Peisadillas

Lo político y lo incorrecto

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El Peiso. “Miro la definición de ‘políticamente correcto’ y me doy cuenta que siempre fui un ser políticamente incorrecto”. Ilustración: Lucas Cejas

Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)

Y sí... en los sueños la temática es diversa y no se puede ir contentando a cada soñador. Siempre digo que los sueños no tienen dueño, es que ellos son tan libres que lindan con la anarquía. Se desenvuelven en el mundo de lo irreal y se van mimetizando de realidad, disfrazando lo imposible de lo posible. Sin códigos morales ni reglas que miden y reglamentan, van decodificando realidades alternas, o alternando irrealidades, según el lugar en el que se sueñe. ¿Y dónde nos colocaremos?, ¿Vamos a estar del lado del soñador o nos pondremos en el lugar del sueño?

El soñador deja su impronta, deja las huellas de la experiencia y del espíritu crítico, el soñador se adueña de sus sueños, y los cuenta como quiere, pues de él fluye la energía vital que convierte el acto de dormir en una aventura sin argumentos, exenta de capítulos y sin una linealidad que los eduque en el sentido temporal y espacial. El soñador es un condensador de ideas catalizadas y expuestas en la volatilidad de la semi-conciencia, si es que me permiten el término. Y el sueño... el sueño es casi lo mismo, pero sin las ataduras ni las reglas que ligan a lo terrenal y material. El sueño es libre y también es secreto, es propio de cada uno y sin embargo termina siendo y haciendo lo que quiere, el sueño es autónomo. No paga tributo, ni pega a lo bruto.

Mis sueños no son correctos políticamente, tampoco lo soy yo.

Se utiliza la terminología “políticamente correcto” para definir a aquellas personas que utilizan medidas formas de actuar y hablar o actitudes políticas que tratan de evitar ofender a personas o grupos de personas en una sociedad. Pues señores lectores, miro la definición de la frase en cuestión y me doy cuenta que siempre fui un ser políticamente incorrecto. Ejemplos sobran, y como éstas palabras -al contrario de los sueños- tienen dueño, me hago cargo de lo que digo, les guste o no. Estas son mis Peisadillas, y si no les gusta, tengo otras; hurtando las palabras de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.

A lo largo de mi vida profesional, he sumado muchas experiencias y tuve actitudes frente a determinadas cuestiones y en particular en ocasiones consideradas “difíciles” con las que tuve salidas que bordearon los límites de la racionalidad y el buen comportamiento. Muchas veces haciendo la vista gorda -perdón por la palabra- para evitar enfrentamientos con la normalidad y los órdenes establecidos, por eso muchos me dicen “loco”, y no me enojo, pues como leí alguna vez de la genial periodista y humorista norteamericana Hellen Rowland: “Las locuras que un hombre más se lamenta en la vida, son las que no cometió cuando tuvo la oportunidad”.

La edad y la suma de los años que la definen son una vasta sumatoria de experiencias y anécdotas que nos van sucediendo a lo largo de la vida. Siempre cuento que he sido un privilegiado por haber vivido lo que viví, y haber estado en el momento en que ocurrieron ciertas cosas que llegarían para quedarse, o que cambiarían el modo de ver las cosas, o que directamente derrumbarían lo hasta ese momento establecido. El haber sido testigo directo de los cambios que se iban sucediendo en la Argentina y en el mundo es una de mis mayores reliquias. Siempre fui un vagabundo de patas cortas y de ideas largas.

A finales de los 60’ el mundo se llenó de colores, desde las ideas, la música, la ropa, etc., el mundo se sacó el manto de polvo de un siglo que había empezado con las grandes guerras y los grandes “ismos”. Deambulé por la España franquista y post franquista, disfruté de la movida del “Destape Español”, de las noches largas madrileñas donde uno sabía cómo empezaba, pero nunca dónde y cómo iba a terminar.

El recorrido mágico de “las islas”: Mallorca, Menorca, Lanzarote, Ibiza..., donde el destape no sólo se vivía en el cine, también en los habitantes y visitantes ocasionales de las arenas de las playas, donde sus mujeres se desprendían no sólo de las inhibiciones y las prohibiciones de décadas de franquismo, también se desprendían de sus sujetadores. Furtivas las miradas se centraban en el seno (en los senos también) de una sociedad que se liberaba de una larga noche y que con su luz inundaba todas las aristas del mercado artístico y comunicacional. Década que fue el puntapié inicial de lo que sería el cine provocativo e inclusivo de Almodóvar; de bandas de Rock casi glam como Burning, Ilegales, Los rebeldes, Héroes del silencio, entre otros. Yo estuve ahí. Y estuve aquí en la Argentina cuando empezaban los movimientos que terminarían con el advenimiento de la dictadura. Y volví cuando ya se había instalado definitivamente la democracia, épocas del menemato, de la pizza con champán y algo más...

En todo ese trayecto, mi camino estuvo marcado de locuras y anormalidades que se convirtieron en graciosas anécdotas; anécdotas que en otro de mis sueños, esos sueños incorregibles y políticamente incorrectos, les voy a contar. “Peise” a quien le “Peise”.