DOCENTE E INVESTIGADOR

Carlos Paoli: “Hay mayor frecuencia en los fenómenos hídricos extremos”

  • El experto señala que esta situación se mantendrá en los próximos años. La importancia de la Ley de Aguas en una provincia donde ese recurso condiciona el desarrollo de la principal actividad económica: la agropecuaria.
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Carlos Paoli en su oficina ubicada en el INA, a metros de la Costanera santafesina. Foto:Guillermo Di Salvatore

 

Nancy Balza

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Una entrevista con Carlos Paoli se parece bastante a una clase: no en vano se desempeñó por varias décadas en la docencia, actividad por la que recibió recientemente el título de profesor honorario de la Universidad Nacional del Litoral. Pero además, para explicar cada uno de los conceptos sobre los que es consultado, apela a su notable experiencia como investigador, tanto que llegó a la máxima categoría del escalafón en el Instituto Nacional del Agua y a la dirección del Centro Regional Litoral, hasta su retiro en abril de 2018. Por si todo esto fuera poco, representa al país en el Programa Hidrológico Internacional de Unesco.

“En este año en que la UNL cumple 100 años, yo cumplo 50 como docente”, dice quien estudió Ingeniería Civil en Rosario y apenas recibido, con 23 años, hizo un posgrado en Hidrología en España. Y habla mientras recorre las páginas de la publicación que hizo en 2015 para la Comisión Europea sobre Gestión Integrada de Crecidas, y donde el “caso de Santa Fe”, la catástrofe del Salado, figura en uno de sus capítulos.

En su oficina del Instituto Nacional del Agua, donde sigue asistiendo como investigador asociado (ad honorem), varias pilas de carpetas, libros y cuadernillos enmarcan esta entrevista desde el escritorio y los estantes, y apoyan cada una de sus afirmaciones en las que se filtra una y otra vez un concepto que va encadenando la charla: la importancia de la continuidad.

Allí, muy cerca de la costanera y su laguna, y en una mañana lluviosa, el tema hídrico, el valor del recurso, los efectos de sus déficit o excesos, la importancia de las obras estructurales y no estructurales, y de una gestión que incorpore la voz de la población, irán tomando forma durante una media hora generosa.

—Siempre está trabajando sobre alguna investigación, ¿qué se trae entre manos esta vez?

—Uno de los temas que más nos ocupa es el de los eventos extremos, que incluye tanto la gestión de crecidas e inundaciones como de las sequías. Los excesos de agua se traducen en crecidas de los cursos de los ríos con sus problemas de inundación, desbordes y afectación de las riberas y, en las zonas rurales, en el anegamiento de áreas productivas. Los déficit se traducen, para los ríos, en períodos de estiaje e inconvenientes para la navegación y tomas de agua, además de mortandad de peces cuando las bajante es grande. En las zonas rurales, el problema es -una vez más- para la producción agropecuaria.

—¿Estos fenómenos extremos son más frecuentes en los últimos años?

—Sí, son fenómenos más frecuentes. Se dice que se producen crecidas o sequías mucho mayores, pero más que la intensidad o la magnitud de los fenómenos, lo que aparece nítidamente es una mayor frecuencia de los eventos extremos, ya sea en crecidas y lluvias intensas como en lluvias bajas que producen los fenómenos de sequía. Eso se atribuye a una cuestión de cambio climático o variabilidad climática.

—¿No es lo mismo?

—Hay discusiones entre los expertos en climatología, porque cuando hablamos de cambio climático aludimos a que las modificaciones que se perciben van a permanecer en el tiempo: son cambios que se producen y quedan. Con variabilidad climática, nos referimos a situaciones que responden a grandes ciclos de decenas de años, pero es imposible asegurar que no se va a volver a una situación anterior. Sea por una cosa u otra, para los próximos 20 ó 30 años se espera que se mantengan las condiciones actuales de mayor frecuencia de fenómenos extremos.

—Está claro que el tema no termina con un diagnóstico y que es necesario hacer algo al respecto.

—Cuando se habla de cambio climático se utilizan dos términos que son mitigación y adaptación. El primero se refiere a actuar sobre los factores que desencadenan ese cambio, como la emisión de gases de efecto invernadero, por ejemplo. Esta es una cuestión muy difícil de manejar. Lo que uno puede hacer es trabajar sobre los problemas de adaptación: las crecidas y las lluvias no se pueden manejar, pero sí se pueden tomar decisiones (para evitar sus efectos) que generalmente son obras o medidas no estructurales, entre las que aparecen como importantes la planificación y la gestión.

En Hidrología hablamos de cambios globales que incluyen el cambio climático y variabilidad climática como desencadenante. Pero también de los cambios que se producen en los modelos productivos que modifican la intervención del hombre en la naturaleza. Ahí tenemos desde el cambio del modelo productivo, en el tipo de cultivo, rotación y demás, y el modelo de la ocupación del territorio. En relación con las crecidas ribereñas nos encontramos con una tendencia a ocupar zonas que el río va a reclamar como propias. Es difícil con aquellas que ya están ocupadas: en la teoría aparece como una solución inmediata la relocalización, pero en la práctica se encontró que es muy difícil porque no se trata sólo de relocalizar personas, sino también sus fuentes de trabajo. Entonces, se deben conseguir medidas que alivien esa situación, como la evacuación temporaria y contar con buenos pronósticos hidrológicos, entre otras. El otro tema es limitar la ocupación de la zona inundable.

—¿Qué pasa en la zona rural?

—En el ámbito rural, se ocupan más zonas que antes eran anegables. Con los paquetes tecnológicos actuales, mientras haya suelo se puede producir. Entonces, zonas que eran inundables ahora son productivas; a lo mejor no con el mismo nivel de las zonas óptimas. El tema es que cada vez que ocurren anegamientos, hay daños y los consiguientes reclamos, y se piden obras para evitarlo. ¿Y cuáles son las obras? Canales para la salida del agua. Pero en la medida en que se hacen más canales, se empiezan a producir problemas aguas abajo. Un ejemplo lo tenemos en la autopista Santa Fe-Rosario con el arroyo Colastiné que antes se desbordaba una vez cada 20 años, después una vez cada 10 años, luego cada 5 y ahora dos o tres veces por año, porque cada vez la afluencia de caudales por las obras de saneamiento que se han hecho es mayor. Eso nos lleva a ampliar los puentes, con lo que pasa más agua, y en ocasiones se ven perjudicadas poblaciones que están aguas abajo.

Por todo esto es sumamente importante el tema de la planificación y la gestión. ¿Qué herramientas tenemos para hacer eso? En la provincia, los planes por cuenca y la nueva Ley de Aguas que exige del gobierno provincial un plan y que lo ponga en marcha. Los planes se han empezado a hacer pero marchan con lentitud. Además, los cambios que se van produciendo a veces generan un parate, retroceso y vuelta a empezar.

—La ley es un paraguas para toda la provincia.

—El Ministerio de Recursos Hídricos, que ahora es Ministerio de Infraestructura y Transporte, comenzó con una planificación en el año 2006 y esta tarea continúa en la actualidad. Son estudios que llevan tiempo, son costosos, y se basan en una concepción moderna, tanto en la planificación como en la gestión. La provincia se dividió en siete regiones hídricas, de las cuales la región 1 ocupa el Este, desde el Norte hasta la ciudad de Santa Fe, donde están los arroyos del Rey, Malabrigo y zona de influencia del Paraná y afluentes que vierten al Paraná. La Región 2 es la de Bajos Submeridionales, la 3 es la del Salado, la 4 está en el centro e incluye los arroyos Monje, Colastiné y Los Padres; la 5 incluye los Saladillos y Ludueña, la 6 es la zona de La Picasa, y la 7 es el borde que queda de la zona de incidencia del Paraná desde Santa Fe hasta donde termina la provincia.

—Todas las regiones incluyen nombres propios y todos esos nombres son noticia e implican un problema.

—En cada una se agruparon cuencas de acuerdo con la problemática que presenta esa región. Nosotros empezamos con los estudios de la región 3 (del Salado), y la 4 (Centro). Se hicieron los primeros diagnósticos e informes propositivos con acciones a tomar tanto en obras como en medidas no estructurales. y la próxima etapa será priorizar esas acciones y desarrollar los anteproyectos para convertirlos en normas o en obras.

En cuanto a las otras cinco regiones, se comenzó a trabajar. Para Bajos Submeridionales se hizo un acuerdo con otras provincias, cuestión que adquiere otra dinámica. Lo mismo la región 6 que involucra a Buenos Aires y Córdoba. En el interín se aprobó la Ley de Aguas que incluye dos figuras: las autoridades de cuenca y los comité de usuarios -que no se han implementado- para separar ambas funciones. Para Santa Fe es crucial porque la principal actividad económica es agropecuaria y está directamente condicionada por la situación hídrica.

—Décadas atrás, cuando comenzó a ejercer en la ingeniería y a formarse y dar clases, ¿cuáles habrán sido las preocupaciones o las ocupaciones de las ciencias hídricas comparadas con el momento actual?

— En aquel momento, si bien no se hablaba del cambio climático, ya se comenzaban a ver determinadas cuestiones relacionadas con la necesidad de mejorar y profundizar los estudios hidrológicos. Unesco propuso, en los años 60, el decenio hidrológico internacional, un programa que en este momento está en la octava fase. A partir de ese momento se implementaron cursos de especialización y posgrado en Hidrología, uno de ellos era un curso en Madrid al cual apliqué, con 23 años y recién recibido. Cuando volví a Rosario, ya me hice cargo de una asignatura porque se comenzaba a ver la necesidad de profundizar en estos estudios. Entonces, se creó a nivel nacional la Secretaría de Recursos Hídricos y al poco tiempo se propuso la creación del Instituto Nacional de Ciencia y Técnicas Hídricas (Incyth, que luego se transformó en el INA).

— Podría decirse que estuvo desde el principio de los tiempos de los estudios hidrológicos en el país (risas).

—Exactamente. Hasta ese momento el tema de lo recursos hídricos era estudiado por la ex Agua y Energía, con la visión del aprovechamiento hidroeléctrico. En cambio, la visión del recurso con una gestión integral comenzó en esa época.

—¿Por dónde pasa ahora su principal preocupación? ¿Dónde pondría el foco en materia de recursos hídricos?

—Pondría el foco en lograr una continuidad para no empezar de nuevo cada vez que hay cambios de gobierno. Hay acciones muy importantes como el plan de acueductos que habrá que revisar, pero hay que mantener. La segunda cuestión es avanzar con planes de recursos hídricos en cada una de las cuencas y en la implementación de todo lo que establece la Ley de Aguas. De ahí se derivan el resto de las acciones.

 
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Adaptación y mitigación son conceptos que ya se encuentran incorporados al vocabulario de quienes abordan el tema hídrico. Foto:Guillermo Di Salvatore

PERFIL

Carlos Paoli se desempeñó por más de 45 años como docente e investigador del Departamento de Hidrología General y Aplicada y de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL. En cuanto a sus actividades de investigación, logró posicionarse como referente, a nivel nacional e internacional en Hidrología y gestión de recursos hídricos.

Desde el año 2006, participa del Programa Hidrológico Internacional de Unesco, como representante argentino y coordinador del grupo de trabajo sobre Balance Hídrico de la Cuenca del Plata, así como Punto Focal en representación del Comité Nacional para el Programa Hidrológico.

También ha sido autor y coautor de numerosos artículos publicados en congresos, revistas, capítulos de libros y libros de la especialidad. Coordinó el Equipo Interdisciplinario de la UNL que tuvo a su cargo la revisión del Proyecto de Ley de Aguas de la provincia, aprobado por la Legislatura en diciembre de 2017.

Además, se desempeñó como investigador del Instituto Nacional del Agua, donde alcanzó el máximo nivel en su escalafón (Investigador A) y como director del Centro Regional Litoral desde el año 2009 hasta su retiro, en abril de 2018.