Tienen la esperanza de llegar a Chile

Cinco jóvenes venezolanos llegaron a la ciudad en busca de un porvenir

Son parte del éxodo que cobró mayor impulso el año pasado hacia distintos destinos del mundo. Llegaron a Santa Fe con lo puesto, tras una odisea, y recibieron la primera ayuda de un vecino en la calle. Lo dejaron todo.

10_A_DSC_3671.jpg

Amanecidos. Los cinco venezolanos, esta mañana, en el local comercial vacío donde pasaron la noche durmiendo en el suelo.

Foto: Flavio Raina.

 

Nicolás Loyarte

[email protected]

Cinco jóvenes oriundos de Caracas, Venezuela, llegaron ayer a la ciudad escapando del hambre y la falta de un futuro promisorio, tras realizar un periplo de meses a dedo y caminando por Latinoamérica. Salieron a principios de diciembre con lo puesto y por momentos perdieron la noción del tiempo transcurrido. Con hambre, sed, frío y desamparo, pretenden continuar su éxodo con la ilusión de llegar a Santiago de Chile, donde alguien los espera.

Anoche durmieron en Santa Fe. Un vecino que los cruzó en la calle primero les dio una ayuda, luego les abrió las puertas de su casa para que se bañen y coman milanesas con arroz, y más tarde los alojó en un local comercial deshabitado para que pasen una noche bajo techo. Son Albany (25), Leyer (22), Edwin (24), Alejandro (23) y Carlos (21). En Venezuela tenían trabajo y estudiaban, hasta que se quedaron sin alimentos ni medicamentos. Y decidieron escapar de su drama en busca de un futuro para ellos y para sus familias, ya que cuatro de ellos tienen hijos pequeños.

“¿Cómo le digo a mi mamá que me quedo durmiendo en la calle? Más la preocupo, entonces no le digo nada”, explica Alejandro Rivero, quien hasta diciembre era un trabajador estatal y vivía en su hogar junto a Sebastián, su hijo de 6 años a quien debió abandonar sin saber cuándo lo volverá a abrazar. Antes de tomar la decisión más difícil de su vida, Alejandro pasó dos días haciendo cola para recibir un kilo de harina de pan y poder cocinarle algo a los suyos. Comieron un día. Luego debió volver a hacer los dos días de cola para recibir alimento. “¿Y qué como el resto de los días?”, pensó. “Dije basta, sin pensarlo monté mi bolso y empecé a caminar”.

Lejos de cualquier especulación ideológica o política, de si la culpa es de Maduro o de Trump, estos migrantes vieron como un día comenzaron los paros generales en su país, más tarde los paros fueron por tiempo indeterminado, luego vino la falta de alimentos y medicamentos, hasta que el drama fue total.

Así fue como Alejandro tomó la decisión de partir. Con el resto de los caraqueños que lo acompañan se encontró en Cúcuta y continuaron juntos. Primero por Colombia, luego por Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, el norte argentino, Uruguay y finalmente, Colón (Entre Ríos). Desde allí consiguieron que alguien los traiga hasta Santa Fe. Viajaron la noche del lunes. Y desde que llegaron pidieron ayuda. Fueron a organismos públicos y al hospital Cullen, pero no recibieron nada. Sólo la compasión de Carlos Viola, el vecino que los cruzó en el centro y conmovido, los recibió en su casa.

Los jóvenes tienen ampollas en los pies de tanto caminar, también tienen frío. Es que no están acostumbrados a este clima y sólo cuentan con una remera, ojotas y alguna cobija. El vecino que los alojó se contactó con El Litoral y más tarde con la red de ayuda a venezolanos AsoVen Litoral, que esta mañana les acercó abrigo y comenzó a asistirlos en todo lo que está a su alcance. Ellos pretenden continuar su viaje hacia Chile, pero los quieren convencer de que primero fortalezcan su salud. Están tan débiles como desamparados.

Desorientados

Asombrados asoman sus miradas a la pantalla del móvil para ver el mapa satelital y ubicarse dónde están. “¿Es verdad que pasamos por un túnel bajo el agua?”, pregunta asombrado Carlos Alvarado, papá de Dylan, de 2 años, a quien dejó en Caracas junto a Mairín, su esposa.

Hay una palabra que a todos estos jóvenes se les cae de la boca a cada minuto. “Gracias”, por escucharlos, por ayudarlos, por no rechazarlos, por conmoverse con su historia de vida. La otra es la “fe”. Es lo que los motoriza a continuar su caminar hacia un destino por ahora incierto. Es que de la noche a la mañana pasaron de vivir en un hogar a dormir en la calle bajo la tensa mirada de los otros. La innombrable es “miedo”. “No sé cuántas veces he llorado durmiendo por ahí, en la calle, porque soy un ser humano igual que usted”, dice Alejandro. “No llore, señorita, ¿por qué llora?”, pregunta Leyer a una mujer que escucha su relato en la calle. Parece mentira ver que él le da fortaleza.

“Uno como padre no puede permitir que su hijo atraviese todo lo que está pasando, él es pequeño y no tiene la culpa de lo que está pasando”, reflexiona Alejandro, que dentro de su debilitamiento físico se esfuerza por mostrarse entero. “Tengo que hacer algo para enviarle ayuda a la familia”.

Los cinco jóvenes venezolanos pretenden conseguir un empleo en Santiago de Chile, donde los espera un familiar, “pero si conseguimos algo antes, ahí nos quedamos”, confiesa Carlos. Y cuenta luego que días atrás fueron “invitados” a irse de Colón, en la vecina provincia. “Cada día extraño más a mi hijo, mi esposa, mi madre, pero nuestra meta es conseguir algo para poder establecernos y poder traerlos”, cuenta. En el mientras tanto les mienten. Las pocas veces que se comunican evitan contarles sobre las noches en una plaza, en la calle o en la ruta.

“Yo quiero darle las gracias al señor Carlos (Viola), que nos abrió sus puertas, y evitó que pasemos otra noche en la calle”, dice sobre el final el migrante Carlos Alvarado, que no sabe todavía dónde dormirá esta noche, ni la próxima.

Para ayudarlos

Los venezolanos en Santa Fe formaron un grupo colaborativo denominado “AsoVen Litoral”. Allí canalizan la ayuda. Contacto: Iba Cibet 342 4427155.

Hay 130 mil venezolanos en el país

De acuerdo con datos de septiembre de 2018 de la “Organización Internacional para las Migraciones (OIM)”, la cifra de venezolanos viviendo fuera su país asciende a 2.6 millones, la cual se cuadriplicó en comparación con la registrada en el año 2015. Se debe tener en cuenta que la población radicada en Venezuela apenas supera los 31 millones de habitantes, por lo cual casi una de cada diez personas se encuentra viviendo fuera de su territorio.

Argentina es luego de Colombia, Perú y Ecuador el cuarto país latinoamericano en cuanto a la magnitud de la comunidad venezolana residente. De acuerdo con los datos arrojados por la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) de Argentina, 99.435 venezolanos se radicaron (en forma temporaria o permanente) en nuestro país desde 2006 hasta agosto de 2018. Los cálculos para inicios del presente año se ubican en aproximadamente 130.000.