La increíble y emocionante hinchada argentina

Somos campeones del mundo

Según el embajador, hay 32.000. Quizás sean más. Pero el espectáculo adentro y afuera de la cancha fue lo mejor que se ha visto en este Mundial. Creó un hit que conmueve y que cantan hasta los rusos sólo por el hecho de que se menciona a Messi y a Maradona. Perdimos adentro, pero afuera, la copa es nuestra.

Somos campeones del mundo

Marea celeste y blanca. En cada lugar donde jugó Argentina en Rusia, las calles se vieron invadidas por los colores nacionales y por los cánticos de los hinchas.

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Kazán, Rusia)

[email protected]

“Vamos Argentina

Sabes que yo te quiero

Hoy hay que ganar y ser primero

Esta hinchada loca, dejó todo por la copa

La que tiene a Messi y Maradona

Ponga huevo vaya al frente Argentina

Ponga huevo vaya al frente jugadores

Este año tenemos que dar la vuelta

Nos vinimo’ todo’ a Rusia a ser campeones”.

—Embajador Lagorio, ¿cuántos argentinos vinieron al Mundial?

—Los que hicieron el FanID (documento indispensable para ingresar a los estadios) fueron 32.000.

No sé a esta altura si el embajador tiene la cifra justa y son 32.000 o si, como todos suponemos, se vinieron muchos más. Poco importa también. O sí, porque no sólo estaban llenos los estadios, sino también el Fan Fest de cualquier parte de Rusia en la que los sorprendiera el horario de inicio de los partidos. La marea celeste y blanca nos hacía familiar cada rincón de este país inconmensurable, que asusta por lo grande pero que nos conmueve a cada paso ante ese desborde de tanta pasión futbolera de nuestro pueblo.

La hinchada argentina ganó por afano la copa del mundo. Si hay un premio, gana la final por goleada. Llenó los estadios, las calles, la plaza roja de Moscú, la mezquita de Kazán, cada rincón de la bellísima y singular San Petersburgo. Se movían como podían. Algunos apuntaron a la primera fase y no querían volverse. Otros llegaron para el partido en San Petersburgo pero pensando que, a esa altura, Argentina definía a su favor el primer puesto y debía jugar en Nizhny y Socchi los partidos siguientes de octavos y cuartos, así que hubo que empezar a buscar croatas y dinamarqueses para tratar de colocar las entradas de octavos y ahora a los rusos, que allí jugarán en cuartos. “Yo se las voy a devolver al sistema”, decían algunos. “Pero mirá que te van a pagar lo que pagaste, en cambio de la otra manera podés hacer alguna diferencia”, le contestaban.

En fin. Estos son los detalles secundarios de una aventura y de una demostración de amor a un país que conmovió. La tardecita del partido con Nigeria será inolvidable. Los jugadores no se querían ir del campo de juego. Querían que ese ratito de una mezcla de afecto, festejo y emociones no se termine nunca. Y eso que ellos, los jugadores, fueron siempre muy fríos y lejanos con la gente. Nunca la predisposición para una foto, un autógrafo o un saludo. En cuentagotas. Y con actitudes que debieron ser costumbre y no excepción, como aquella vez que Messi, creo que en Montevideo, observó a un niño que lloraba y le pidió que se acercara, pasando su propia seguridad, para sacarse la foto que deseaba.

Fue aliento y empuje constante esa tardecita en San Petersburgo, sobre todo cuando el equipo empataba y la clasificación se alejaba. Estábamos tan cerca del llanto de emoción como del de tristeza sin igual. ¿Quedarnos afuera en la fase de grupos con Messi?, ¡de ninguna manera! Y la gente hizo estallar corazones y gargantas para empujar al equipo hasta que el gol de Rojo puso rojas las caras de tanto grito, de tanta explosión de júbilo contenido, de tanto desahogo también.

Nos fuimos del Mundial adentro de la cancha, pero nos quedamos afuera. Había que ver a los rusos hacer cola para sacarse fotos con los argentinos. Veían una camiseta celeste y blanca, una bandera, un gorro, una cara pintada, lo que fuere, y enseguida venía el pedido de una foto. Y el nombre Messi, claro. ¿Qué pensarán?, ¿que todos somos Messi?, ¿que todos somos parientes de Messi?, ¿que todos somos amigos de Messi?. ¡Quién sabe! “En mi vida me van a pedir tantas fotos... ¡Me siento un famoso!”, le contaba un santafesino a este periodista cuando lo descubrió en medio de una de las cuatro peatonales que circundan la Plaza Roja. “En mi casa no entienden nada”, rubricaba.

Silbidos para Sampaoli, aliento para el Pipita, silbidos en el 0-3 con Croacia cada vez que tiraban la pelota hacia atrás, aplausos de alto voltaje para Mascherano y una ovación estruendosa cada vez que se nombraba a Messi o que aparecía su imagen a través de las pantallas gigantes ubicadas en esos estadios con formas de platos voladores y de arquitectura impecable que realzan más la brillantez de la organización de este Mundial. Esas eran las reacciones espontáneas que dejaban en claro hacia el lugar al que apuntaban las recriminaciones y agradecimientos eternos.

Muchos valoraron el esfuerzo, otros lloraron desconsoladamente y otros se resignan a seguir transitando esos pasos en Rusia que pretendían hacer detrás de Argentina y que ya no podrá ser. Muchos gastaron los ahorros de años, los esfuerzos y sacrificios para ir juntando los dólares necesarios para una aventura tan exótica como costosa. No se arrepienten. No se deben arrepentir. Ni siquiera uno de los 32.000 (o más) que todavía están dando vueltas por Rusia. La gloria adentro de la cancha no pudo ser, pero afuera, en las tribunas, en el fervor, en el amor por un país y por su camiseta, por Messi y Maradona, por los del 86, por ese himno entonado sólo con el “ohhh, ohhh” que también da vueltas por el mundo como una marca registrada de lo que son capaces los argentinos, en todo eso, Argentina es el campeón del mundo.

“Brasil, decime qué se siente...”, fue el hit de aquel Mundial, hace cuatro años, cuando estuvimos tan cerca de lograr que Messi alcance lo único que le falta. Ahora, el “Vamos Argentina...” causó el mismo furor y fervor. “Sabés que yo te quiero... Esta hinchada loca dejó todo por la copa, la que tiene a Messi y Maradona”. La gente, la que vino, la que llenó los estadios como ninguna, la que demostró al mundo qué es y cómo vivimos el fútbol en nuestro país, es campeona del mundo. Adentro de la cancha lo ganará otro. Afuera, los campeones somos nosotros.