Investigación en Santa Fe y Montevideo

Mujeres en la Revolución: de los márgenes al centro de la historia

Una tarea colaborativa entre el Museo Etnográfico y Colonial, y el Museo Histórico Cabildo de Montevideo, bucea en la parte del relato que aparece de soslayo en los libros. Desde esta orilla, una entrevista con la Prof. Rosa García.

2-A-DSC_9328.jpg

Rosa García, Prof. de Historia y referente, desde Santa Fe, de la puesta “Mujeres de dos Orillas”.

Foto: Luis Cetraro

 

Nancy Balza

[email protected]

¿Qué lugar tuvieron las mujeres en los procesos revolucionarios que atravesaron la Argentina y Uruguay entre principios del siglo XIX y 1820? Esa fue la primera pregunta en la que coincidieron Rosa García, desde el Museo Etnográfico y Colonial de Santa Fe, y Roxana Carrete, a cargo del Museo Histórico Cabildo de Montevideo. Ambas profesoras de Historia, tenían ya un camino transitado en esta materia así que la búsqueda de una respuesta bien pudo estar allanada por los propios saberes. Pero para un proyecto de tamaño aliento, hacía falta más y en ese recorrido sumaron nuevas fuentes en forma de documentos, textos académicos e imágenes. Y la confluencia de la investigación se plasmó en “Mujeres de dos Orillas”, un proyecto organizado de manera colaborativa que dio continuidad a los trabajos que cada institución y cada docente venían desarrollando por su cuenta, y que en el caso del vecino país está centrado en el rol de las mujeres durante la Revolución Oriental.

Para García la oportunidad de profundizar en esta materia llegó en forma de subsidio para una estadía en Montevideo durante el último mes de enero, concretamente en el Centro de Acciones Experimentales, espacio cultural que pertenece a la intendencia de la capital uruguaya. En aquella ciudad, la muestra se inauguró el 13 de diciembre y se espera que vea la luz en la capital santafesina en 2020.

- ¿Qué encontraron en común a uno y otro lado del Río de la Plata?

- Primero hicimos una revisión general respecto de los lugares tradicionales que ocuparon las mujeres. Cualquier estudio que pretenda revisitar el tema tiene que considerar los estereotipos, sesgos y prejuicios que hubo respecto de la participación femenina en la historia en general y en esos procesos en particular. En segundo lugar, repensamos mucho el lugar de las mujeres en relación con la violencia. Los procesos revolucionarios, tanto los del siglo XIX como los del XX ponen a las mujeres en un lugar muy particular en que por una cuestión de mandato, un rol o asociación con un concepto de debilidad no se las vincula con la participación en los debates políticos del Siglo XIX y menos aún en los campos de batalla. Ahí encontramos una primera gran transgresión al mandato de la reproducción de la vida: estas mujeres están comprometidas hasta tal punto con los proyectos que hasta fueron en contra de ese mandato.

Por otra parte, vimos los múltiples lugares desde los que participaron, como también su relación con las armas, y ahí hablamos de Juana Azurduy. Pero hubo otros papeles que se jugaron desde la resistencia como es el caso de Martina Céspedes, dueña de un pequeño negocio de despacho de bebidas del barrio de San Telmo que les decía a los ingleses que los iba a recibir pero si pasaban de a uno y luego, a medida que ingresaban, los hacía prisioneros. Las hubo también que prestaron sus casas para guardar armas y refugiar heridos, y otras que acompañaron a sus esposos cuando la consigna era trasladar a toda la familia a la guerra, o se desempeñaron como espías en Perú, Chile y Bolivia al servicio del ejército de San Martín.

2-C-MUJER VALEROSA.jpg

“Mujer valerosa”. Xilografía, Barcelona, Siglo XVIII.

Las fuentes

Pero hay otras cuestiones para considerar y más sesgos para analizar, advierte García: “Tenemos una mirada hegemónicamente blanca sobre la historiografía y la participación de las mujeres”. Sin embargo, “las revoluciones generaron otras condiciones e instrumentos legales para las mujeres esclavizadas. Y hay algunos casos como el de María de los Remedios del Valle que fue oficial de las tropas argentinas reconocida por Belgrano y herida en combate, quien padeció la pobreza y muy tardíamente se le otorgó la posibilidad de una pensión”.

Al resultado de la muestra se llegó luego de una amplia investigación bibliográfica que incluyó -entre otras- autoras argentinas de los años ‘50 y hacia atrás que escribieron sobre este tema. “Todavía no existía una perspectiva de género en la historiografía y las mujeres aparecen de soslayo, pero es una bibliografía que hay que revisitar”, reconoce García. Además, se buceó en los archivos documentales, tanto en Montevideo como en nuestro país. Para el tema de las mujeres negras, asesoró Magdalena Candioti, investigadora de la Universidad Nacional del Litoral.

Otras valiosas fuentes resultaron la pintura y la litografía, “que resultan de gran importancia cuando no se tienen documentos escritos o testimonios materiales sobre algunos períodos históricos”.

- ¿Cuándo empieza a desarrollarse una historiografía con perspectiva de género?

- En nuestro país comienza en los ‘90. Después de la última dictadura militar de 1976 se desarrolla, en los ‘80, un campo fértil para la historia social en general y, luego, en estudios en género.

- Decís que uno de los ejes que investigaron es el de la violencia; ¿ser invisibilizadas es la primera violencia hacia las mujeres?

- Totalmente, hay que empezar desde ese punto de partida. Es la primera condición para revisitar la historia. Es un tremendo problema el de las fuentes porque las mujeres accedieron tarde a la escritura, a la participación, la escolarización y la universidad. Los documentos las ignoran y, además, en la construcción de la historiografía hay un sesgo muy importante respecto de sobre qué se escribe y sobre qué no se escribe. La historia se ocupa más de los procesos institucionales, políticos y militares, y esa es una historia de varones, para varones y escrita por varones. Entonces hay una cadena de invisibilizaciones.

Michelle Perrot en el libro “Mi historia de las mujeres” dice que hasta la correspondencia es una dificultad porque aunque ellas sabían escribir, se exponían a una sanción. Muchas quemaban sus cartas y no quedaba testimonio de ese intercambio epistolar.

- Con tu par de Montevideo, Roxana Carrete, ¿pudieron encontrar un paralelismo con el momento actual?

- Discutimos mucho eso porque ambas coincidíamos en que no se puede dejar de pensar que en el siglo XIX las revoluciones politizaron a todos, desde los niños más pequeños a los abuelos. Era tema ineludible de conversación y también politizó a las mujeres. Hoy, desde 2015 en adelante con el primer Ni Una Menos, se registra un proceso de politización en otra clave y no hay quién esté afuera. Esos procesos son importantes porque, a partir de ellos, nada vuelve a ser igual.

2-E-018FE5D3-5AF8-464B-A24A-6CB1A14C9E4F.jpg

Rosa García junto a Roxana Carrete, del Museo Histórico Cabildo (Montevideo).

La artista invisibilizada

“En cuanto a las litografías, un instrumento preponderante de la cultura visual del período, quisimos rescatar del olvido a Adrienne Pauline Macaire (1796-1855), conocida como Andrea Bacle, una de las primeras mujeres que desarrolló una tarea artística en Buenos Aires. Casada con César Hipólito Bacle, quien abre en Buenos Aires en 1828 la primera compañía litográfica.

“Andrea realizó gran parte de los dibujos e ilustraciones salidos del establecimiento. Produjo retratos, escenas costumbristas e ilustraciones de periódicos, litografías de hechos y personajes históricos, incluyendo el Ajusticiamiento de los hermanos Reynafé. Colaboró en las ilustraciones del Museo Americano y en las de El Recopilador, siendo autora de la mayor parte de sus láminas publicadas en la obra Trajes y costumbres de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, al ser el esposo quien asumía públicamente el trabajo de la imprenta, la producción de Andrea fue subsumida bajo la firma de la compañía”.

- (Extraído de) Lic. Georgina G. Gluzman, Dra. Lía Munilla Lacasa, Dra. Sandra M. Szir, “Género y cultura visual. Adrienne Macaire-Bacle en la historia del arte argentino. Buenos Aires (1828-1838)”, in Numéro 5 .(c) Artelogie, nº 5, Octobre 2013.

2-WOMENS_MARCH_ON_VERSAILLES01-650X393.jpg

“Huelgas del pan / Toma de la Bastilla”. Francia, S. XVIII.

Ni víctimas ni indefensas

Rosa García

Revisitar la historia del Río de la Plata en el marco de las revoluciones de independencia desde la perspectiva de los estudios de género tiene varias complejidades. Consideremos primero que si bien las revoluciones de independencia y su impacto en el litoral rioplatense es un objeto de estudio ampliamente abordado por la historiografía, construir la interpelación desde la perspectiva de género es una tarea en proceso de construcción. En general, las mujeres no hemos sido consideradas en las investigaciones históricas, menos aún en relación con tiempos previos a la formación del estado nacional y en investigaciones vinculadas a los procesos revolucionarios.

La producción historiográfica refiere poco a las mujeres en particular y la perspectiva de género está lejos de instalarse en las investigaciones. Otra complejidad son las fuentes, tanto por su escasez como por los modos en que son interpeladas. De conjunto, todas estas variables contribuyen a un imaginario colectivo marcado por la casi total ausencia de la agencia femenina en la reconstrucción historiográfica de la sociedad de esa época.

Otro aspecto lo constituyen los sesgos presentes en las investigaciones, ya que en la mirada tradicional de la historiografía hegemónica, opera la escisión entre lo público y lo privado. De forma tal que la esfera de lo público es más valorada que la esfera privada, y los temas asociados a ella tienen mayor relevancia. El estado, la guerra, las finanzas son ámbitos asociados a la esfera pública, en contraposición con la “vida privada”. Por otro lado, la guerra y la violencia, la fuerza y el poder son atributos asignados a lo varones, razón por la cual, para la mirada androcéntrica de la historia hegemónica es impensable la agencia femenina en tales contextos.

Al decir de Pierre Bourdieu (1998:22) la naturalización del orden androcéntrico es tal que no necesita ser siquiera justificado, no existe la necesidad de legitimarlo (...), es una enorme máquina simbólica que tiende a ratificar la dominación masculina en la que se apoya: es la división sexual del trabajo, distribución muy estricta de las actividades asignadas a cada uno de los sexos, de su espacio, su momento, sus instrumentos; es la estructura del espacio, con la oposición entre el lugar de reunión o el mercado, reservados a los hombres, y la casa, reservada a las mujeres (...). La concordancia entre las estructuras objetivas y las estructuras cognitivas, principios de división social sexuada que se constituyen en principios de visión”. Tal como dice Amelia Valcárcel, es necesario abandonar ciertas imágenes, repensar las representaciones femeninas por fuera de la idea de víctimas inocentes e indefensas, desmarcarlas de ese lugar pasivo que le ha sido asignado por siglos, poniendo en duda que la guerra sea sólo “cosa de hombres”, y visibilizando trayectorias que torcieron los naturales, esperados, y dóciles destinos femeninos. Admitir entonces la presencia y la agencia femenina en escenarios “típicamente” masculinos supone reconocerles ideas, convicciones y decisiones que las pusieron en pie de igualdad con sus compañeros varones. Habla también de su capacidad de liderazgo, de su pensamiento estratégico, de su heroísmo, su audacia, su compromiso político, y pone en duda la “debilidad” femenina, su volatilidad de carácter, su condición de ser frágil y necesitado de protección.

2-D-5BF047CC-C2C8-42F1-877E-0A76BC1A60BB.jpg

Algunos de los elementos que componen la muestra, que se inauguró en Montevideo y llegará en 2020 a Santa Fe.

Fotos: Gentileza