Llegan cartas

Que el sol brille en nuestra 

KARINA CAZZARO

DNI. 21.653.863

Pese a que arriba de nuestras cabezas el cielo más límpido reflejó el potente astro rey con toda su fuerza, el 20 de Junio pasado lució frío y sombrío para Argentina. Decir que de pequeña (y aún hoy) extraño el timbre metálico de la banda del ejército que patrocinaba a mi escuela, y que en cada acto nos regalaba a cientos de niños las más bellas marchas militares mezcladas con canciones infantiles que sonaban majestuosas, seguramente sonará mal en los oídos de algunos; pero no me importa; adoro esa música, el aroma a chocolate caliente que emanaba de los enormes tanques camuflados y el honor de portar la bandera por horas, temblando de frío y de emoción de sentirme parte de un país que era algo más que una silueta calcada de un libro de geografía.

¿Dónde quedó nuestro orgullo, nuestra dignidad de Nación, nuestra necesaria unión de argentinos?

Ojalá que el sol vuelva a brillar con fuerza en nuestra Bandera.

Bandera Mostrando la hilacha

ROBERTO RUBÉN SÁNCHEZ

DNI. 8.634.022

¡Qué mal estamos! Nos llama la atención que los japoneses limpien la basura del estadio, algo que debería ser normal. Claro, nosotros funcionamos exactamente al revés: destruimos lo poco que tenemos. La razón tal vez radica en que los japoneses han pasado por muchas guerras y sufrieron las consecuencias de dos bombas atómicas. Además, en resumidas cuentas, no se puede comparar la mentalidad de los orientales con los occidentales, menos una sociedad que desde niños les enseñan a respetar al prójimo y no hay machistas ni feministas, hay sí un orden social y familiar que respetar, sobre todo a sus mayores.

El otro día escuché a un padre de 40 años que se jactaba de las pillerías de su hijo de 6 años, en la calle y desde dentro del auto diciendo malas palabras a todos y haciendo gestos desagradables con las manos.

Donde vamos queremos llamar la atención, nos las creemos, somos los piolas del mundo... Hay que fijarse en los reportes del Mundial lo que hacemos en Rusia. Somos indefectiblemente insufribles, en el crisol de razas de las que hablaba un gran estadista se coló un germen patógeno que nos destruyó las neuronas a muchos.

Nos encanta mostrar la hilacha y si es en el extranjero mejor.