Peisadillas

En la Francia: “Bo Bo”. Acá, “¿somos bobos?”

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ILUSTRACIÓN: LUCAS CEJAS

Carlos Mario Peisojovich (el Peiso)

Soñé con la Francia de principios de los años 70, donde se había puesto de moda un término que había nacido en los años terminales del siglo diecinueve y con el que algunos de los franceses designaban, con sutil sarcasmo, a otros franceses -los bourgeois bohemian (bohemios burgueses)- como “Bobós”. Ellos eran intelectuales liberales, bohemios con gustos sofisticados, que criticaban la modernidad pero se adaptaban con egoísta individualidad; su idealismo se caía a pedazos ante el advenimiento de la sociedad materialista y moderna. La versión yanqui de este subproducto de la sociedad consumista fueron los yuppies, hippies de la primera hora devenidos en empresarios exitosos que corrían con sus trajes Armani y zapatos John Lobb a apostar y perder los nervios en Wall Street. Nosotros no somos como los otros, oh, no... Los franceses deliberaban sus pensamientos en las terrazas de cafés, intercambiaban poemas, comparaban realidades, lloraban amores y festejaban conquistas. El mundo giraba hacia la izquierda mientras el dinero salía de la derecha, o hacia la derecha, según del lado en que se mire. En la gaucha argenta, se les decía “sobacos ilustrados”, ellos se sentaban en plazas con el “Best Seller” bajo el brazo; siempre iban acompañados de otros “intelectualoides/as”, ellos estaban en la cresta de la ola, porque quedaban “bien”, porque ser “progre”, era ser “bien”, no “bienudo”, que eran los otros. Mientras en Francia ellos eran gauche divine (izquierda divina), en la divina tierra gaucha estábamos bajo la derecha inhumana. En la joven marea humana de esos años, también estaban aquellos que se peinaban al ras, con el pelo hacia el costado y bien engominado, mayormente con Glostora, otros con Lord Cheseline, correctos al andar, de modales finos y finas mujeres a su lado, se movilizaban en alargados autos deportivos o coupes último modelo, solían pasear su ilustradas sonrisas y brillosos cabellos en los lugares de moda, cafés; boites y “cabarotos”, ellos eran los “pitucos”.

Las Peisadillas tienen esa cosa que tienen los sueños, donde todo tiene que ver con todo, y nada es lo que parece, y lo que parece no es, y lo que es no se parece a nada. La radio, como lo he confesado en alguna Peisadilla, es mi compañera nocturna, ella suena a toda hora, es mi canción de cuna, me arrulla con su metálica voz y me desinforma uniformemente con la distorsionada voz de la realidad que se mete en mi sueño. Noticias de hoy, de ayer y de mañana son una maraña de tela de araña enredada en mi onírica placidez mental suspendida por el fino hilo que une al sueño de la realidad.

Ella, la madre, Hebe, que a veces muchos piensan que el pañuelo debería llevarlo en la boca, por más que la imagen sea terriblemente hiriente en susceptibilidades, no deja de atacar verbalmente a cualquiera que se ponga del lado que la incomoda, le tocó a Grabois, lo tildó de “pitukito”. Hebe en la mitología Griega era hija de Zeus, acá en la “argentológica grieta” a ella la tildan de “vieja hija de p...”. La argentinidad al palo y a la bolsa, las cosas se miden de un lado o del orto, no es un error ortográfico; después de todo, el presidente parece que es más presidente de Boca que de los argentinos, hace semanas que no habla de otra cosa, aprovecha cada situación o protocolo para hablar de fútbol, se reúne con las altas esferas del poder internacional y hace analogías futboleras, se reúne en el gabinete y gasta a sus congéneres por los resultados futbolísticos, visita una fábrica o una escuela o lo que fuere, y larga el pelotazo ¿en contra? Así pasa la semana, con el dólar dormido y en baja, lo más importante de la realidad argentina pasa por el Boca-River, desempolvando viejas leyendas e historias; jugadores, periodistas, políticos y hasta médicos que aconsejan qué hacer ante tal evento que suscita el interés único y total, fueron desfilando por todos los medios. El gato se sabe que es enemigo natural de las aves, quienes tienen a un felino como mascota saben que una de las mayores ofrendas que puede hacer un gato es llevarle la caza del día, generalmente ratones, lagartijas o aves. Nadie puede escapar a la indiscreta cámara del celular. El Macriting sabe qué decir para desviar o poner el foco en otro lugar. Se refirió sobre Gallardo de “culón”. No todo es suerte, o tener tarro, o ganar de orto, también hay que poner huevos.

Con esta Peisadilla no me voy a hacer millonario, como tampoco soñé a pedir de Boca. La Argentina será testigo otra vez de una de las grietas deportivas más populares. Más histérica que histórica.

Si estás de un lado o del otro, tómalo con calma y cuídate el bobo.

Nosotros no somos como los otros, oh, no... Los franceses deliberaban sus pensamientos en las terrazas de cafés, intercambiaban poemas, comparaban realidades, lloraban amores y festejaban conquistas.

El mundo giraba hacia la izquierda mientras el dinero salía de la derecha, o hacia la derecha, según del lado en que se mire. En la gaucha argenta se les decía “sobacos ilustrados”, ellos se sentaban en plazas con el “Best Seller” bajo el brazo.