A PROPÓSITO DE “FROZEN II”

Heroínas animadas

El próximo estreno en Argentina de la segunda parte de las aventuras congeladas de Ana y Elsa, previsto para enero, sirve de excusa para hacer un repaso por los personajes femeninos más famosos creados por Walt Disney, desde la prototípica Blancanieves hasta la desenvuelta Moana.

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La reina Elsa tiene un poder que es tan hermoso como peligroso. Y deberá aprender a controlarlo para recuperar a su familia y amigos.

Fotos: Walt Disney

 

Juan Ignacio Novak

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En 2013 “Frozen”, la renovada (y libre) versión de Disney del cuento “La princesa de las nieves” de Andersen, obtuvo gran repercusión. No sólo porque fue uno de los filmes más taquilleros del año y de la historia, sino también porque introdujo un modelo de heroína con aristas diferentes a las habituales. Elsa, la reina que ¿carga? con el poder de congelar todo lo que toca, es a la vez la “buena” y la “mala”. Hay un villano (el príncipe Hans, más bien débil y vencido con facilidad), en realidad la lucha pertenece al interior de Elsa: ella debe vencer sus propios demonios para reencontrar su identidad, volver a ocupar el trono y reconquistar el amor de sus familiares y amigos.

Sin embargo, los que conocen más o menos la historia de los dibujos animados de Disney (es decir, miles de millones de personas en todo el mundo), saben que la factoría siempre tuvo habilidad para generar protagonistas bien definidas y propias de la época socio histórica en la que llegaron a la pantalla. Es interesante observar la evolución en la caracterización de estos personajes: es diferente el rol que cumplen en la historia Blancanieves, Cenicienta o la Bella Durmiente, en comparación con las nuevas “princesas” como Bella, Pocahontas, Mulan o Moana. En las líneas que siguen, proponemos un repaso por las diez que consideramos más trascendentes diseñadas por Disney en los últimos 80 años.

Blancanieves: el personaje que aparece en la película de 1937 está basado en el popular cuento de los hermanos Grimm y no se aparta demasiado del libreto. Personifica la bondad, la inocencia y la belleza y se convirtió en ícono: no hubo un niño que, desde entonces, no haya pensado en este dibujo cada vez que le contaron la historia de la princesa que se tiene que exiliar en el bosque con siete enanos. Quizás el mayor mérito de Disney en este film, además de la proeza técnica, sea la creación de la reina malvada.

Cenicienta: otra vez los animadores de la factoría demostraron la capacidad para trasladar a la pantalla el espíritu de los cuentos de hadas, en este caso el de Charles Perrault. Igual que Blancanieves, Cenicienta encarna el bien, en clara contraposición con su madrastra, compendio de perversidades. El rasgo que mejor define al personaje de la joven del zapatito de cristal es la empatía: todo lo que logra es por la ayuda que los demás (el hada madrina, los ratoncitos y demás) le dispensan en respuesta a su amabilidad.

Alicia: a principios de la década de 1950, Disney hizo una apuesta riesgosa al realizar una versión en dibujos de la corrosiva novela de Lewis Carroll. Para gestionar un producto acorde a los requerimientos del público familiar, suavizaron algunas de las críticas sociales del libro. Sin embargo, el personaje principal está logrado: representa una mirada joven, desprovista de preconceptos que analiza con sentido común arrollador el mundo mágico que se abre ante sus pies. Y deja en evidencia a sus contrincantes, en especial a la reina.

Ariel: entre los ‘50 y los ‘80 la factoría Disney se anquilosó. Sus producciones de ese período no estuvieron a la altura de su venturoso pasado. Fue “La sirenita” de 1989 la que le permitió recuperar su esplendor. Por la creatividad de los directores, la banda sonora y la galería de secundarios. Pero sobre todo por la minuciosidad con que fue concebido el personaje de Ariel. Independiente, firme en sus convicciones y consciente de que haber nacido en un contexto determinado no es impedimento para luchar por los sueños.

Bella: en esta adaptación de Disney del musical de Broadway, la protagonista no es una mujer típica de su tiempo. Ama leer, es muy independiente y está lejos del estereotipo que le quieren asignar sus vecinos. Más lejos aún está del matrimonio acomodado con el vanidoso (y misógino) Gastón. Así, cuando se cruza con Bestia, también dejará de lado todos los preconceptos y descubrirá el maravilloso ser que se esconde tras esa apariencia feroz. Que luego ponga a funcionar los dispositivos mágicos para romper el hechizo que pesa sobre Bestia es anecdótico. Ella ya eligió.

Pocahontas. “A veces, el camino correcto no es el más fácil”. Avispada y bondadosa, Pocahontas forma parte de uno de los pueblos originarios de Norteamérica, cuando llega un barco de colonos ingleses. Ambas culturas chocan, pero ella elige el camino más largo, pero que considera adecuado: establecer contacto con el capitán John Smith para llevar un mensaje de paz. Smith lo comprende y valora el gesto, no así sus superiores, que deciden atacar a los indígenas. Finalmente, será la actitud conciliadora de Pocahontas, sumada a su valentía, la que pondrá paños fríos e impedirá una masacre.

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Con bondad y sentido común, Pocahontas trata de unir dos culturas que parecían muy diferentes cuando los colonos ingleses llegan a América.

Mulán: en la China del siglo VI el rol de las mujeres no era otro que formar un matrimonio y desde allí mostrar elegancia, discreción y pasividad. Nada más lejos de lo que ofrece Mulán. Decidida a trascender su destino, desea luchar por su familia y su honor. Más las férreas costumbres de su tiempo se lo impiden, lo cual la lleva a vestirse como varón y así involucrarse en la guerra contra los Hunos. Finalmente la descubren y queda al borde de la muerte, pero con inteligencia y perseverancia no sólo regresa al frente, sino que además salva al emperador del atentado de los enemigos.

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Mulán acepta el desafío de ir a la guerra para defender a su país, su honor y su familia. Pero eso no es tan fácil para una mujer en la China del siglo VI, por lo cual deberá hacerlo disfrazada de varón.

Tiana: en el fondo, “La princesa y el sapo” (2009) no deja de ser un cuento de hadas donde la chica de baja condición se enamora de un príncipe y finalmente se convierte en princesa. Sin embargo, este original trabajo de John Musker y Ron Clements aporta elementos originales: la ambientación en la Nueva Orléans de los años ‘20, el vudú, el mágico pantano y el hecho de que los personajes pasen la mayor parte del tiempo convertidos en sapos. Y Tiana, la protagonista, una mujer de baja condición que lucha a destajo para tener su propio restaurante en un mundo regido por los hombres y el dinero.

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Tiana tiene claro su sueño: quiere tener su propio restaurante. Para eso, deberá primero romper un hechizo que la convierte en sapo.

Rapunzel: la arcilla es, de nuevo, un clásico cuento de hadas. Que, moldeado por Disney cobra sentidos nuevos a partir de la fusión entre elementos tradicionales y otros profundamente renovadores, impensables en la clásica historia de los hermanos Grimm. En un mundo de códigos típicamente masculinos, Rapunzel no solamente logra captarlos, sino que introduce sutiles cambios. De hecho, es ella con su larga cabellera mágica la que salva al supuesto “héroe” más de una vez y es la que finalmente conquista su independencia, por la cual ha clamado durante años en el exilio de la torre.

Moana: de las últimas creaciones femeninas de Disney, esta es la más original de todas, ya sea por la ambientación (el sur del Pacífico, hace varios miles de años), la mixtura de leyendas que encuentran desarrollo en la trama, los cautivantes personajes de reparto (el héroe vanidoso Maui, la Abuela Tala, y otros), la creatividad visual para los escenarios oceánicos. Aunque el mayor logro es la protagonista: Moana no sólo es una joven cuya pasión por viajar la lleva a salir en busca de aventuras, sino que a la vez se ubica entre las “princesas” Disney que rompe tradiciones que parecían inexpugnables.