Llegan cartas

El niño por nacer: una promesa, una esperanza

LUIS E. NOCEDA

DNI. 20.625.663 / enfermero [email protected]

Soy enfermero, y el tema instalado del aborto me lleva a pensar en la vida, indefectiblemente. Cuando escucho sobre la posibilidad de recurrir a esa práctica, me pregunto: ¿por qué matar a un ser indefenso? Es irracional e inhumano.

Y me digo entonces: ¿para qué internamos a madres con dificultades en sus embarazos, para conservar y luchar por esa débil vida, que necesita un tiempo más para nacer?; ¿no se tiene en cuenta el dolor de otras madres que deben ser sometidas a un legrado o cesárea de urgencia, porque sus bebés han fallecido en sus vientres? (sobre los que nunca diría que son un “coágulo” o “un conjunto de células”, sino un ser humano, un hijo para esas mujeres). Recuerdo una oportunidad en que una mamá pasó por una situación semejante, y me dijo: “No siento una tumba, sino el cielo”, en alusión a su hijo de 8 meses, muerto en su panza...

También me pregunto: ¿para qué en las neo tratamos de “salvar” esas frágiles vidas hasta que pueda dárseles el alta?... He tenido el honor de sostener a niños de 600 gramos en mi mano: una vida, una persona, así de simple. Puro sentido común.

¿Para qué cuidamos a los jóvenes, para qué las cirugías, el cuidado a los ancianos y discapacitados? ¿Para qué tanto trabajo y preocupación por salvar vidas, si ahora se quiere legalizar la muerte? ¿En qué sociedad estamos que intenta ir por la muerte?, y más específicamente contra la vida humana, de un ser puro e inocente...

Sea como fuere que una mujer haya quedado embarazada -inclusive como consecuencia de una violación o de una aventura-, tiene en su vientre a una inocente vida humana, su hijo/a: una persona, tanto física como jurídicamente hablando.

Tuve la grata experiencia de frecuentar semanalmente un hogar donde vivían adolescentes que habían dado a luz, y fue conmovedor descubrir el amor que demandaban sus hijitos. Amor, no odio, ni rechazo... Recuerdo otro caso de un bebé recién nacido que conocí en el hospital Iturraspe, al lado de su madre de 13 ó 14 años. Luego, de crecido, me reconocía y caminaba hacia mí y me pedía upa. Era muy claro que esa criatura necesitaba amor, y pensé qué bueno era que estuviera vivo..., el mundo era mejor, más bello porque él existía.

Hoy mientras trabajaba (atiendo adultos mayores y ancianos discapacitados), pensaba: dentro de algunos años esos legisladores y activistas que implantan la idea de matar vidas en las panzas pueden llegar a este estado de necesidad, la de tener que ser atendidos para continuar con vida. Y llegada a esa instancia digo: ¿se acordarán de lo que están aprobando y promoviendo: la muerte de niños por nacer?, ¿cómo debería pensar, asimismo, la persona que le toque cuidarlos y atenderlos, en ese estado de indefensión?

Hoy por hoy, por lo visto, piensan que sus vidas valen más que las de los abortados...

¿Vale más la vida de un legislador que quiere autorizar esto y que el país pague el asesinato de futuros hombres y mujeres? ¿No vale la de un niño que es una promesa, una esperanza, para un país tan necesitado como el nuestro?

Sentí que por mi profesión y experiencias, debía expresar mi opinión.

También quiero ser la voz de los que no tienen voz.

Trabajo por la vida. Por eso digo: es pura maldad matar, y con más razón cercenar la vida de inocentes por nacer.