“Locos de contento”

La sonrisa como una mueca

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Marta Defeis logra los desbordes necesarios para esa mujer con ansias de escalar en una sociedad que la repele y Sergio Cangiano es ideal para dibujar ese hombre cansado de la rutina. Foto: Gentileza producción

 

Roberto Schneider

En los años ‘50 la clase media argentina tenía empleadas domésticas con uniforme, casas con teléfonos blancos y adornos caducos. Un maestro era clase media, lo mismo que un empleado bancario. Por eso, las madres se desvivían porque sus hijas conocieran al mejor candidato para casarse. En los ‘70, eran de clase media un taxista o un carnicero. En los ‘90, la meta mayor era el viaje a Miami y volver con varios televisores. Con el paso del tiempo, en nuestro país y con las consecuentes crisis económicas el paisaje sobre quiénes integran esa clase social se ha desdibujado notoriamente y nadie sabe a ciencia cierta dónde está parado. Más hoy, en estos tiempos de estampidas de la divisa norteamericana, cuando las aspiraciones por comprar moneda verde se desvanecen.

Es en 1991, cuando Jacobo Langsner estrena “Locos de contento”, que se presentó ahora en la Sala Mayor del Centro Cultural Provincial en una versión dirigida por Alberto Clementín. El autor nacido en Rumania y radicado luego en Uruguay y posteriormente en la Argentina es el creador de la mítica “Esperando la carroza”, la obra teatral llevada al cine con un éxito que permanece en la memoria emotiva y en la carcajada (si es que tiene memoria) de todas las clases sociales de nuestro país. En el transcurso de su trama, el autor cuenta las diversas alternativas de una pareja, Claudia y Román, atravesada por la crisis económica. Ambos esperan la llegada de su amigo Manucho, quien los visitará en compañía de un senador nacional que solucionaría la vida del hombre de la casa, encerrado como está por falta de un trabajo, mientras pasa su tiempo mirando películas pornográficas con nulo resultado en su propia genitalidad. En el afuera de la escena, hace travesuras el hijo de la pareja, que también dialoga con el portero del edificio que habita la familia.

Clementín maneja con habilidad el tiempo necesario para esta comedia con mucho de grotesco. Su trabajo se basa en la excelencia de sus dos protagonistas: Marta Defeis llena la escena con su presencia y logra los desbordes necesarios para esa mujer con ansias de escalar en una sociedad que la repele. Su personaje prefiere más guardar las formas que hacer frente a la circunstancia dolorosa que atraviesa la pareja y en tal sentido la actriz logra el disparate necesario. Sergio Cangiano es el actor ideal para dibujar ese hombre cansado de una rutina que lo agobia. Tiene una fuerte presencia y disfruta el género en el que se siente seguro. Son adecuados el vestuario y la ambientación de Osvaldo Pettinari y son correctas las luces de Nicolás Sánchez.

“Locos de contento” ofrece la posibilidad de que los espectadores disfruten un buen momento. Aunque no aparezca en el programa de mano el autor de la adaptación, algunos parlamentos se han actualizado: la acción transcurre claramente en Santa Fe porque se alude a la EPE, aunque se hable de comprar carnaza (palabra que para los porteños que van a una carnicería es sinónimo de pulpa). En la totalidad subyace el doloroso dibujo de cómo la crisis económica altera la calidad de vida de algunos individuos, su salud física y mental y sus vínculos amorosos. En el dolor, a veces se dibujan las sonrisas.