Peisadillas

Poco importa llorar, pero no reír, es horrible

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Chaplin, un experto en el arte de la risa. Foto: Archivo El Litoral

Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)

Soñé con ululares sirenas, de alarmas alarmistas y alarmantes, pero de armas y de presos nada... de enfermos terminales, de hospitales inundados o de autos incendiados... nada. En el tórrido y caluroso verano de mañanas bochornosas, siestas agobiantes y anocheceres ardorosos, mis sueños auto renombrados Peisadillas, huelgan de noticias, vacacionan, holgazanean, pues mis sueños, señores/as, sépanlo, se encuentran en Stand By, o sea, se desencuentran con la realidad. Ajeno al tumulto marplatense, yo me río de la plata, y como plata no tengo, con mis sueños me entretengo.

El título de esta Peisadilla fue la readaptación de una reconocida y lograda frase del escritor Francés Víctor Hugo, y pertenece a “Los Miserables”, parte del párrafo original es: “Poco importa morir, pero no vivir es horrible”; vivir sin gracia, sin humor, sin sueños risueños, es no vivir.

Muchas veces menciono o he mencionado o me han escuchado y/o visto, que suelo repetir casi desde hace 60 años los mismos chistes, o las mismas salidas o los mismos giros idiomáticos, eso es una marca registrada de mi peisonalísima personalidad, la usé en radio desde los comienzos, los seguí en los primeros pasos en la “Tele” (no sólo en este continente) y trato de graficarlo cada sábado para ustedes. Cuando escribí el artículo “Mesaterapia” de hace ya dos sábados atrás, les contaba que mis amigos me los siguen festejando, a veces, por no decir siempre, cuando me pongo con mi hijo a escribir, él es algo así como mi lazarillo en la oscuridad informática, él constantemente me dice “ese chiste ya lo dijiste”, “esa frase ya la escribiste”; “es muy radial”; “no tiene nada que ver con lo que escribimos”; “la gracia está en cómo se dice, no en cómo se escribe”; a su vez, como es mi productor en C&D por “Tele Peisadilla”, me riñe, al borde de un ataque de nervios, exasperado y fuera de sí, vertiendo sobre mi acotada persona epítetos irreproducibles, no por lo que dice, sino porque lo hace con señas y gesticulaciones, yo hago que no lo veo en el piso del estudio refunfuñando y haciéndome todo tipo de señales dignas de un mimo, que hasta Marcel Marceau se revolvería silenciosamente en su tumba ante tantos y numerosos recursos gestuales; y yo disfruto mórbidamente, la risa es mi remedio, y si bien yo moriría de la risa, prefiero vivir riendo.

“La risa remedio infalible” era un apartado de la revista mensual de bolsillo del “Reader’s Digest”, la mencionada revista tenía como costumbre pagar un par de dólares para aquellos que por correo les enviasen sus chistes, relatos graciosos y humoradas, todo muy Naif, ya que tenía una censura previa no explícita, que implícitamente evitaba que se metieran con las barbas, o patillas, del Tío Sam. Mi abuelo Rogelio era un apasionado de las comedias de situación, cinéfilo empedernido y hasta obsesivo, no se perdía ningún estreno y era un fervoroso entusiasta de las reposiciones de películas de antaño. También adoraba la radio a galena y el “Selecciones”, donde buscaba como primera lectura el apartado de “la risa remedio...”, su semblante era “Chaplinesco”, y más tarde devino en “Marxista”, pero de Groucho. Su buen humor era contagioso, aunque no era un hombre de risa fácil, era un hombre de sonrisa eterna. Él era uruguayo, pero amaba su tierra adoptiva, el mate era como un apéndice de su cuerpo, era la continuación de su brazo, y como buen uruguayo, el mate era de su propiedad, era “su” mate, no era un mate de ronda y para compartir, era su egoísta costumbre. Disfrutaba y comentaba el humor político de FLAX, que salía diariamente en las jodidas décadas del 40 al 70, y que con valentía publicaba en su página dos el Diario “El Litoral”. Era un agnóstico de la política, y como tal, dejó que cada uno cultivara sus ideas e ideales sin meterse más allá de la mirada reprobatoria cuando él creía que se pasaban los límites de la decencia y el respeto por el otro.

La infalibilidad de la risa como remedio de nuestras almas y atribulados espíritus está comprobada científicamente. La risa transforma, contagia, estimula y nos lleva a un estado de complacencia y hermandad como ninguna otra función fisiológica. La risa y más precisamente la carcajada, libera de nuestros cuerpos la energía negativa, libera endorfinas que alivian el dolor, disminuyen el insomnio, previenen infartos, reduce la presión arterial, refuerza el sistema inmunológico, y lo más importante, nos hace felices, y como si fuera poco,cuando uno recuerda esos instantes de alegría, nos vuelven a hacer reír. La risa tiene pago retroactivo, y no tiene vencimiento.

Aumenta todo, aumenta el calor, aumenta la humedad, aumentan los servicios, los alimentos y el mal humor. Ya habrá tiempos peores..., en estos días, el ahora es mejor que el mañana, y si no te alcanza, reíte...

Es AHORRA o nunca.