mi hijo.

—¿Podemos decir que en el libro cada tema planteado se inicia con una experiencia (casi en el plano de lo confesional), luego pasa por la teoría, y a posteriori se ilustra con autores propios de la disciplina?

—No fue algo deliberado, pero ésta fue la estructura que tomaron los capítulos. La teoría sólo funciona como un pasaje o, mejor dicho, como una elaboración de lo que nace en la experiencia. Luego, los demás ejemplos sólo vienen para mostrar cómo a veces un conflicto puede vivirse de diferentes maneras.

—Sos Dr. en Psicología y Dr. en Filosofía, amén de otros títulos de grado y posgrado, ¿cómo se combinan o conjugan (o conjugaron) estas formaciones al interior de tu trabajo?

—De la Psicología, y del psicoanálisis en particular, tomo el interés por descubrir las motivaciones inconscientes de la conducta. De la Filosofía, como método, me quedo con la interrogación de lo evidente, creo que no hay nada menos evidente que lo evidente.

—¿Puede explicarse el porqué de tu interés por la infancia de un modo sencillo y sintético?

—La infancia es pensar mucho más que los niños. Recuperar la infancia es retornar a un tipo de experiencia que, a diferencia de la vida de los adultos, no se olvida del juego y la curiosidad. Si los adultos pudiéramos ser un poco más niños, sin ser infantiles, quizá tendríamos menos problemas con el trabajo y el amor.

—Hemos hablado acerca de la excelente circulación y recepción que tienen tus notas en El Litoral, siendo a menudo los textos más leídos, comentados y compartidos de las ediciones; allí trabajás cuestiones como los celos de pareja, los miedos infantiles, los niños tiranos. ¿A qué atribuís el éxito de tus escritos? ¿Qué lectura podés hacer de ello?

—Eso pueden decirlo mejor los lectores, pero lo que han dicho varias veces es que se sienten “escuchados”. Me encantó esta expresión, porque es lo que también hacemos los psicoanalistas en el consultorio: escuchar. Además, disfruto mucho cuando diferentes lectores me escriben para sugerirme temas, proponerme preguntas, en fin, es una gran satisfacción la de sentir que, aunque quizá nunca los vea en persona, puedo acompañarlos en la vida cotidiana.

—Tenés una muy activa agenda de trabajo en docencia, escritura de libros y artículos, seminarios, talleres, etc., ¿cómo organizás tu jornada, cómo es tu método de trabajo, si acaso éste existiera? ¿Cómo es la rutina de un día cualquiera?

—Trabajo muchas horas, es cierto, pero es una de las cosas que más disfruto. Mi agenda es a veces caótica, la verdad, pero creo que pude aprender a jugar con el trabajo en este tiempo. Soy una persona afortunada al poder trabajar de lo que me gusta, estoy agradecido de eso. Quizá otras veces me quedo corto para la vida íntima, el otro día le pregunté a mi hijo que si me acompañaría al trabajo (me refería a dar una clase en la Facultad) y me preguntó: “¿A cuál de todos?”. Confío en que con el tiempo podré encontrar un equilibrio más apropiado.

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