Tribuna de actualidad

Populismo o democracia: la incidencia de los medios

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Los mapas evolucionaron con el avance de los elementos de medición. Los mapamundi, ya no representan el mundo en que vivimos. Mapa realizado por Joao Teixeira de Albernaz en 1620.

Foto: Archivo El Litoral

Graciela Daneri

En la actualidad, los mapamundi, las divisiones territoriales, ésas que conocíamos con rayitas, puntitos o a veces con diferentes colores como nos las representaban en la escuela, si bien siguen teniendo vigencia, ya no representan el mundo en que vivimos. Es indispensable hoy traspasar las fronteras simplemente geográficas que supimos conocer, para hallar nuevas respuestas y, por consiguiente, formularnos nuevas preguntas.

Este pensamiento lo avala el gran escritor polaco Ryszard Kapuscinski en su libro “Los cínicos no sirven para este oficio”, donde expone que “antes era posible vivir separados, sin conocer nada los unos de los otros, ni de un país a otro”, pero en el siglo XXI ya esto no es factible, “por eso rápidamente tenemos que adaptar nuestro imaginario, nuestro tradicional modo de pensar, a esta situación, porque nuestro imaginario ha sido educado para pensar en pequeñas unidades: la familia, la tribu, la sociedad”. Lo que se pensaba en el siglo XIX y hasta en parte del XX también era en términos de nación, de región o de continente. Hoy este pensamiento no es válido.

Basta citar como ejemplos: en los EE.UU. capitalistas y liberales que conocimos por centenios, ¿quién se hubiese imaginado a los norteamericanos votando a Donald Trump en vez de a Hillary Clinton? ¿O con la Venezuela que recibió tantos argentinos exiliados por causa de la dictadura militar y que hoy acoge a los que escapan de la dictadura y el hambre a que los condenó Maduro? Y lo mismo está sucediendo con la Nicaragua de Ortega...

Con la elección de Trump, con el autoritarismo de Maduro y Ortega y otros muchos ejemplos en el mundo -poniendo el acento en América Latina y Europa, la democrática, creativa y con líderes lúcidos que creó la Unión Europea (hoy también en problemas) respondiendo a las terribles luchas armadas que por milenios debió soportar- los límites geográficos los marcan la política, y las guerras no se desatan, en general, por los límites, estallan por motivos económico-políticos.

En nuestra América Latina antes eran los golpes militares los que imponían las fronteras a las democracias o bien los gobiernos depravados que suscitaban la rebeldía de la población. Hoy son los populismos -tan corruptos como aquéllos- y las redes sociales (democratizadoras en cuanto se las utilice bien) con sus famosas “fake news” (noticias falsas) las que cumplen el otrora rol que ejercían las Fuerzas Armadas. Y esto nos demuestra la incidencia que tienen sobre estos límites los verdaderos enemigos de las democracias.

Hoy en día no está representada la variada idea de lo que debe ser la política pero, no obstante lo expuesto, los consultores electorales y sus consecuentes encuestas -pagas, por supuesto, la mayoría de ellas y en pos de los más diversos intereses- crean, o más bien dicho inventan líderes políticos (que ya pasaron por el cedazo popular), lo cual carcome la democracia representativa.

Es justamente en estos momentos donde surgen los líderes populistas -encubiertos en piel de cordero, corroborados porque ya han consentido ante regímenes autoritarios y en las más de las veces no los han criticado (“el que calla otorga”, reza el refrán)-, y así estos “personajes” se transforman en alguien que representa el orden, la seguridad, la no grieta y, en resumen, la encarnación de la voluntad popular.

Pero éstos y aquéllos no siempre representan el gobierno de las leyes, más bien simbolizan el “yo sí sé cómo piensa y lo que necesita el pueblo y cómo arreglar la situación”. O sea, candidato dixit.

.¿El culto a la ley?

Las “fake news”, a través de intencionadas páginas de Internet, apelan a lo escandalizante, a las emociones sin control, a los estereotipos, a realzar el culto personalista del populismo y no el culto a la ley. Y lo mismo hacen muchos medios, ya sean gráficos, radiales o televisivos cuando recortan noticias, elaboran titulares o directamente mienten con desfachatez inusitada.

Mas aquí hay que reconocer, además, que quienes tienen a su cargo hacer ejecutar la ley, en general, merecen muy poca confiabilidad: es una encerrona entre quienes la aplican y las pretensiones de los populistas. Porque jueces o fiscales que la ejercen, o bien sustentan y favorecen sus propias convicciones políticas o sus intereses pecuniarios, o bien se convierten en amenazados depositarios de una granada que les puede estallar a ellos o a sus familiares. Y cuando deben optar por una o por otra, la opción, sea cual fuere, es contra el régimen democrático. ¿Quiénes lanzan esa granada? Los ciudadanos honestos no...

Por todo ello es necesario un periodismo que no se haga cómplice del negocio o de la pauta, sino que explique, sin esos dañinos condimentos, sana y libremente, la realidad que nos rodea. Y aquí opina también el notable Kapuscinski periodista: “Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Es necesario diferenciar: una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Eso es absolutamente necesario, de otro modo no se podría hacer periodismo”.

En estos momentos del país sería dramático retornar al “sálvese quien pueda” ya conocido por nosotros y por los miles de venezolanos que llegaron hasta nuestras tierras y que tanto ha venido dividiendo, además de empobrecernos económica y moralmente.

Las “fake news”, a través de intencionadas páginas de Internet, apelan a lo escandalizante, a las emociones sin control, a los estereotipos, a realzar el culto personalista del populismo y no el culto a la ley.