Perfil de una pensadora en formación

Una santotomesina representará a la Argentina en el “Mundial de Filosofía”

Leticia Chillemi viajará durante esta semana a Roma. Allí, se codeará con los mejores estudiantes de la disciplina “madre de todas las ciencias”. La competencia y su intimidad, en los días previos, en diálogo con El Litoral.

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En plenitud. Las veces que menciona a sus amigas y compañeras en la facultad, se pone igual de contenta que al imaginar la final en Roma.

Foto: Luis Cetraro

 

Mauro L. Muñoz

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Pensar. Pensar sobre las personas. Pensar sobre lo que piensan otras personas. Según sus palabras, es lo que hace Leticia Chillemi al momento de redactar sus escritos. A puras ideas, esta chica de las afueras de Santo Tomé, conquistó las opiniones de jueces y jurados, y se transformó en una de los dos representantes de Argentina en las Olimpíadas Internacionales de Filosofía.

El destino es Italia. Allí viajarán, durante los próximos seis días, junto a Bruno Zárate Scheinsohn, el otro ganador de la instancia nacional. Serán acompañados por Marcelo Lobosco, director ejecutivo de la Olimpíada Argentina de Filosofía, y fundador de la misma en 1997.

“Cuando gane, me voy a Europa”, le había dicho, Leticia, en sorna, a su mamá. Aún incrédula, la joven no cae en la cuenta de que pasará de tomarse el colectivo hacia Ciudad Universitaria, donde cursa una licenciatura, al vuelo que la dejará en Roma, a las puertas del mítico Coliseo.

“No puedo creer que voy a pasar una semana tan lejos de mi casa por la filosofía”, le dice a El Litoral, en un hueco que hizo de sus estudios de un parcial que tiene al día siguiente, al tiempo que menciona preocupación por sobre sus papás porque “son un poco sobreprotectores”.

La intimidad

Su hogar está compuesto por su mamá (Verónica), su papá (Adrián) y su hermano (Andrés). También, son parte su perra Joaquina y sus gatas Chun-Li (en homenaje a un personaje de la saga Street Fighter) y Frida (obvio, por Frida Khalo). Juntos, viven sobre la avenida Ejército Argentino, sobre la ruta, lugar de tránsito, un hogar en medio de un no-lugar.

Al momento de la visita, su hermano estudia, junto a un amigo, en otro espacio de la casa. Su padre está trabajando. Su madre apenas interrumpe: “¿Necesitan algo? Tranquilos, no me quiero meter”, dice cuando abre la puerta del living-comedor. “No, no, es su momento”, acota cuando el fotógrafo le sugiere un retrato junto a su hija. Si hay algo cierto en la actividad filosófica, es que se necesita tiempo y espacio para pensar; y Leticia, lo tiene.

De todas formas, las horas vuelan. Sus días los pasa de viaje en viaje, con el fin de asistir a las distintas actividades: cursar en la facultad, reunirse con sus amigas para un trabajo en grupo, trasladarse hasta Buenos Aires por una clase particular de preparación paralas Olimpíadas. Una vida en colectivo. Un transporte donde siempre hay tiempo para el estudio, la reflexión y la meditación.

De acuerdo a su edad, los estudios fueron cambiando en el tiempo. La Escuela Primaria la terminó en la 579, Jose Jacinto Berrutti, la Secundaria en la 340, República del Perú. Ahora, cursa sus estudios de Letras en la FHUC de la Universidad Nacional del Litoral.

“En la secundaria nos incentivaron mucho a participar de variadas actividades. Hicimos jornadas deportivas, concursos literarios, certámenes de historia y matemática. Incluso fuimos a la Cámara de Diputados de Santa Fe, donde fuimos legisladores por un día”, menciona, agradecida por las oportunidades brindadas por la secundaria.

En particular, nombra a su profesora de Filosofía, Tamara Otazo, que los animó a participar y los acompañó: “Ella fue la que me ayudó a estudiar. Me recomendaba libros y nos veíamos una vez por semana para conversar los textos y repasar actividades”, comenta.

La competencia

Las nacionales fueron en Villa La Angostura, y ya era “todo un logro”.

De los momentos de la instancia ya superada, dice que nunca imaginaron el éxito: “Teníamos esperanzas, pero nunca consideramos realista alcanzar a rendir en otro país”, recuerda, en plural.

Sobre las escenas que más la impactaron durante esta experiencia, cuenta dos. “En las nacionales, llegamos a medianoche porque se retrasó el avión. Fue impactante: mientras terminaban de cenar, todos estaban repasando con los apuntes sobre la mesa”, recuerda a la primera. La segunda es sobre el curioso momento en que conoció a Bruno, el otro representante argentino: “El día previo a rendir me crucé con un chico que estaba estudiando en el pasillo de la cabaña en la que dormíamos. Nos pusimos a charlar un rato y me fui a dormir. Al otro día, cuando me levanté, el chico seguía ahí estudiando. Después arrasó con todo. Es impresionante lo de Bruno”.

— ¿Cómo te sentiste al rendir?

— Tuve un poco de miedo. Pensé que no iba a llegar, tenía dudas cuando veía a todos estudiando todo el tiempo. Seguramente, muchas de esas personas sabían más que yo. Pero, en el escrito, traté de aportar otra perspectiva. Me sale así, si bien intento afianzar la mayor cantidad de conocimientos, trato de llevar mis producciones a otro lugar. El formato tipo ensayo me permite despegarme de los libros y contar más lo que pienso y siento. Me ayudo mucho de las experiencias de personas cercanas, o las personales, para darle un costado emocional.

—¿Cómo te preparaste para esta nueva etapa?

—Con muchos cambios. Sobre todo, por dos detalles.

Primero, se rinde en inglés. Es una dificultad agregada, yo sabía un poco, pero es distinto hablar algo a tener que escribir en otro idioma. Además, hay que manejar el vocabulario específico de la filosofía, y encima hacerlo de forma creativa. Junto a Bruno, nos prepararon un montón en ese aspecto. Fuimos una vez por mes a la UBA a estudiar con una profesora particular y todo lo que hablamos, leímos y escribimos, lo tuvimos que hacer en inglés.

Segundo, no hay material de estudio específico. Esta vez, la metodología consistirá en elaborar un escrito a partir de cuatro frases, de temas aleatorios, que nos darán al momento del examen. Creo que será importante poner en relación todo lo que se sabe. Espero poder cumplir.

—¿Cómo conjugas esta actividad personal con el estudio?

—En ocasiones, se me complica, pero va queriendo. A veces, se me juntan muchas cosas. Trato de administrar los tiempos de la mejor manera posible.

Las olimpíadas me absorben bastante. Por ejemplo, durante los fines de semana, me encierro a escribir los ensayos. Y con la carrera estoy muy contenta, siempre me gustó la literatura, leer y, también, escribir. Hay cosas que, por suerte, ya las leí por mi cuenta. Sino, mis compañeras me ayudan mucho con el estudio, con resúmenes y repasos. Prácticamente, vivo en la casa de una de ellas.

—¿Cómo crees que vas a recordar todo esto?

—Ojalá que con la misma sensación que tengo ahora: irrealidad. Trato de valorar cada momento para recordarlo de la mejor manera. Todavía no lo asimilo, es un poco surrealista que me hagan una nota para el diario y, ni que hablar, el hecho mismo viajar a Roma.

Espero seguir aprendiendo de todo esto. Tener anécdotas. Contar que tuve la suerte de poder conocer otro país y a personas de diferentes culturas.

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En su casa. Leticia estudia tranquila, acompañada —pero con espacio— por su familia y sus mascotas.

Foto: Luis Cetraro

Un consejo: decir

—¿Qué le dirías a quienes están con ganas de participar de este tipo de eventos, pero no se animan?

—Que aprovechen todas las oportunidades que se les presenta, en la escuela o en cualquier lado, porque es muy enriquecedor poder participar de estas actividades. Cuando se busca progresar, es posible encontrarse con logros y experiencias que uno nunca se llegó a imaginar. De todas formas, independientemente de cuál sea el resultado, es valorable poder decir “me esforcé por esto y di lo mejor de mí”. No hay que tener miedo al criterio propio, a expresar lo que uno piensa.

—¿Crees que todos estamos en condiciones de hacer esto?

—Sé que a veces es complicado plantearse algunas cuestiones, pero sí. Hay algunos pensamientos automáticos que están instalados, que se repiten sin pensar, en donde realmente no nos detenemos en lo que estamos diciendo. Y parece muy difícil alejarse de las ideas que uno tiene desde que nació, ya sean buenas o malas, para poder criticarse uno mismo. Pero, para salir de ahí, es necesario poner entre signos de pregunta aquello que nos parece obvio.