Mirada desde el sur

Pañuelos, pecados y pasados

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Cristina Fernández de Kirchner durante la sesión que trató el aborto en el Senado de la Nación.

Foto: Archivo El Litoral

Raúl Emilio Acosta

Este mes de agosto pone en superficie cuestiones que debían ser tratadas y hechos que, por fin, tenían que entenderse.

Los “pañuelazos” es una denominación, una tipificación de una queja, un hecho y una cuestión que entra en este enfoque. Advierte sobre el tema que necesita ser visualizado. Punto.

Creer que los pañuelazos definían una cuestión legislativa sirvió para activar a la sociedad y está bien, es lícito que tal sea.

Creer que una plaza de pañuelos define el voto en un cuerpo legislativo es no entender el sistema democrático, de los poderes y los tiempos, las representaciones y las necesidades. Los que activaron las plazas de pañuelos sabían que el objetivo estaba más allá de una sesión de una cámara legislativa. Siempre hay algo más.

Los activistas del pañuelo verde sabían que estaban engañando a una generación apresurada que creía y aún cree, pobrecita de ella, que la revolución está en el mañana del griterío, la manifestación y la vigilia en carpas en una plaza. Del engaño a la decepción, al odio, al extremismo y la ceguera hay pasos, grados, escaleras hacia la fatalidad social.

Los activistas del pañuelo celeste, en algunos casos más escondidos pero no menos efectivos, debieron salir a la descubierta y pastores, pastores mediáticos, recitadores del diezmo televisivo, rectores, obispos y laicos consagrados, militantes de todas las confesiones fueron iluminados y su posición retardataria no podrá quitar un hecho. El tema está en superficie. Deberá resolverlo la sociedad. Pronto.

Con estos apresurados y estos retardatarios el “asunto aborto”, que no había existido en la Argentina de “la princesita Cristina”, quedó en superficie de modo definitivo y será parte de las campañas que, desde el 24 de diciembre con la última fotografía necesaria, comenzará el 28 de febrero de 2019 en Santa Fe y el fin de mayo del mismo año en el país.

Algunas palabras sobre los discursos. Buen discurso el de la princesita pero creer que su cambio del “No, jamás” al “Sí, está bien” es por las mujeres/niñas en las plazas suena a cuento, a cuento proselitista pero es una posición y como tal debemos entenderla. Quien no permitió el tratamiento del aborto en su reinado dice que está bueno tratarlo y que debe resolverse a favor (¿?) porque ella siempre estuvo a favor de la vida. Difícil de entender. (Princesita, dejate de embromar... se te iban los votos de la plaza verde y la celeste ya se sabe, vota a Mauricio).

El tema, en las reformas del Código Penal, tendrá una resolución que, se dice, cuida la más absoluta libertad y quita el paroxismo feminista de algo que no se puede negar legalmente: decisión sobre el propio cuerpo. Y cero crimen por eso.

Una cuestión central de la “ética protestante” es el trabajo de la culpa y la división de negocios, actos diarios, conductas sociales y crímenes según los códigos. Weber nunca fue un tonto. Algunos creen que en Argentina la tontería puede echar raíces y algo de razón les cabe.

Un delito no se absuelve

La coima, el cohecho, no es pecado, es delito. La sustancia diferente es que no es con 5 Padrenuestros, 3 Avemarías y una vela a la Virgen que se resuelve. No se resuelve diciendo:”padre pequé... deme el castigo y póngame otra vez en paz con Dios”. Caballeros, damas y niños, es delito, debe tratarse como delito, arrepentirse no es ser perdonado porque la ley no es el dogma y allí está el peligro. Me arrepentí, entregué dinero a un representante, que decía venir en nombre de un representante del pueblo, que aparentemente había elegido a un ministro a quien el pueblo nunca votó (el pueblo no vota ministros ni secretarios de Estado), el pueblo no designa choferes de autos estatales y le di la guita para hacer una obra con sobreprecios para asegurarme ser el ganador... Cheee. Déjense de embromar.

Dos para bailar el tango. Coimero y coimeador. Dos para el delito. No es pecado. Es delito.

Sí. Ya se. Asusta que la mayoría de las empresas y los empresarios tengan un pariente, un gerente, alguien de peso específico en los negocios de la firma y que fue partícipe necesario de un delito. No de un pecado, se insiste, de un delito. Asusta pero así son las cosas.

“Nunca enciendas un fuego que no sepas cómo apagar...”. El fueguito de los delitos de cohecho abre una ancha avenida donde nadie sabe quién anduvo, qué cámara lo fotografió y qué balance no pudo ocultarlo.

El mensaje es “discepoliano”. El mundo fue y será una porquería. Lo mismo un burro que un gran profesor. Todo es igual. Nada es mejor. Discépolo trabajaba con los absolutos. Nada. Siempre. Más claro. Sembramos antipolítica y eso recogeremos. Para los que no saben nada de “política” la miseria es un número, un porcentual.

El pasado más visible condena a la Argentina a una situación que se avizora y de la que debe salir (debemos) si se quiere un futuro algo, un poco, medianamente diferente, La inflación en 2018 será, como mínimo, del 35% (Melconian, un amigo de la Casa Rosada en su momento, lo estimó en esa cifra la semana anterior en Santa Fe) y ese número es parte del balance del 2018. La recesión, la falta de perspectivas pone a la memoria sin espoleta. Se activó la granada. Del 55/56 del 66, del 76, del 88/89... siguen las firmas.

Rodrigazos, Plan Austral, Dolarización, Default. Somos sobrevivientes. Tenemos un pecho lleno de medallas conseguidas por los desquicios económicos. Cuentan quienes escucharon al muchacho armenio que estuvo y no está con Mauricio, sostener que, pese a todo, lo votaría otra vez. Es muy probable que así sea. Eso no quiere decir que ganará otra vez. Tal vez sí... Indica que no hay nada mejor en perspectiva. Otro hombre de los números, tan optimista como Melconian, el ex ministro y ex diputado Daniel Germano dice, semana a semana: se puede salir, pero no con este equipo, no me postulo, pero deben ser otros los que entiendan que una tasa del 45% en un papel es un desastre en la economía real. Aceptación de la devaluación y un plan. Es eso. Es duro pero no difícil.

El pasado le juega en contra a mi país, Argentina. Mi provincia, Santa Fe. Estamos enfermándonos de coyuntura.

Este diario cumplió 100 años. Es un día, pero cuánto fue necesario para ubicar esa cifra en el almanaque. Fue necesario eso... 100 años. Con los países es lo mismo. Como la educación según Pestalozzi “paso a paso y acabadamente...”.

Ni un pañuelazo define, ni un delito puede absolverse como pecado, ni un pasado puede convertirse en determinismo, fatalidad y suicidio. Eso dicen los ejemplos del mundo. Ojalá estemos en este mundo. Somos tan raros.

El mensaje es “discepoliano”. El mundo fue y será una porquería. Lo mismo un burro que un gran profesor. Todo es igual. Nada es mejor. Discépolo trabajaba con los absolutos. Nada. Siempre. Más claro. Sembramos antipolítica y eso recogeremos. Para los que no saben nada de “política” la miseria es un número, un porcentual.