Tribuna de actualidad

Acompañar a los niños desde la práctica de la atención plena

María Florencia López (*)

Vivimos en un mundo en el que la percepción del movimiento de las agujas del reloj parece haberse modificado, devolviéndonos la idea de un transcurrir acelerado. Una sociedad en la que los dispositivos tecnológicos han contribuido a acortar distancias, permitiéndonos ganar mayor conexión, pero paradójicamente ha disminuido el encuentro cara a cara. Un mundo caótico y frenético que exige resultados inmediatos, y en el que la multitarea ha empezado a moldear el comportamiento de nuestra atención, conduciéndola a “saltar” de un estímulo a otro, cada vez más de prisa.

Los niños no son ajenos a este contexto. Aunque existen muchas actividades capaces de disminuir la activación cerebral, tales como los momentos de juego, el descanso, las vacaciones, el tiempo libre, favoreciendo en ellos un estado de relajación que comienza en las neuronas e irradia todo el cuerpo, desde edades cada vez más tempranas se enfrentan a elevados niveles de estrés. Frecuentemente están muy ocupados, sobrecargados y distraídos con una gran variedad de estímulos. El asombro, la curiosidad y la contemplación van desapareciendo lentamente de la infancia, para dar paso al aburrimiento junto a la ausencia de habilidades que posibilitan gestionar las emociones que desencadenan las diversas circunstancias de vida.

Paciencia y calma son dos de los condimentos indispensables en la tarea de acompañar el crecimiento de los más pequeños, sin embargo, en el marco del contexto actual, parecen resultar dos habilidades muy difíciles de alcanzar. Sobreestimamos el hacer por sobre los tiempos de pausa, y aunque el hacer es importante, sin un adecuado equilibrio es vivido como una sobrecarga que aumenta el estrés. En una etapa como la infancia, donde los niños absorben todo cuanto sucede a su alrededor, el cerebro se acostumbra a este proceder y se programa para ello, con lo cual se hace necesario que aprendan a desacelerar y gestionar sus respuestas al estrés, antes de llegar a la adultez.

Mindfulness, que se traduce al español como “atención plena” o “conciencia plena”, constituye una herramienta que encuentra en la infancia un suelo fértil sobre el que hacer crecer sus semillas, devolviendo a los niños ese estado naturalmente contemplativo de la existencia infantil, esa conciencia abierta a experimentar las cosas en su esencia. Un estado de la mente capaz de conectar con el momento presente, sin juicios y con aceptación, es esto de lo que Mindfulness trata.

¿POR QUÉ MINDFULNESS ES IMPORTANTE PARA LOS NIÑOS?

Son numerosos los beneficios que la práctica sistemática de Mindfulness puede brindar, desde temprana edad. Las investigaciones demuestran que el aprendizaje de esta técnica ayuda a los niños a aproximarse a la experiencia con curiosidad, activar los sentidos y la conexión consciente con el mundo, aumentando la capacidad de estar presentes en el aquí y ahora, desarrollar la inteligencia emocional, concentrarse mejor y entrenar la atención frente a las distracciones, aumentar la felicidad, identificar y regular las emociones, reducir la ansiedad, encontrar calma y tranquilidad ante situaciones problemáticas, desarrollar habilidades prosociales, entre otros, derivando en importantes implicaciones a largo plazo para la salud y el bienestar general.

(*) Licenciada en Psicología

Paciencia y calma son dos de los condimentos indispensables en la tarea de acompañar el crecimiento de los más pequeños, sin embargo, en el marco del contexto actual, parecen resultar dos habilidades muy difíciles de alcanzar.

El aprendizaje de Mindfulness ayuda a los niños a aproximarse a la experiencia con curiosidad, activar los sentidos y la conexión consciente con el mundo, aumentando la capacidad de estar presentes en el aquí y ahora, desarrollar la inteligencia emocional, concentrarse mejor y entrenar la atención.