Llegan cartas

Escuela Industrial: sin clases

LUIS LORÉFICE

DNI 13.676.864

Años atrás, al finalizar séptimo grado, mi hijo, ansioso y entusiasta, me consultó acerca de la posibilidad de concurrir a una escuela “con mucha matemática”, “que priorice el conocimiento científico”, tal cual sus inexpertas pero sorprendentes maduras palabras. Automáticamente vino a mi mente la escuela en la que tantos amigos míos habían cursado el secundario y de la cual se sentían orgullosos y con un gran sentido de pertenencia aún hasta el día de hoy: la Escuela Industrial Superior. Le advertí que era un establecimiento exigente, con un examen de ingreso complejo y riguroso, que debía cursar 6 años en vez de 5 como lo harían sus ex compañeros de primaria, pero que las referencias eran muy buenas. “Ahí quiero ir”, me respondió con extraña determinación para un niño de 12 años.

En la actualidad, he perdido la cuenta de los días de clases no dictados entre paros y ausencias de profesores. Sólo quiero manifestar que tengo presente semanas en las que no se han dictado cuatro días de clases, otras tantas, tres, en muchísimas ocasiones, dos. Ahora, absorto, verifico que la decisión de ausentarse de los profesores es... indefinida...

Me pregunto, mientras estos profesores transitan su vida cotidiana, ¿qué sentirán?... ¿incomodidad al suponer que algún alumno podría estar observándolos mientras deberían estar junto a ellos?, ¿o simplemente nada? Siguen mis preguntas: ¿con qué autoridad moral pueden estos señores evaluar a sus alumnos? ¿Qué ejemplo de responsabilidad, educación y cumplimiento del deber, esenciales para esta tarea, están transmitiendo?

Creo entender, según la Ley Nacional, que existe un derecho a la educación independientemente del derecho de protesta, que debe resguardar el proceso de enseñanza/aprendizaje. Son épocas inquietantes sin duda, y personalmente adhiero y me solidarizo con demandas genuinas y coherentes, como seguramente es este caso, pero ¿supone la protesta semejante actitud, desdén por el trabajo, falta de solidaridad con nuestros estudiantes?

Tengo amigos profesores universitarios -yo mismo he dictado clases en ocasiones- con magros sueldos, con voz y derecho a protesta. En ningún caso sus vidas dependen de ese sueldo, es más, conozco excelentes profesionales que gratamente enseñarían gratuitamente en la facultad y, si me permiten la exageración, hasta pagarían por ello, pues van más allá de un salario, buscan antecedentes, prestigio, acrecentar su currículum y estar en continua actualización de conocimiento, junto a la inagotable energía y creatividad de los jóvenes, todo muy loable.

No justifica esto no luchar por sus derechos, pero sí merecería una reflexión acerca de las acciones de protesta. Me parece excelente la defensa de la educación pública, pero se supone que Uds. son individuos que han tenido la gracia de ser instruidos por sobre la media social, de haber podido acceder a un nivel cultural e intelectual de privilegio. Actúen en consecuencia.

Además, hace un tiempo acudí a la escuela para realizar un trámite, recorrí las pizarras que exponen las noticias (los transparentes de mi época) esperando encontrar información sobre cursos, solicitud de becas, apoyo educativo, organización de viajes didácticos... En su lugar había una pegatina de afiches tales como “todos a la marcha...”, “asamblea en recuerdo de...”, “la lucha continúa”, etc., nada relacionado con lo pedagógico, con el conocimiento, en definitiva, con el futuro. Me detuve en uno que decía “defendamos la escuela pública”, y pensé en las políticas de Estado que atentan contra ella, pero también pensé en los que atentan estando dentro de ella.