Argentina y una necesidad casi extrema ante Croacia

En el “bolsillo de Rusia”, la Selección busca sus billetes

Juega este jueves en Nizhni Nóvgorod, que tiene la fama de ser el alimento económico del país, a las 21 de Rusia (las 15, hora argentina). Ganar es la clave para ir más tranquilo al último partido. Sampaoli patea peligrosamente el tablero cambiando nombres y esquema. Las dudas del técnico plantean incertidumbres peligrosas.

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Todos listos. El profe Jorge Desio trabajó con 12 posibles titulares, lo que prolonga la única duda de Sampaoli para medirse ante Croacia: Pérez o Meza como socio de Mascherano.

Foto: Télam

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Nizhni Nóvgorod, Rusia)

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Hay un viejo dicho ruso que dice que “San Petersburgo es la cabeza, Moscú el corazón y Nizhni Nóvgorod el bolsillo de Rusia”. Es Moscú, pero en menor escala. Está situada al oeste de este interminable país y alimenta con su economía vasta, basada en la industria del automóvil y también de la tecnología de la comunicación. Los ríos Volga y Oká confluyen en esta ciudad en la que el estadio, por cierto descomunal como la gran mayoría de los estadios de este Mundial, emerge allí, muy cerca y como si fuese un puerto al que hay que llegar.

Y hablando de llegar, ahí estamos los más de 32.000 argentinos —seguramente muchos menos debido a que las entradas escasean y la reventa se ha convertido en un negocio al que no es fácil acceder por los valores descomunales que se manejan— que perseguimos en este país esa ilusión por la que no se hace demasiado en el campo de juego.

Cuando Jorge Sampaoli tomó este equipo, tenía frente a sí el desafío de lograr la clasificación. Todavía uno tiene fresco aquel recuerdo del aburrido partido en el estadio Centenario de Montevideo, en una noche fría, cuando armó una línea de tres que, en realidad, poco tuvo de línea de tres por el retroceso constante de los dos volantes laterales. Esa fórmula no la mantuvo después. Apostó a algo más sencillo desde lo táctico, seguramente con el fin de no entorpecer la disciplina con la que venía jugando este plantel desde tiempos “inmemoriales” pero con la convicción de esperar este último sprint de preparación para llevar adelante su idea.

Esa expectativa se desmorona ante esta realidad. Tuvo 20 ó 25 días para entrenar a un equipo con el fin de que en el primer partido se vea una imagen mucho más fortalecida desde lo colectivo, pero terminamos embarrándonos en el lodo de las dudas que ahora se convierten en peligrosas. ¿Cómo salimos del pantano?, es la pregunta. Porque tenemos un técnico que armó una inútil pareja de volantes centrales para jugar ante un rival al que no había que quitarle la pelota —me refiero a Islandia, obviamente— porque sólo jugaba a esperar, a defenderse y a salir con rapidez de contragolpe.

Hoy, muchos se rasgan las vestiduras hablando de las bondades de Islandia, pero uno trata de escarbar en la profundidad del partido para justificar tamañas frases conceptuosas. Me quedo con la frase de Pumpido, que a El Litoral le dijo que “para Islandia, empatarle a Argentina es como salir campeón del mundo”. Y sí. No hay dudas. Lo festejaron así y jugaron para eso, para empatar y haciendo lo que en el fútbol es lo más sencillo: destruir el juego del rival.

Dos volantes de marca ante un equipo que no tenía la pelota; un defensor (Rojo) al que justificó diciendo que “tiene muy buena salida” y fue el primero en equivocarse cuando lo “encanó” a Caballero y casi nos meten un gol por tener una pésima salida; lateralización excesiva del juego; un Messi al que lo marcaban entre tres o cuatro y no encontraba un socio que se le acercara para intentar la pared corta y la descarga inmediata; delanteros con movilidad escasa y limitada por las circunstancias que imponía un rival metido atrás y achicando espacios en esos 30 ó 40 metros finales de la cancha. Todo esto, que era absolutamente previsible y para lo que Sampaoli tuvo tanto tiempo de preparación, se desmoronó como castillo de naipes en 90 minutos que fueron decepcionantes.

¿Y ahora?, cambios profundos, muy profundos y no sólo de nombres. Línea de tres atrás, cuatro volantes y tres puntas. Biglia y Di María se sacaron solos y Pavón se puso solo. Hasta ahí, todo bien, entendible y lógico. Pero además, Sampaoli prescinde del doble cinco ante un equipo distinto al de Islandia, con mejor manejo de pelota y al que habrá que saber presionar y exigirá un trabajo extra en la recuperación, algo que no tuvimos que padecer ante Islandia porque fue imperceptible el tiempo que el rival manejó el balón.

“El Pupi” Zanetti le decía a El Litoral en la sede de la Conmebol en pleno centro de Moscú, que la importancia de un puesto que se “denigra” muchas veces en el fútbol, como el de marcador de punta, es que pueden abrir la cancha y que el equipo aproveche los 70 metros de ancho del terreno. Además, la sorpresa que adquieren arrancando desde atrás —si es que saben cómo terminar la jugada— permiten agregar un factor de juego que es muy valioso. Salvio y Acuña tendrán esa misión. Y también la obligación del retroceso, algo para lo que el fútbol mismo los ha desligado por sus características ofensivas.

Si de algo no se puede dudar, es que viendo la “mitad del vaso lleno”, Argentina va a tener mucha gente disponible para atacar. Salvio y Acuña son ofensivos, la duda que se plantea con Meza o Enzo Pérez es simbólica, porque ambos también tienen cultura ofensiva; y luego hay que sumar a los tres de arriba. Son seis jugadores que van al frente más Mascherano que empuja. No es poco para un equipo que necesita la victoria, pero desnuda frente a los cambios, las realidades de algunos jugadores y la incertidumbre que genera el técnico, la total carencia de visualización previa que tuvo Sampaoli, quien no se dio cuenta de muchas cosas que ocurrían con sus jugadores y aquel “equipo posible y no el querible” que dijo haber armado con lo que tenía, lo puso en el paredón de las acusaciones. Es un Mundial y no se puede improvisar nada. O en todo caso, lo menos posible, aprovechando al máximo el tiempo previo que sí resulta muy escaso y para todos. Sampaoli, por lo visto, no lo aprovechó y ahí estamos, como Dios nos trajo al mundo.

El pibe de Peñaloza que fue a Boca

Las charlas futboleras en este tipo de circunstancias se hacen más asiduas. Es lo que le comentaba el vicepresidente de Unión, Marcelo Martín, a El Litoral. “Comparto el hotel con varios dirigentes, entre ellos algunos de Boca, y me hablaron muy bien de un pibe de Peñaloza que se llevaron. Dicen que el pibe juega muy bien y que en cualquier momento aparece en el plantel de reserva y hasta en el de Primera”.

El pibe que menciona Marcelo Martín es Brian Sobrero, de 18 años, que tuvo un breve paso por Vélez antes de irse a Boca, club en el que fue probado, quedó y espera la oportunidad de demostrar sus condiciones.

Quizás pueda sorprender el porqué Boca se lleva a un jugador de Peñaloza y no llega a Unión o a Colón. La cuestión es amplia y de debate. Algunas veces puede fallar la falta de detección de algún talento, pero también cuenta la amplia red de “ojeadores” que tienen varios clubes de Buenos Aires distribuidos por todo el país y también el deseo y el camino que toman los propios chicos, que a veces terminan eligiendo irse a otros clubes y no quedarse a jugar en los de Santa Fe. Pero éste es tema de un debate diferente.

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Rodearlo mejor. Messi buscará hacerse dueño del balón y encabezar las ofensivas, pero para eso necesita compañeros que le abran espacios y toquen corto en velocidad. Ésa será la misión principal de Cristian Pavón. Foto: Télam

Ensayo general

No sólo los supuestamente titulares hicieron fútbol con línea de tres sino también los suplentes. El equipo que paró Sampaoli en la segunda parte de la práctica fue con Armani; Fazio, Biglia y Rojo; Ansaldi, Lo Celso, Banega y Di María; Meza, Dybala e Higuaín. En el equipo titular, la duda parece ser Meza o Enzo Pérez en el medio para acompañar a Mascherano en el armado del juego.

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¿Qué le pasa a Messi?

Se dicen muchas cosas de las cuales no hay que hacerse tanto eco. Pero la realidad es que una de las grandes preocupaciones en el ambiente argentino es el ánimo de Messi, al que vieron muy decaído en estos días, transmitiendo sensaciones distintas a las que mostraba a medida que se iba acercando la fecha del Mundial.

Messi se preparó para este torneo como nunca. Si de algo se habla sin discusiones, en la parte previa, es que los jugadores llegan con un trajín tremendo. En Europa no se juegan 27 partidos como hubo en el torneo argentino. O algunos más (¿35, 40?) si sumamos las competencias internacionales. En Europa, la mayoría de los jugadores de elite juegan entre 55 y 60 partidos. Y eso, frente a la exigencia dura de un Mundial, donde se juegan partidos cada cuatro o cinco días y son todas finales, somete a los futbolistas a un estrés y un desgaste muy especial.

En el caso de Messi, hubo una dosificación esta vez. No jugó todos los partidos y en algunos no lo hizo los 90 minutos. Hasta se cuidó de no arriesgar con la selección. Así, por ejemplo, se quedó afuera del choque con España que tantos dolores de cabeza nos costó después de los seis goles que nos comimos.

Messi se fue mal el sábado del estadio de Spartak y se hizo cargo, responsable del empate por el hecho de haber marrado el penal (que no lo pateó bien, está “súper claro”). Volvió a dar esa imagen de hace un par de años en New Jersey, cuando “renunció” para cargarse con la mochila de la responsabilidad y que se desvíe el centro de atención para hablar más de la renuncia de Messi que de una nueva final perdida, algo que parece casi un “crimen” para el exitismo argentino.

Messi se bloqueó después de haber perdido la gran oportunidad con el penal a su favor, de allanar el camino en un partido que se complicaba más de la cuenta, el sábado, y a partir de allí fue uno más, un terrenal que ni siquiera pudo llevar peligro con un par de tiros libres que, en otras circunstancias y con el ánimo allá arriba, quizás iban adentro.

Todos saben lo que es Messi para el grupo, afuera de la cancha, y ni hablar de lo que es adentro. “No puedo ser sicólogo, tengo que ser entrenador”, dijo Sampaoli en alguna oportunidad. Y hoy, todos en su cuerpo técnico lo miran de reojo al “10” para observar sus reacciones, su cara y lo que transmite a sus compañeros. Messi debe estar bien sí o sí. Afuera y adentro de la cancha. Y eso, hoy, parece no ser tan así. Y preocupa.

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Él tiene la llave. Messi sin dudas es el que puede abrir la puerta del triunfo para la Selección. Contra Islandia lo tuvo en un penal, pero falló y luego se nubló por la bronca. La revancha ya llegó.

Foto: Télam