Llegan cartas

Santa Fe-Paraná, Paraná-Santa Fe 

PABLO GIGLIOTTI

DNI 6.200.584

Previo a la construcción del túnel subfluvial Santa Fe-Paraná que se inauguró en el año 1969, el traslado de pasajeros hacia la vecina orilla y viceversa se hacía por medio de lancha llamada La Sarita, desde el Dique 1 de nuestro Puerto hacia el puerto de Paraná, recorriendo toda la costa, entre islas y arroyos. Era un verdadero placer ese viaje.

Por otro lado el transporte automotor, sean camiones, colectivos o automóviles, se hacía en dos tramos. El primero desde Colastiné Sur, donde había un servicio de balsa (llamada Maroma) que realizaba el trayecto tirada por una cadena hasta la isla Berduc. A unos pocos kilómetros, estaba el apostadero de la balsa para el cruce del río Paraná hacia la vecina orilla.

Lógicamente que con el paso del tiempo, el túnel trajo el progreso, realizando el trayecto vía Ruta 168. El apostadero de la Maroma dejó de funcionar. Actualmente se utiliza el servicio de la balsa desde la isla Berduc a Paraná, para los camiones que transportan combustibles, pues no está permitido circular por el túnel por seguridad.

Ser parte vital de la Argentina

KARINA CAZZARO

DNI. 21.653.863

Cuando por gracia o destino nos toca en suerte el enseñar algo, todas las preguntas posibles sobre ese tema puntual pasan inconscientemente por nuestra mente. ¿Cómo?, ¿cuándo?, ¿quién?, ¿qué?, ¿por qué? y el consabido ¿para qué? son los primeros en desfilar con fundamentos y moños vistosos y brillantes que argumentan una respuesta certera; pero el ¿cuál? nos puede pillar de sorpresa.

¿Cuál elegiría Ud. profe?, es la peor pregunta que puede alguien hacernos, porque sabemos que optar ante un auditorio curioso siempre nos hace vulnerables, y que nuestra elección, sea ésta cual fuere, siempre va a herir a quien no se reconozca en ella.

En ese momento, esos ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿quién?, ¿qué?, ¿por qué? y ¿para qué? abandonan al tema del día y se roban nuestra respiración y pulso.

Muy pocos lo notarán, alguien clavará su vista en nuestros ojos a sabiendas de que no podremos mentirle, y nuestro diplomático “Elegiría a todos” resonará horrible y hueco entre las cuatro paredes de esa aula; pero entre risas o reproches burlones, somos conscientes de que alguien leyó nuestra real respuesta.

Tal vez sea imprescindible hoy que un ‘Elegiría a todos’ resuene fuerte en la Argentina, para que, aunque piadosamente mentido, todos volvamos a sentir que somos parte vital de ella.