Suelo y paredes bajo la lupa de la UTN

Tierra local: el principal insumo para construir la Casa del Brigadier

  • El derrumbe parcial, ocurrido en enero de 2017, en ese edificio histórico motivó la intervención de la Universidad Tecnológica Nacional -regional Santa Fe-, a través de dos de sus institutos de investigación, que testearon el material en sus laboratorios.
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Una vez iniciada la obra de recuperación del edificio, intervino el grupo Tierra Firme de la UTN para analizar la composición del material utilizado en la construcción original. Foto: Gentileza.

 

Nancy Balza

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La esquina noreste de 9 de Julio y General López está en obras, y va a seguir así por varios meses durante 2020. Allí se erige la Casa del Brigadier Estanislao López, monumento histórico nacional y patrimonio cultural santafesino y de la Nación, ex sede del Archivo General de la provincia donde el 22 de enero de 2017 se produjo un derrumbe, parcial pero grave, que aún sigue en reparación. Se estima que hasta el momento se concretó alrededor del 40 por ciento de la obra de reconstrucción y que las tareas van a continuar por varios meses de 2020.

“Es un edificio complicado para restaurar; si bien no tiene el grado de detalle que demandó la Casa de la Cultura, es mucho más delicado porque hay que combinar una serie de trabajos entre la primera y la segunda etapa de construcción. Y además lo que se hizo a la casa en años posteriores fue, en gran parte, para daño porque se le cargó peso y se usó como archivo, cosa que no hubiera tenido que ocurrir en un edificio histórico”, decía a comienzos de diciembre el entonces ministro de Obras Públicas de la provincia, Pedro Morini, en la jornada sobre “Estado, Universidad y Empresa. La Casa del Brigadier: restauración del patrimonio histórico en tierra”, a la que convocó la Universidad Tecnológica Nacional -Regional Santa Fe- y de la que participó, como tercer vértice de un “triángulo virtuoso”, la empresa Coemyc, encargada de la restauración del histórico edificio.

De la jornada, que inauguró el decano de la UTN Rudy Grether, participaron, además, Gonzalo García (por la Dipai), María Laura Spina (ex subsecretaria de Planificación Territorial y actual concejala de Santa Fe), Nestor Ulibarrie (director de Cecovi), Jorge Serrao (por Coemyc), Nicolás Losa (Grupo Tierra Firme, UTN), y Luciano J. Hernández, experto en restauración de monumentos y edificios históricos.

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Para la reconstrucción en sí, se hizo adobe nuevo de dos maneras distintas: una con el escombro del material que cayó, y la otra con tierra del lugar, a partir de una nueva formulación para que no se produzcan agrietamientos. Foto: Archivo del Museo Etnográfico y Colonial.

En estudio

La UTN Santa Fe se vinculó en dos etapas con la obra. La primera fue en el momento de colapso (enero de 2017) cuando se pidió un análisis estructural de la construcción y del estado en que estaba la casa. Esa tarea estuvo a cargo del Centro de Investigación y Desarrollo para la Construcción y la Vivienda (Cecovi). En base a ese informe se elaboraron parte de los pliegos de licitación para ver qué quedaba, qué se modificaba y cómo se hacía.

Una vez que la empresa comenzó a trabajar en el lugar, surgieron los “descubrimientos”, es decir, las cosas que no se sabía que estaban: por ejemplo, cimientos del antiguo convento de los mercedarios y una pared de tapia cuya época de construcción era desconocida. Allí se inició la segunda etapa de participación de la UTN, a través del grupo Tierra Firme, en este caso para analizar las construcciones en tierra e intervenir en tres rubros: el adobe, la tapia y los revoques.

Para el primer caso, se hicieron análisis de la resistencia estructural de la pared que se derrumbó y otros muros del edificio, y se presentó una propuesta para dosificación del adobe nuevo, con tierra local y una resistencia similar a la del adobe original. “La primera parte fue analizar con qué tierra se habían hecho los adobes; luego, con qué tierra se había hecho la tapia y con qué material se habían realizado los revoques y, por último, hacer una propuesta de dosificación”, resume Ariel González, director de Tierra Firme, en diálogo con este diario.

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Adobe, tapia y revoques son los tres rubros en los que intervino el grupo de investigación de la universidad.

Foto: Gentileza.

La conclusión a que se llegó fue que “es toda tierra del lugar: no se utilizó ningún agregado de otros lugares como puede suceder en otras construcciones históricas donde se importan materiales constructivos: en este caso es propio del lugar. Pudimos comprobarlo en los laboratorios y con rigor científico”, dice González, categórico.

El trabajo de la universidad no termina aquí: “Por el contrario, la idea es coordinar con el equipo arqueológico para evaluar qué otras conclusiones se pueden obtener, porque a medida que avanza la obra se encuentran otras paredes y hallazgos arqueológicos como el basurero de la casa donde se encontraron restos de platos y de cerámicas de la casa”.

- ¿Qué les preocupa más? ¿El suelo o las paredes?

- Son dos objetivos los que se persiguen cuando nos ponemos en contacto con la empresa y la provincia -explica González-. Armando este trío virtuoso, “el triángulo de Sábato” -Estado, universidad y empresa-, el objetivo fue tener la certeza científica de que se hacía lo correcto. Técnicamente, fue una tarea con apoyo de los laboratorios de la Universidad.

El otro objetivo es investigativo y consiste en hacer inducciones sobre cómo estaba hecha la casa. Santa Fe tiene la Casa del Brigadier y otras edificaciones similares, pero estar en obras allí nos permitió investigar, sacar adobe y llevarlo a nuestro laboratorio para ver cuánto resiste; o un revoque para rehacerlo y encontrarnos con cosas que no suponíamos que íbamos a hallar.

Para la reconstrucción en sí, se hizo adobe nuevo de dos manera distintas: una con el escombro del material que cayó, y se concluyó en que era igual al que estaba en pie. Y el otro con tierra de lugar, a partir de una nueva formulación para que no se produzcan agrietamientos.

- ¿Qué diferencia hay con la tapia?

- La formulación de la tierra es similar pero hay un componente tecnológico distinto. Se colocan dos encofrados y se apisona tierra casi seca que es prácticamente como se construyó Cayastá. Cuando se trasladó la ciudad, se vio que las primeras construcciones eran en tapia; luego hubo un cambio en las costumbres y en Santa Fe se empezó a construir en adobe y a dejar la tapia de lado. El adobe es una formulación distinta de un ladrillo que no requiere horno y se pega con una mezcla de tierra y paja: o sea que la pared de adobe está formada por elementos un poco más grandes que el ladrillo y con bastante material vegetal.

En 1920 era común la utilización del adobe. Luego, hubo una transculturación propia del mercantilismo. Hoy no hay transmisión de saberes de lo que es la tierra y sí de otros materiales que tienen un gran costo de traslado. Creo que el uso de aquellos materiales está renaciendo ahora de la mano de la ecología y de que se nos acaba el changüí del petróleo.

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Las muestras tomadas en el histórico edificio fueron testeadas en los laboratorios de la Universidad.

Foto: Gentileza.

El origen

La casa fue construida sobre muros de adobe en el año 1812 por el protomédico Manuel Rodríguez, y fue habitada por el Brigadier Estanislao López entre los años 1819 y 1838.

Para la recuperación integral de su estructura, el gobierno anterior estableció un presupuesto de 43 millones de pesos destinados a una intervención completa de fachadas exteriores e interiores, techos, patios e interiores, y los trabajos necesarios para garantizar la estabilidad y seguridad del inmueble, luego del desmoronamiento parcial ocurrido en enero de 2017.