Un sentimiento único e inexplicable

Quieren más a Colón que a su propia vida

  • El club resurgió de las aguas del Salado que se había llevado todo en el 2003, menos la pasión. Hace tres años estaba en Salvataje y debía 200 millones de pesos: Vignatti lo salvó como en el ‘92. Historia de una pasión.
Quieren más a Colón que a su propia vida

La postal imborrable, la del dolor y la angustia de miles de santafesinos, resumida en esa cancha inundada por el Salado, como pasó con un tercio de la ciudad. Colón se levantó una vez más, y va por la gloria. Foto: Archivo El Litoral

 

Darío Pignata

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Esta historia que tocará punto culminante y tendrá final el 9/11/2019 en La Nueva Olla de Asunción comenzó mucho antes. Donde muchos de esos 30 y pico mil que estarán copando Paraguay ni siquiera habían nacido.

En el año 1992 el estadio Brigadier López tenía sentencia de remate. Se había fundido Temperley y Colón iba por el mismo camino. Hasta que José García, desde el Fondo Rojinegro, impulsó a un tal José Néstor Vignatti. Pinta y perfil de hombre de campo: bigotes largos, patillas, pinta bien de gringo.

Le hice la primera entrevista de su historia en el Diario El Litoral y el título fue: “Tengo la plata para salvar la quiebra de Colón”.

El tango dice que “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir”.

Miren si sufrieron Colón y Vignatti. Ni bien asume, con el equipo puntero para ascender, se mata el técnico de turno, Hugo Manuel García cuando venía en la Autopista Buenos Aires-Santa Fe para reiniciar la pretemporada.

Y al toque, con Ginarte asumiendo en lugar de Hugo García, el equipo se reinventa de las cenizas y llega a la final del ascenso en un histórico desempate en Córdoba donde 25.000 hinchas copan el Chateau Carreras.

La tanda de penales, con Perassi atajando, lo pone a Colón a tiro del ascenso. Pero Colón falló y ascendió Banfield. La gente, de pie, aplaudió al equipo igual.

La historia de los penales le dio fuerzas a Vignatti para seguir y conseguiría, a los dos años, el esperado ascenso 1995.

En el 97 el subcampeonato con Ferraro y en el 98 la hazaña de Burtovoy en la Copa Libertadores contra el poderoso Olimpia en esta misma Asunción del Paraguay.

Ya para los 100 años, en el 2005, Vignatti no estaba más. Se había ido, con el estadio sacando tablones y poniendo cemento, a su casa.

Hasta que un día llegó otra gente. Y lo peor que podía venir... llegó. Primero, el papelón de no presentarse a jugar un partido de AFA. Había que pellizcarse para ver si era cierto y no una pesadilla...

Como si fuera una misma película de terror con cientos de capítulos, el final parecía escrito. A pesar de que los hinchas coparon el Gigante de Arroyito y gritaron a más no poder empujando a los chicos...

Como si fuera un hincha más, que por otra parte lo era, el que lo explica es Julio César Toresani, el querido e inolvidable Huevo que a las 17.30 del sábado estará alentando desde el Cielo y gritando como si estuviera en La Olla lo definió: “Ni el peor enemigo de Colón le hubiera hecho tanto daño”.

El descenso, de la mano del peor presidente de la historia, dejó al club en algo peor que la “B”: la quiebra total y el paso al Salvataje Deportivo.

Cuando Vignatti salió de su tranquilidad empresarial para volver a Colón el 13 de junio de 2016, no había nada por cobrar y todo por pagar en un Juzgado. Los derechos de TV comprometidos y la falta de credibilidad instalada. “No quiere venir nadie a Colón”, se escuchaba. Y por eso el 9 fue Sungui Blanco, alguien formado en la casa quien dio el sí.

Un par de años después, este Colón en modo José, salía del Salvataje. Lo que vino después es conocido: las ventas de Alario y Conti, el estadio cerrado con el anillo sur, la vuelta a las Copas y esta inolvidable Sudamericana.

Pero así como muchos renacen de sus CENIZAS, este club fue capaz de renacer de esas aguas enloquecidas que lo taparon. Ni los arcos se veían cuando enloqueció el Río Salado y no tuvo piedad con Colón. El club hizo las veces de dique, como queriendo cuidar un poco a la ciudad de Garay en la peor tragedia de su historia.

Así es Colón, primero sufrir, después amar y después partir. Colón es ese tango que dice NEGRO QUE ME HICISTE MAL Y SIN EMBARGO TE QUIERO.

Por eso estas horas son únicas, porque esconden mucho sufrimiento del que casi nunca tiene nada y siempre lo pierde todo. Pero nunca muerte.

Lo aman a Colón, más que a ellos mismos en esta vida. Por Colón rezan en todas las religiones y credos. Son católicos, apostólicos, romanos, protestantes, ortodoxos. Pero creen... siempre creen.

Por Colón entierran la grieta y se abrazan el del Gato y los de la Yegua. Quieren más a Colón que a su propia vida. No tienen para comer pero viajan a verlo como sea. No duermen, fuman, se comen las uñas, fueron 100 veces al baño entre ayer y hoy. Les hacen ruido las tripas. Tienen hasta temblequeo en el cuerpo.

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El presente inmejorable, en la previa a jugar una final por un título internacional. Plantel, jugadores y dirigentes, en el estadio La Nueva Olla de Asunción del Paraguay. Foto: Mauricio Garin

Lo peor es que no hay diagnóstico ni receta para esta enfermedad llamada Colón.

Hicieron cambiarle la cancha a los uruguayos, se cocinaron en Maracaibo, se mojaron en el Mineirao y van a dar vuelta Asunción del Paraguay para entrar en Guinnes. Lo quieren a Colón más que a ellos mismos.

Se van en aviones, autos, micros, camionetas. Varios en motos y hasta uno en bicicleta. Llevan la foto de la vieja o el viejo que ya no está. Y hasta las cenizas del Nono en una cajita de madera.

Está claro que es inexplicable. Pero otro lado digo... NO HAY NADA QUE EXPLICAR. Se siente o se envidia, no hay término medio. Como la final única.

Pase lo que pase, para mí COLÓN ya ganó. Porque los que quieren al Negro más que a ellos mismos estarán, una vez más, ahí. Y eso es ganar y por goleada.

Y para los que están esperando el resultado... simplemente una frase final antes de la final única de Colón...

“SIEMPRE, en la vida, SERÁ MEJOR PERDERSE QUE NUNCA EMBARCAR”.