El sábado, en Tribus Club de Arte

Regreso al fin de siglo

La Cruda se reúne para despedir el año, en el marco del vigésimo aniversario de “En las fiestas de fin de siglo”. Rodrigo “Negro” González reflexiona aquí junto a El Litoral sobre el fenómeno de la banda de Guadalupe y la celebración de cada ritual de reencuentro.

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Históricos: Leo Moscovich, Javier “Mono” Farelli, Martín Zaragozi, Tristán Ulla y Rodrigo “Negro” González.

Foto: Gentileza Loli Godoy

 

Ignacio Andrés Amarillo

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El sábado a las 21 La Cruda se presentará en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572). La formación original de la emblemática agrupación santafesina repasará 23 años de historia en un show muy especial. El recital marcará el regreso del grupo guadalupano con su formación original: Tristán Ulla y Leo Moscovich, en guitarras y coros; Martín Zaragozi, en bajo; Javier “Mono” Farelli, en batería; y Rodrigo “Negro” González, en voz. Además, coincidirá con el 20º aniversario del álbum “En las fiestas de fin de siglo” grabado y editado en 1999, y reeditado en 2001 por Universal, que captura un emblemático recital en Buenos Aires, registrado por Juanjo Burgos y Gabriel Ruiz Díaz.

Las anticipadas están en venta a través de sistema Ticketway y sus puntos de venta físicos: Credifé (Santa Fe, Rafaela y Esperanza), Nexon Santa Fe (sucursales Aristóbulo del Valle y Peatonal San Martín), Nexon Paraná (Centro), Nexon Santo Tomé. También se pueden comprar en boletería de Tribus desde las 18.

En medio de los ensayos para preparar el reencuentro, el inefable Negro charló con El Litoral sobre las emociones que se despliegan dentro y fuera de la banda.

Aquellas aventuras

—La excusa de juntarse, más allá de hacerlo cada tanto, es el vigésimo aniversario de “En las fiestas de fin de siglo”. ¿Qué pensás cuando te dice que pasaron 20 años del 99?

—Creo que fui yo el primero que reaccionó en que nadie se había dado cuenta del todo. “Che loco, hace 20 años que sacamos este disco”; igual no puedo creer la barrabasada de años, lo juro. Me parece que fueron hace ocho. Veinte años es una vida, es una persona pensante. Te hace reflexionar sobre la vida misma, sobre la música, sobre todo lo que nos llevó a hacer ese disco.

Me acuerdo de que no estaba muy convencido, porque por hacer ese disco dejamos en puntos suspensivos lo que iba a ser el primer disco real de La Cruda, que había llevado un montón de guita... como cualquier disco que uno intenta grabar en el estudio. Fue el primer disco, ahora estamos en planes de poder editarlo: retomé el trabajo arqueológico de buscar las cintas A-DAT con Juanjo Burgos, que fue el que lo grabó en una cinta en Sauce Viejo; las voces se terminaron grabando en El Pie, que en ese momento era uno de los mejores estudios.

Ese iba a ser nuestro primer disco, y “En las fiestas de fin de siglo” salió porque se hizo tan largo el proceso de grabación y mezcla del primero que cuando lo íbamos a sacar ya habían salido nuevas canciones y era como viejo; siempre pasa igual, me pasa ahora: estoy por sacar el disco y ya tengo otras cosas nuevos.

Entonces grabamos en vivo; lo hicieron Juanjo y Gaby Ruiz Díaz (de Catupecu Machu) en una época que fue una locura. Ahí en Imposible, un bar descontrolado por donde pasaban bandas increíbles en un lugar no más grande que La Llave, porque no tenía el patio, de dimensiones muy similares.

Era la casa donde vivían los que después nos hicieron firmar con Universal. Ahí compartimos escenario con Massacre con el baterista anterior (Francisco Ruiz Ferreyra), que al loco le gustaba La Cruda, se había copado con la banda; ahí conocimos a los chicos de Catupecu. Fue una etapa realmente hermosa... y loca, muy loca: hay miles de anécdotas que no te puedo contar porque están rozando la inmoralidad (risas).

—Cambiaron un montón de cosas, ustedes no son los mismos. ¿Qué representa cada encuentro, cuando ponen la pausa al proyecto de cada uno y celebran el ritual del reencuentro?

—Está bueno, porque nos lo estamos tomando sin presión. De hecho había una posibilidad para hacer una fecha en noviembre y yo estaba muy enquilombado con uno de los procesos del disco (en el cual sigo enquilombado). Son 20 canciones, en la era en que todos van sacando de a una canción (risas). Juanjo Burgos en Miami decía que el disco no existe más, y que ahora se saca de a un tema. Como voy siempre en contra de la corriente, pero sin querer, se me metió en la cabeza hacer un disco de 20. Pero bueno, ya está, ahora estoy en el medio del baile.

La Cruda fue un proyecto muy absorbente para todos: para mí generaba muchas cosas, había mucha expectativa, siempre hubo muy buena aceptación de la gente: acá en la zona, Paraná, Rosario, y en Buenos Aires, donde prestábamos mucha atención: ahí estaban mucho Zaraga y Leo, que empujaban mucho para ese lado y tener atendido eso. Ahora estamos todos relajados, y es todo como una celebración: cagarnos de la risa, recordar los temas... la verdad es que es muy lindo. No hay problemas, no hay discusiones, sobre todo con la andanza de la madurez, de la edad; y estar todos con mucha más tranquilidad y ganas de disfrutarlo. Nada más que eso.

Los viejos y los nuevos

—Una cosa que pasa acá y en Buenos Aires es que hay gente que no es de la época pero conoce los temas. Estas juntadas les permiten verlos en vivo a algunos más jóvenes que escucharon hablar del grupo, o los escucharon versionados por Catupecu.

—Me ha pasado con amigos de mi hijo, o con gente muy menor con los que me hice amigo, de decirles: “Hey, ¿no te acordás del gol del Cani en Italia 90?”. Y el vaguito por ahí te mira y te dice: “Negro, yo nací en el 91”. Me ha pasado con gente que flasheó con la banda y nunca llegó a verla, antes de todo este reencuentro que empezó en el 2017, cuando se hizo ese recital famoso en la Belgrano. Me imploraban: “Negrito, por favor, júntense una vez”: tenían las ganas y la intriga de saber qué era esa banda.

Increíble: en mi lugar me cuesta creerlo; uno no llega a analizarlo porque está como en el medio de la cuestión, me cuesta ponerme en esa piel. Lo hice a fuerza de muchas voces que me fueron diciendo en el camino que querían reencontrarse con esa banda y poder tener la oportunidad de verla, aunque sea por un ratito, que aparentemente han dejado un surco en algunas personas.

—Entonces el sábado volvemos un poco al fin del siglo pasado.

—El sábado volvemos un poco a ese ritual, que también es una cosa muy linda que nos motiva: la felicidad que veo en la gente cuando se junta la banda y empiezan estas canciones es impagable. La otra vez me encontré con un amigo de la época de la agrupación Aguante Estribillo, (Ariel) “Carolo” Brollo (que tiene una cerveza alucinante), y hablábamos de que en la Belgrano para varios no sonó bien, más complicado al principio. Él largó una carcajada y dijo: “Pero Negro, dejate de joder, toca La Cruda y no me importa más nada: vuelvo a tener 15 años y se acabó”. Traspola su cabeza a eso, sus enzimas cerebrales harán las mismas vueltas carnero de aquel entonces; y me explicó de una manera muy natural que hagan lo que hagan “los crudos” la cosa era festejar ese ritual y volver a tener esa edad por un momento: volver a ser jóvenes y con las patas llenas de arena (risas).