Soledad Barruti, autora de Malcomidos

“Nuestro paladar está anestesiado por la comida de diseño, que es cara y enferma”

  • La periodista y escritora dejó algunas recomendaciones para volver a hacer de la alimentación un acto humano, casero y cotidiano: volver a la verdulería y cocinar más para evitar la comida procesada.
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Disertante. La periodista e investigadora, Soledad Barruti, difunde temas vinculados a la alimentación y la industria alimentaria, en radio, TV y medios gráficos. FotoS: Archivo El Litoral

 

Redacción El Litoral

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Soledad Barruti es periodista y escritora, y difunde temas vinculados a la alimentación y la industria alimentaria en programas de radio y televisión, y en distintos medios gráficos como el diario La Nación y la Revista Mu. Además, brinda charlas en universidades nacionales e internacionales, y ciclos en todo el país y en el exterior.

Su primer libro de no ficción “Malcomidos, cómo la industria alimentaria argentina nos está matando” fue editado por Planeta en 2013 y se convirtió inmediatamente en un best seller. En su segundo libro, “Mala leche”, editado en 2018, la periodista continúa investigando la industria alimentaria y pone el foco en los lácteos.

A la mesa...

Barruti conversó con El Litoral respecto de las inquietudes que muchos tienen a la hora de comer. Y dejó algunas recomendaciones.

—¿Qué “pecados alimenticios” cometió en las últimas 24 horas? —consultó El Litoral

—Es que no tomo la alimentación como si fuese restrictiva. No me niego cosas ni pienso que me pierdo un universo que me tienta y deseo, y que no lo como por un principio de salud o por comer sólo cosas livianas, para nada. La comida se divide en dos instancias muy importantes: alimentos y comestibles. Y a mí los comestibles no me interesan. Entonces durante las últimas horas, ayer, mañana y dentro de un mes, lo que como y comeré son alimentos reales hechos con ingredientes cocinados en lo posible en mi casa.

—¿Cuándo tomó conciencia de que debía comer alimentos y no comestibles?

—En la medida que me fui acercando a la información que está disponible para todo el mundo y forma parte de lo que indica la Organización Mundial de la Salud. Hay investigadores que muestran claramente que existen productos procesados que van ganando terreno en nuestra vida, sobre todo a través de nuestros niños, y a medida que van ingresando aumentan los problemas. Cuando accedés a esa información aparece luego una toma de decisión al respecto. Hoy a eso apunta mi trabajo.

—¿Qué recomienda para mejorar nuestra alimentación?

—Hay que volver a hacer de la alimentación un acto humano, casero y cotidiano hecho en base a ingredientes y no a productos. Esto hará que cambies de inmediato tu lugar de consumo, vayas más a la verdulería, al almacén y a la feria, donde está la comida y no todo diseñado para embaucarte. Luego, cocinar, comer más plantas que otras cosas, no sólo lechugas sino también semillas, legumbres y cereales, y recuperar el gusto propio. Porque nuestro paladar está anestesiado por comida de diseño, que es carísima, de mala calidad y te enferma, al igual que a la naturaleza a nuestro alrededor.

—¿Cuál es la comida de diseño que hay que evitar?

—Todos los productos de diseño, procesados, que te ofrece el supermercado: yogures, galletitas, cereales de desayuno, jugos, congelados, etc. Son el 80 por ciento de las góndolas. Lo dice la Organización Panamericana de la Salud.

—En algunos casos esos productos son ofrecidos como “sanos”...

—Sano, conveniente y barato. Y no es ninguna de las tres cosas.

—El problema es el tiempo que se necesita para procesar los alimentos...

—Ese tiempo hay que hacérselo. No es excusa. A veces son dos horas pero otros días pueden ser 20 minutos. Es la salud la que está en juego. Hay productos comestibles que son una trampa y están en el supermercado a disposición. En nuestro país no tenemos ni rótulos honestos ni leyes alimentarias que nos protejan.

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La especialista recomienda procesar los alimentos en casa: “Ese tiempo hay que hacérselo. No es excusa. A veces son dos horas pero otros días pueden ser 20 minutos. Es la salud la que está en juego”, dice.

¿Qué hacemos ante la góndola?

“Con bebés y niños como clientes predilectos, las grandes marcas parecen decididas a hacer de la comida una experiencia perfecta: práctica, rica hasta lo adictivo y libre de cualquier sospecha. Para lograrlo, cuentan con un arsenal imbatible de aromatizantes, colorantes, texturizantes, vitaminas agregadas, packagings rutilantes y miles de millones de dólares invertidos en publicidad. Todo parece diseñado para nuestra comodidad. Pero el precio que pagamos por comer sin saber, es muy alto: la dieta actual se convirtió en el obstáculo más grande que deben sortear un niño para llegar sano a la adultez y un adulto, a la vejez. La Organización Mundial de la Salud advierte sobre esta tragedia. Sin embargo, hay una industria que, a pesar de las evidencias, no parece dispuesta a dar un solo paso atrás. ¿Qué hacer entonces?”, reflexionó la periodista.