Tribuna de política internacional

G20 y después

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Los miembros del G20 en Buenos Aires deberán abordar los nuevos desafíos que estarán signados por la reubicación de los Estados Unidos frente al avance económico de China.

Foto: XINHUA

Por Néstor Vittori

A la sociedad argentina le cuesta entender los profundos cambios que se han producido en el mundo a partir de la crisis de la economía soviética y el fin de la Guerra Fría -en la última década del siglo veinte- y el principio de la reconfiguración del poder y la economía mundial en los primeros años del siglo XXI.

Acaso, la reunión del G20 en Buenos Aires en estos días comience a esbozar los nuevos desafíos que habrá que afrontar en los próximos años, donde no hay duda que estarán signados por la reubicación de los Estados Unidos frente al avance económico de la economía china, que ya ha demostrado su intención de coronarse como la primera potencia económica mundial.

Estados Unidos, campeón del libre mercado, de la empresa privada y la propiedad privada de los medios de producción, que promovió fuertemente la integración del comercio mundial a nivel multilateral, generando reglas de juego que han conducido al mundo a la globalización del comercio y las finanzas, finalmente se encuentra en una situación de debilidad frente a la competencia que han desarrollado las economías emergentes como la China, la India y los restantes países del sudeste asiático, sobre todo en las áreas más modernas de la tecnología, con su punto más alto en la inteligencia artificial y sus desarrollos consecuentes.

Ante estos desafíos, el gobierno de Donald Trump ha planteado la recuperación del terreno perdido, cerrándose en medidas proteccionistas, que colocan a la economía americana detrás del nuevo paradigma representado por el slogan: “América primero”, a partir del cual ha comenzado a aplicar barreras arancelarias a las importaciones chinas y de otros países, que tienen costos inferiores a los costos americanos, a consecuencia de lo cual se ha incrementado notablemente el desbalance comercial, generando un fuerte déficit en el comercio exterior americano, que sumado a su abultada deuda externa de casi 20 billones de dólares y a su también abultado déficit fiscal, han revertido de manera significativa su privilegiada situación de acreedor mundial, con la que emergió de la Segunda Gran Guerra y que posibilitó, en la aplicación de sus recursos, la rápida recuperación de los países que vieron sus territorios involucrados en la contienda y que habían quedado en ruinas después de 1945.

La magnanimidad americana en la posguerra, tratando de evitar una nueva Gran Depresión, posibilitó la reconstrucción de Alemania, Francia, Inglaterra y Japón, lo cual propició el desarrollo de las instituciones del comercio multilateral, que se impondría en el mundo.

El fantasma que caracterizó ese período, fue luego del 45 la hipótesis de una nueva gran guerra protagonizada por americanos y rusos, en la disputa del poder mundial.

Pero ambas potencias, respetaron en el período subsiguiente los acuerdos celebrados en el reparto de áreas de influencia, y lo que caracterizó los siguientes 25 o 30 años fue la denominada Guerra Fría, que más que una guerra de fricciones fue una guerra de amenazas, vinculadas al recíproco temor de la guerra atómica, que sin duda predominó como amenaza de destrucción total.

Si bien la carrera armamentistas no se detuvo en ambas potencias, no es menos cierto que la paz fría posibilitó la aplicación de importantes recursos económicos al desarrollo, generando un ciclo largo de prosperidad mundial, que empezó a encontrar sus límites por el lado capitalista en la imposibilidad por parte de Estados Unidos de sostener la relación oro dólar a la que se había comprometido en los acuerdos de Bretton Woods, donde el dólar se transformó en la moneda mundial de resguardo. En 1973 Estados Unidos abandonó el compromiso, dejando su moneda en libre flotación y replanteando las relaciones económicas y financieras con el mundo.

También por ese período comenzó a evidenciarse la pérdida de vitalidad de la economía soviética, que había crecido notablemente desde el fin de la guerra, pero que no pudo superar en su dirección centralizada y gestión estatal, los beneficios de la evolución tecnológica y creativa de la economía de mercado, quedando aprisionada en los viejos paradigmas de la industrialización del acero, del carbón, y de procesos comprendidos en la industria pesada, en los cuales los gobiernos de Stalin, luego de Kruschev y posteriormente Brezhnev invirtieron enormes recursos, a costa de la libertad y evolución económica de sus pueblos, condenados a un opaco igualitarismo, cuyo contraste con occidente pudo visualizarse con la revolución de las comunicaciones.

El año 1991,con la implosión de la economía soviética y el desmembramiento de la URSS, generó un estado de situación totalmente nuevo, donde desaparecieron los condicionantes de la Guerra Fría, la competencia entre el sistema capitalista y el sistema comunista. Fue menester comenzar a barajar y dar de nuevo en las relaciones mundiales, porque a partir de ese momento todos los jugadores jugarían al mismo juego, que es el capitalismo globalizado, con gran cantidad de jugadores transnacionales.

Las economías nacionales, superadas y puestas a prueba por las necesidades de las empresas transnacionales, sin duda han tenido que adaptarse al nuevo fenómeno, y algunas lo hicieron con beneficio para su crecimiento, como el caso de China y los “Tigres Asiáticos” que convirtieron su mano de obra barata en una fenomenal ventaja competitiva, atrayendo inversiones y radicaciones de empresas que redujeron o abandonaron su localización occidental.

Este fenómeno, sumado al fuerte desarrollo educativo de sus poblaciones, con especializaciones en ingenierías y una intensa inversión en las tecnologías virtuales, les ha brindado una competitividad que sin duda acorrala a Occidente, en particular a Estados Unidos. Para hacerles frente, Trump, ha optado por el proteccionismo y la guerra comercial a partir de su condición de ser todavía el gran comprador del mundo.

Si el comercio multilateral fue el gran motor de la expansión y prosperidad mundial desde el fin de la Segunda Guerra, la llegada del proteccionismo implica su contracción y el inicio de un período recesivo para la economía mundial, con el agravante del reemplazo del trabajo en buena medida por la informática, la robótica y la automatización.

Esta reunión del G 20 (los países que representan las 20 economías que producen el 80 % de PBI mundial), sin duda, a través de su agenda, refleja la intención de comenzar a buscar acuerdos que ayuden a resolver los desequilibrios y las inequidades del actual comercio mundial, para tratar de generar reglas de juego multilaterales que posibiliten escapar del flagelo destructor del proteccionismo y el nacionalismo, principales causantes de las peores catástrofes bélicas de la humanidad.

La magnanimidad americana en la posguerra, tratando de evitar una nueva Gran Depresión, posibilitó la reconstrucción de Alemania, Francia, Inglaterra y Japón, lo cual propició el desarrollo de las instituciones del comercio multilateral, que se impondría en el mundo.