“EVA Y VICTORIA”

Dos mujeres en pugna

La versión dirigida por Quique Mailier de la obra de Mónica Ottino, que imagina un encuentro entre Eva Perón y Victoria Ocampo, se reestrena el jueves 7 de noviembre.

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Eva Perón y Victoria Ocampo confluyen, cada una con sus ideas, en la trama de la obra.

Foto: Gentileza producción

 

Juan Ignacio Novak

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Distintas, pero complementarias en sus diferencias. Eva Perón y Victoria Ocampo fueron dos mujeres que ocuparon espacios antagónicos desde su nacimiento mismo, pero que tienen como punto en común que ambas dejaron marcas indelebles. En su obra teatral “Eva y Victoria”, la dramaturga Mónica Ottino imaginó un encuentro entre ellas en un contexto muy puntual: la lucha para obtener el voto femenino. Pero lo que se pone en discusión, bajo ese velo, son dos visiones de la vida y del país completamente opuestos. Que la autora culmina con una mirada esperanzada respecto de la posibilidad del encuentro en la heterogeneidad de pensamiento.

Sobre el atractivo material que propone Ottino, trabajó Quique Mailier para realizar una versión el año pasado, propuesta que ahora tendrá su reestreno a través de dos funciones, que tendrán lugar el 7 de noviembre, a las 21.30, en la sala de Luz y Fuerza (Junín 2957) y el miércoles 20 de noviembre, a las 21, en la sede de UPCN (Rivadavia y Tucumán), en el marco del ciclo homenaje 100 años de Eva. En la misma actúan María Celia Gioria, Gabriela Brieva y María Eugenia Maximino. El vestuario está a cargo de Mecha Fernández, el maquillaje es de Anahí Branda, el diseño gráfico de Mechi Lare y la prensa de Valeria Scelza. “A partir de un pedido que le hace Evita a Victoria para que se integre al movimiento de reclamo por el voto femenino, en la obra se discute sobre las posturas de las dos en cuanto a sus orígenes, clases y posturas políticas”, explica Mailier en diálogo con El Litoral.

—Un intercambio de ideas que sigue todavía presente en la Argentina.

—Hay un debate interesante de ideas. Ambas plantean un montón de temas, pero al final se terminan reconociendo. Cada una en sus luchas, con diferencias, pero se terminan reconociendo. Cosa que en este tiempo me parece que falta.

—Un respeto hacia las ideas del otro.

—Un reconocimiento de la una con la otra, más allá de estar en las antípodas. Al final, cuando Evita está en su lecho de muerte, hay una reflexión de Victoria, en que se cuestiona toda la carga de clase que tenía, que de alguna manera le impidió trabajar con alguien que tenía otro origen. Y que si lo hubiera podido hacer, hubieran podido lograr un montón de cosas para la sociedad. En este momento, ese tipo de reflexiones uno no las ve. Lo que deja sentado la obra es que, por más que haya visiones distintas de la sociedad, siempre hay puntos de encuentro.

Imagen en la memoria

—¿Cómo fue, tanto desde tu rol de director como en el caso de las actrices, la construcción de los personajes, tomando en cuenta que son personajes muy presentes en la memoria de la gente?

—Fue un proceso que demandó bastante tiempo. Sobre todo con el personaje de Evita, que tiene gran presencia en la memoria colectiva no solamente por sus ideas y por lo que hizo, sino desde la imagen. Cosa que no pasa tanto con Victoria Ocampo, a quien se reconoce como escritora, por sus ideas. Hay mucha gente que la lee, que ha seguido su trayectoria, pero no está grabada su imagen. El común de la gente no tiene una imagen de Victoria, más allá de ese símbolo eran sus anteojos blancos. En cambio a Evita, todos la reconocemos. Hasta un pibe joven. La construcción del personaje, desde lo físico, no tiene que estar lejos de eso y la actriz lo logró. Esta obra tiene que conmover, si no conmueve, no funciona. También como director apunté a rescatar a un tercer personaje, que es la empleada doméstica de Victoria. De alguna manera la tratamos de presentar como la “voz del pueblo”. Ella tiene una muy buena relación con Victoria, pero cuando ve a Evita se deslumbra. Ella es la que hace, de alguna manera, la síntesis del espectáculo.

—¿El hecho de que actrices reconocidas como China Zorrilla, Soledad Silveyra, Norma Pons, Emilia Mazer, Leonor Benedetto y Julieta Cardinali hayan realizado versiones representó un reto?

—Vi esta obra cuatro o cinco veces y siempre pensé en hacerla, asumiendo justamente ese desafío. Hace bastante que no se hace con actrices conocidas, pero el espectáculo quedó en la memoria. Hay mucha gente que se acuerda cuando la hizo China Zorrilla. El desafío, creo, tiene que ver con la responsabilidad. Pero nunca tuve dudas, porque Santa Fe es una tierra de muy buen teatro y el público es muy exigente. Todo eso es un estímulo y un desafío a la vez.