DIANA MAFFÍA

“Ya no hay manera de obviar la irrupción del feminismo”

El lugar de la provincia en materia de políticas de género, la complejidad que involucra alcanzar realmente la igualdad salarial propuesta por el Ejecutivo nacional en un proyecto de ley, y la irrupción del feminismo, en el año en que el aborto llegó al debate público, en esta charla con El Litoral.

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“Como intelectual soy crítica y como activista del feminismo soy optimista y proactiva”, se define Maffía.

Foto: Luis Cetraro.

 

Nancy Balza

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Las visitas de Diana Maffía, doctora en Filosofía, docente e investigadora, a la provincia nunca pasan inadvertidas, al menos para quienes conocen su trayectoria, su militancia en temas de feminismo y la claridad de sus definiciones. Esta vez estuvo en la ciudad el viernes, para participar, por la mañana de un encuentro en Demos, en el marco del Plan de Igualdad de Oportunidades y Derechos (Piod) de la Subsecretaría de Políticas de Género. Por la tarde, en el mismo contexto, protagonizó una charla-debate sobre “Políticas de igualdad hacia las mujeres. Desafíos para los contextos actuales”, en la sede de la Asociación Dirigentes de Empresa.

Maffía, fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología y de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía, ya había estado una semana atrás en territorio santafesino para presentar, junto con la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva Érica Hynes, y la socióloga e investigadora Dora Barrancos, el programa estratégico destinado a abordar la situación de las mujeres en las áreas de esa cartera.

El viernes, entre un encuentro y otro, aceptó dialogar con El Litoral.

—Venís a hablar sobre políticas de igualdad. ¿En qué lugar estamos con respecto a esas políticas? ¿Cuánto nos falta para llegar a esa igualdad?

—Si pensamos en el país, creo que Santa Fe tiene -en muchos sentidos- un lugar muy importante. Es la única provincia que tiene un Plan de Igualdad, el resto son planes municipales. Pensar a nivel provincial es pensar para un espacio de mucha diversidad, y el plan hace cinco años tuvo en cuenta eso. Estuvo precedido de reuniones participativas en las distintas regiones, para evaluar cuáles eran las cuestiones de género relevantes en cada lugar: urbano, rural, pueblos originarios, diversidad sexual. Sobre todos estos temas se prestó más atención, son temas de feminidades subalternizadas en relación con una presunta feminidad abstracta de las mujeres blancas y urbanas. Santa Fe tiene también una posición privilegiada en cuanto a la representatividad de las mujeres, porque los ministerios están distribuidos de manera igualitaria, y esas ministras tienen, a veces, una trayectoria política previa feminista y socialista, a veces con una perspectiva de género muy importante en sus trabajos anteriores.

Para Maffía, esa impronta se siente en la gestión “por el modo de irradiar a otras áreas públicas y para pensar que la gestión de género es mucho más que políticas de atención de violencia, que hay que hacerlo todo el tiempo y es quizás el problema más grave y más distribuido en toda la población”. “En ese sentido, Santa Fe tiene recursos distribuidos en el territorio de la provincia. Entonces, creo que en muchos sentidos, e ideológicamente y de manera práctica hay una incidencia de la paridad en todas las políticas públicas importantes”.

La investigadora destacó también la política de salud y la fabricación local de medicamentos “que es algo que hemos deseado en el país y que intenté hacer en la ciudad de Buenos Aires pero no fue posible; el poder de los laboratorios es brutal. Y además por la producción de misoprostol que permite que la política pública en términos de atención de aborto no tenga ninguna dificultad de insumos, que es siempre como un segundo veto. En política, no nombrar personal, no tener espacios de atención y no tener insumos son los mecanismos básicos de cualquier restricción cuando no hay voluntad. Aquí hay presupuesto, hay insumos y hay voluntad política”.

Por todo esto, “si tengo que comparar con el resto del país creo que es una situación con muchísimas ventajas. También pienso que desde esa situación de ventaja surgen nuevas demandas”.

—No tiene ley de paridad Santa Fe.

—No tiene ley de paridad, que tiene media sanción. Pero aún con esa media sanción creo que hay un problema intrínseco dentro de los partidos políticos y dentro -incluso- de las estructuras ministeriales, muy difíciles de romper, lo que tiene que ver con las culturas institucionales. Entonces, aun cuando demos paridad no se trata de contar cuerpos en los espacios de representación. Se trata de que estén representadas las necesidades, las prioridades, los intereses y los puntos de vista. Las instituciones tienden a preservar sus mecanismos de poder. Los partidos políticos lo han hecho con el cupo: ¿cuáles son las mujeres que van a ocupar los espacios del cupo en ciertos partidos conservadores? Son las que no pongan en riesgo los poderes instituidos que son patriarcales y de líderes varones. Entonces, conseguir liderazgos que cuenten en términos de representación es algo que vamos construyendo lentamente, y hay partidos más flexibles y otros más inflexibles en cuanto a esta participación.

—¿Qué pensás del proyecto de ley que impulsa el Ejecutivo nacional en el Congreso para la equidad salarial y el acceso laboral de mujeres.

—Me parece que hay un voluntarismo puesto en este tipo de leyes, porque se le pide a las empresas privadas lo que no se hace desde el Estado. La paridad salarial no se cumple desde las propias estructuras de diseño del Estado, que tiene parámetros distintos para los cargos, a veces, en la misma institución. Entonces, si no resolviste el problema público, no tenés una manera única de establecer jerarquías y salarios apropiados. Luego, hay otro tipo de barreras que tienen que ver, por ejemplo, con la carencia de políticas públicas de cuidado. No es que las mujeres elegimos trabajos de menos tiempo o de menor responsabilidad porque no nos queremos arriesgar, sino porque es la manera de equilibrar lo público y lo privado, la manera de no renunciar a una familia para tener un empleo estatal o un empleo profesional jerarquizado. Además, las empresas no son el único lugar donde queremos estar; queremos estar en otros tipos de lugares donde nuestro trabajo sea valorado. Y luego, no todo el trabajo de las mujeres es un trabajo asalariado y valorado: el trabajo doméstico y de cuidado no está valorado ni asalariado, ni hay una política pública que nos permita desprendernos de algunas de esas obligaciones, sino todo lo contrario: a medida que hay problemas económicos se va retrocediendo en la responsabilidad pública, por ejemplo, con respecto a discapacitados, ancianos y enfermos. Y ese retroceso del Estado debe resolverse en lo doméstico, con lo que se feminiza y privatiza lo que en realidad es una responsabilidad pública, y no todo el mundo tiene acceso al mercado para resolverlo tercerizando esa tarea. Entonces, considero que son enunciaciones que pueden tener un valor simbólico, pero que quien tiene que dar el puntapié inicial para la paridad es el Estado resolviendo todas estas complejidades.

—En la muñeca llevás atado el pañuelo verde. Este fue un año de irrupción del feminismo y de los temas de género en la agenda pública, incluido el debate por el aborto. ¿Ves el vaso medio lleno o medio vacío?

—Gramsci decía que hay que tener pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad, y yo sigo esa línea. Como intelectual soy crítica, pero como activista del feminismo soy totalmente proactiva y optimista. Hay que hacerlo, porque son muchos los cambios que producir. Creo también que hubo una irrupción del movimiento feminista a la vista de quienes aún eran más renuentes a reconocerlo. No hubo manera de obviar esa participación; no hubo manera de ignorar lo que significó más de un millón de mujeres en la calle con el debate legislativo (sobre el aborto) en Diputados, y dos millones cuando fue en el Senado. Entonces sí, creo que estamos en un momento de visibilidad mucho más grande. Pero en mi caso, que tengo más de tres décadas activando en el feminismo, fue sorprendente llegar a la plaza, y esto viene creciendo desde la marcha Ni Una Menos, que sobre todo se proponía el reclamo por los femicidios y fue incorporando otras demandas como la laboral. La huelga nacional de mujeres en octubre y el 8 de marzo fue una expresión de que no podemos sufrir ningún tipo de explotación y de desigualdad.

—También son formas de violencia.

—Son otras violencias que tienen que ver con desigualdades estructurales, materiales, básicas de la distribución de recursos que inciden en otras como, por ejemplo, la mayor vulnerabilidad a la violencia: no están desprendidas unas de otras. Entonces, no se trata sólo de tener agentes de reclamos de la violencia o recursos para atender sus resultados, se trata de evitar que haya situaciones de vulnerabilidad tales que las mujeres sean sistemáticamente víctimas de violencia. Lo mismo ocurre con los travesticidios y transfemicidios: el último Encuentro Nacional de Mujeres se solidarizó e hizo el reclamo con respecto a estos crímenes, que también tienen que ver con la vulnerabilidad social.

Esa visibilidad mostró una ampliación muy grande en términos de feminismos populares y de ampliación de edades con mujeres muy jóvenes y adolescentes, que se han saltado en algunos casos una o dos generaciones y han hablado con sus abuelas acerca de abortos que éstas nunca habían contado, como tampoco lo habían contado madres o tías que sentían vergüenza, humillación y la sensación de que era un drama personal. Bueno, no es personal, es político; no es privado, es público; no es de las mujeres, es una deuda del Estado. Y revertir este valor es un ejercicio del feminismo que nos ubica en una posición distinta para la próxima demanda. Recordemos que el pañuelo verde surgió en Santa Fe, en Rosario, en la marcha de mujeres, como también la construcción de la campaña por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Así que debemos a la provincia estar en el germen de estas iniciativas. Usar el pañuelo verde es, en la actualidad, la marca de una demanda y también una marca que nos señala como objeto de agresión. Y, bueno, correremos el riesgo porque hay cosas que cambiar en la sociedad y seguiremos tratando de hacer ese cambio.

DEFENSORA DE GÉNERO

Desde hace un mes, Diana Maffía se convirtió en la defensora de Género de Perfil. “Fue una iniciativa que ellos me ofrecieron y que no existía en ningún otro medio del país ni había habido”. Salvo, recuerda, el ejemplo de Clara Fontana, periodista y amiga de Maffía, en la revista Luna hacia el año 2000. La tarea de la filósofa y académica está centrada en la edición escrita de sábados y domingos de ese diario, donde ya publicó sus participaciones en las audiencias públicas sobre legalización del aborto, en Diputados y Senadores. “El diario me ofrece hacer algo sistemático, lo cual implica que pone de su parte la disposición a cambiar sesgos de género negativos y lo que vi es que los cambios se produjeron”, dijo a El Litoral.

“Soy docente desde hace 37 años y mi idea es pedagógica. Se trata de ofrecer otra mirada y que se pueda ver que el lenguaje arrastra muchos polizones de poder, muchos polizones semánticos que son también ideológicos. Entonces, se trata de invitar a esa otra mirada. Es el estilo que elegí, porque para mí el feminismo no es una cuestión hormonal, es política y entonces invito a esa mirada política”.