Llegan cartas

Bienvenido Asperger

María Alejandra Alasio

Soy la mamá de un joven de casi 35 años, que tiene Asperger -trastorno de comportamiento que afecta la capacidad de socializar y comunicarse correctamente-.

Desde que Ramiro entró en nuestras vidas tuvo una luz especial para toda la familia, habló correctamente al año y medio, caminó recién a los tres años. En ese momento nos dimos cuenta que algo no andaba bien, en sus comienzos a jardín de infantes. Era sumamente inquieto, no acataba órdenes, no se adaptaba a los demás niños... fue entonces que su señorita nos sugirió una visita al psicólogo. Como no estábamos preparados para asumir el problema, resolvimos equivocadamente cambiarlo de escuela y así sucesivamente. Hasta que un día, Dios nos indicó el camino y consultamos con un neurólogo quien diagnosticó Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad y le recetó Ritalina...

Pasamos por terapia familiar, test de todo tipo y psicoterapias, pero no había progresos. Su crecimiento se hizo terriblemente difícil, no respetaba reglas, repetía de grado, no podía hacer grupo de pares... mientras, en paralelo comenzó el rechazo, la burla, la incomprensión, el desplazamiento, convirtiéndolo en un ser aislado y triste.

Su autoestima era muy baja, comenzó con rituales, como coleccionar objetos, y como no había institución educativa que lo admitiera pasó su adolescencia caminando sin rumbo por toda la ciudad. No fue fácil para nosotros, su familia, pero menos aún para él, porque no era un joven tonto sino, por el contrario, era inteligente y se daba cuenta de la exclusión, aunque no lo manifestaba con palabras sino con actitudes provocadoras.

Jamás bajamos los brazos, seguimos caminando juntos en familia, pero a veces, con tantas cicatrices en el alma, flaqueamos y era difícil encontrar el rumbo a seguir.

Los años pasaban y no había un lugar para él. Hasta que tuvo la oportunidad de ingresar a través de la Ley de discapacidad al organismo del que yo era agente. No fue fácil su adaptación, se encontró en un mundo nuevo, donde no sabía qué hacer, pero como en todos los ámbitos hubo gente de gran corazón que lo ayudó y lo aceptó como es. También hubo quien nunca comprendió y tal vez comprenderá su comportamiento, pero los respeto. Ese es el proceso de crecer como persona.

Finalmente llegó un día mágico, en el que consultamos con un nuevo psiquiatra. Ramiro ya tenía 30 años y finalmente llegó el tranquilizador diagnóstico: Asperger, ¡Qué liberación sentimos! Por fin sabíamos cómo ayudarlo para su independencia, todo es trabajo y más trabajo. Hoy Ramiro es feliz, cursa los últimos escalones del Vuelvo a Estudiar, en la Plataforma Educativa de la Provincia.

Debo dar infinitas gracias a todos los que permiten que Ramiro entre en su corazón, y también infinitas gracias a su hermano que lo entiende mejor que nadie, y le marca sus equivocaciones, ayudándole a ser un hombre de bien.

Esta experiencia de vida es para esos padres que están pasando las mismas dificultades. El mensaje es que no se desanimen. La vida es maravillosa y cada hijo es una bendición, solo se necesita paciencia y mucho amor. ¡Bienvenido Asperger!