Un espectáculo único

La Dolfina, otra vez campeón

Con su victoria ante Las Monjitas por 17 a 12, La Dolfina se coronó en el 125º Campeonato Abierto Argentino de polo, el sexto consecutivo del certamen más trascendente del mundo. Sobresalieron los 12 goles de Adolfo Cambiaso en La Dolfina y los 10 de Guillermo Caset (h) en Las Monjitas.

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Adelante. La Dolfina confirmó su supremacía y, bajo el enorme goleo de Adolfo Cambiaso, se llevó su sexto título consecutivo en Palermo.

Foto: Gentileza Clarín

 

César Román

(Especial para El Litoral)

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El polo argentino. No hay más que un modo de nombrarlo y todo lo demás es su adjetivo. Primacía mundial; su historial, pleno de gratos recuerdos, donde alternan las hazañas deportivas con apellidos que dejaron huella, enriqueciendo su trayectoria con jalones y etapas inolvidables que lo proyectaron a niveles de indiscutible privilegio como líder absoluto en esta disciplina deportiva.

La creciente difusión en medios gráficos y audiovisuales en la última década, la dedicación, empeño y profesionalismo de los jugadores puestos al servicio de obtener la excelencia en el juego, unida al amor por sus petisos en procura de una constante superación, muestran a las claras la particular hegemonía que a nivel mundial ostentamos y que nos enorgullece a la hora de efectuar un balance según pasan los años...

El Abierto de Palermo, ese poderoso imán que atrae a los polistas en actividad, ese volcán que se pone en ebullición, cuando al llegar a fin de año derrama ese maravilloso estímulo sobre las más de 14.000 personas que asisten a ese evento, preparándose durante los meses anteriores en torneos nacionales —Tortugas y Hurlingham— e internacionales como Estados Unidos, Inglaterra y Soto Grande (España) no es otro que la decantación de un cuidadoso y esmerado trabajo que alcanza el punto máximo de calidad cuando los diez conjuntos más poderosos del planeta se presentan en la Catedral del Polo, para derramar en sus dos canchas —La Victoria y Los Héroes— la genialidad, fogosidad y virtuosismo de su juego, conformando uno de los máximos hitos deportivos que el hombre ha logrado alcanzar.

Visitantes extranjeros de todas las latitudes confluyen a Palermo para disfrutar de ese espectáculo, en el que se conjuga la habilidad y destreza de los mejores polistas del mundo que son indefectiblemente... nuestros, junto a la docilidad, fortaleza y prestancia de sus petisos, tan codiciados y mejor cotizados en el mundo entero.

Desde chico, cuando comencé a ir al polo de la mano de mi padre, me sentí inmediatamente atraído por esa extraña mezcla de fuerza, velocidad, destreza, audacia y precisión que rodean a todas y cada una de las acciones de estos centauros; considero es la más acertada definición respecto a lo que sienten todos los que se acercan al polo por vez primera.

Quien esté familiarizado con este espectáculo, sabrá que lo que manifiesto no posee un ápice de exageración. Quien no haya pisado Palermo, puede llegar a pensar que es pura fantasía. Afirmo que, de todos los deportes que conozco, después de haber estado en canchas, pistas y estadios de distintos lugares, no he encontrado nada tan singular como este acontecimiento, al cual aguardo año tras año con el mismo, pero renovado entusiasmo de la primera vez y además en la certeza de saber que esa secreta esperanza de ver lo mejor, va a ser dignamente retribuida y compensada.

Tenemos la plena seguridad que fuimos y vamos a ver a los mejores. Imposible no recordar a los Cavanagh, los Alberdi, los Duggan, los Menditeguy y Alex Garrahan, para desembocar finalmente en la generación actual con la increíble sutileza y efectividad de Adolfito Cambiaso, conduciendo a La Dolfina junto a Pablo Mac Donough, David Stirling y Juan M. Nero, conformando el equipo más valioso de los últimos diez años. El perfecto accionar de Ellerstina, el equipo de los hermanos Pieres, la sorprendente evolución de Hilario Ulloa y Guillermito Caset en Las Monjitas.

Es entonces que, al igual que todo deporte practicado por los mejores especialistas, el polo se transforma —de acuerdo a lo manifestado— en un espectáculo único e irresistible, sólo tal vez comparable a la emoción que se puede llegar a experimentar al presenciar los juegos olímpicos, máxima expresión deportiva mundial.

Si usted ha estado en Palermo entonces, si ha vivido esto, si pudo apreciarlo como una atracción singular, simple esparcimiento, o como un deporte para espíritus especiales, congratúlese de vivir aquí, en Argentina. Cada minuto de lo que usted presenció, fue irrepetible y se verá sólo en ese lugar y en ese momento...

El partido

Ahora sí; vamos a la final. Uno que viene cargado de gloria: reconocido en la presencia, presente en el recuerdo, inolvidable en la nostalgia... La Dolfina con sus cuatro fantásticos: Adolfo Cambiaso, David Stirling, Pablo Mac Donough y Juan M. Nero y su handicap perfecto, 40 goles frente a la “cenicienta” del torneo, entrando “pidiendo permiso” en esta finalísima al derrotar a Ellerstina 12 a 10: Las Monjitas, con un promedio de 30 años de edad de sus cuatro integrantes: Facundo Sola 9, Hilario Ulloa 10, Guillermo Caset 10 y Santiago Toccalino 8. Total 37 goles de handicap.

Luego de transcurridos los dos primeros chukkers, que fueron jugados a ritmo de vértigo, una extraña sensación de apatía y desinterés nos despertó el seguimiento del partido de referencia a numerosos cronistas que de distintos medios presenciábamos lo que estaba ocurriendo en el campo de juego; en efecto, parecía que La Dolfina, de la mano de su as de espadas, Adolfito Cambiaso, hubiera cambiado el rumbo y más exactamente el desarrollo del encuentro, para transformarlo en una apática y anodina disputa no digna de un apasionante encuentro como fue lo que imaginó en la conciencia colectiva de las más de 15.000 personas que lo presenciaban.

Para intentar definir lo que ocurría, no fue otra cosa que justificar el excepcional despliegue y efectivo juego de equipo que tuvo La Dolfina para volcar en su favor y a lo largo de los últimos seis chukkers su total supremacía. El accionar de Hilario Ulloa no estuvo a la altura de las circunstancias y nunca desarrolló el potencial de sus 10 goles de valorización, al igual que Facundo Sola, un dubitativo e inexpresivo número 1 que no impuso en su condición de atacante el necesario incentivo tan necesario para plasmar en goles su actuación.

La Dolfina se encargó entonces de poner las cosas en su lugar. Merced a un sobrio y magnífico juego de equipo y fiel a su experiencia e historial, fue acumulando goles que lo transformaron vencedor por 17 a 12, con la siguiente progresión: 2-3, 3-6, 6-6, 9-6, 11-8, 14-9, 15-10, 17-12.

Un párrafo aparte para la excelente organización de la Asociación Argentina de Polo y sus nuevas autoridades al comando de Eduardito Novillo Astrada y sus jóvenes 45 años: la lluvia cae... la hierba crece, se pone verde y empieza la vida otra vez.