Llegan Cartas
Llegan Cartas
Pasos del Maratón Santa Fe - Coronda
MARIO ENRIQUE DÍAZ
Largada:
Imponente la Setúbal
ofrece su inmensidad
sus puentes, las costaneras,
un paisaje sinigual.
Puerto:
Puerto y muelles esperan
aguas oscuras te surcan,
como guardando vivencias
que el viento quiere borrar.
El Quillá:
Llegando hasta el Quillá,
nombre glorioso de historia.
El tiburón los saluda
entre brazada y brazada.
El Vado:
Qué misterio tienes vado,
sorprendentes correntadas.
Que a los titanes del río
cuesta siempre superarlas.
Río Salado:
El este río Salado
que tantos secretos ocultas,
tengo el corazón atado
a sus aguas y a su espuma.
El Paraje y 4 Bocas:
El Coronda y el Salado,
entre remansos y corrientes.
El Santa Fe y el arroyo
allí vuelcan sus afluentes.
Las Cortadas:
Cortada de Sauce Viejo
La de los suspiros, la
de Maciel.
Lugares donde el pueblo
lo siente a flor de piel.
Pasando arroyo Bragado:
Y la tarde se apodera
de tus islas y tu cielo.
Junto al canto de los pájaros
está el sabor de la tierra.
La Toma:
Ya la Toma Corondina
se divisa entre el oleaje.
Carancho triste una fiesta
junto a las embarcaciones.
Llegada:
La Santa Fe - Coronda
culmina
para volver a empezar,
entre paisaje y poesía,
así te quise mostrar.
Así la recordaremos
MARGARITA GIORDANINO
margaritagiordanino @hotmail.com
Porque su voz se hizo silencio con su muerte, pero su corazoncito sigue hablando... El domingo 27, justo en el día que glorificó el Señor se fue Sara Magdalena Oliva, y con todas sus ternuras dulcificadas desplegó su vuelo al encuentro de la luz que no tiene fin. Y en dimensión espiritual ya está junto a su amado Omar.
Mujer, mamá, esposa, amiga, maestra, hermosa, intensa, humilde y generosa, elocuente, expresiva... Fuimos vecinas durante mucho tiempo. Sarita fue una persona de esas a las que llamamos especiales. Su cuna, una familia de firme comunión cristiana, grande en su constitución y grande en la profesión de valores.
Vestida de una fuerte y profunda fe, era buena, íntegra, sencilla, modesta, ¡única!, madraza protectora, cálida, sensible, ¡servicial!, confidente, delicada, alegre, de la sonrisa y los abrazos tibios y sostenidos y de los besos ruidosos. ¡Fue tan pródiga su entrega en esta ciudad! Es que durante toda su vida fue docente y desenvolvió su misión como un apostolado de bondadosa belleza, en el Colegio Adoratrices y allí, desde su luminoso salón ancho, acompañó a niñas y niños con capacidades diferentes, que crecieron y se hicieron mujeres y hombres y a quienes amó como sólo ella sabía amar, con un amor manso, silencioso, presente, penetrante, vivo, real, liberador, respetuoso.
Con cariño y contenedor afecto deseamos expresar, con esta semblanza en su memoria, el más sentido pésame a sus hijos: Juan Pablo, Rodrigo Javier, José Alberto y María Cecilia Beltrame y familias, pidiendo para que a todos sus deudos y allegados nos bendiga una esperanzada resignación.
¡Gracias al diario por permitir este momentito de recordación!