Danilo Chiapello
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Lo sufrió una jubilada de 86 años. Fue atacada por dos mujeres que irrumpieron en su domicilio. Le robaron dinero y joyas.
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Dos mujeres de entre 30 a 40 años. Pelo negro corto, cutis blanco. Bien vestidas. Ambas gorditas que se movilizan en una moto de color rojo.
Ésta es la descripción que se conoce sobre las dos delincuentes que perpetraron un robo en el domicilio de una jubilada, en Antonia Godoy al 6800, esto es, en el corazón de barrio Guadalupe.
* Pasado el mediodía del domingo, Isabel se dio cuenta de que le faltaban algunos productos para el almuerzo. Entonces se dirigió hasta un almacén cercano.
Pero mientras regresaba de dicho mandado, Isabel no advirtió que estaba siendo seguida por las dos malvivientes. Está claro que estas últimas estaban “cazando”.
El momento crucial ocurrió cuando la nombrada abría la puerta de su casa. Las rufianes lanzaron su ataque.
En cuestión de segundos, la jubilada se vio rodeada por estas desconocidas que comenzaron a hablarle sin parar. “¡Pasamos al baño y nos vamos!”, le dijeron. Y así, entre palabras y empujones, lograron ganarse al interior del inmueble. El golpe estaba en marcha.
Aprovechando la confusión del momento, una de las rufianas abrió su cartera y dejó ver que llevaba un cuchillo. “No tenga miedo abuela... lo uso para defenderme de los robos”, comentó irónica ante su víctima.
En el dormitorio
Pese a todo, la dueña de casa tuvo buenos reflejos. Y mucha valentía. Sospechando la maniobra cortó el diálogo de la intrusa y dijo: “Voy a ver si tu amiga está en el baño”. La reacción le sirvió para constatar lo peor: La otra ladrona estaba en su dormitorio y había cerrado la puerta con llave.
Unos pocos minutos bastaron para que la desconocida rompiera las cerraduras de las puertas de un ropero. Finalmente logró su objetivo porque halló una caja donde la dueña de casa guardaba unos pocos pesos y alhajas de oro.
Ya segura de lo que estaba pasando, Isabel puso en marcha su plan de salvación. “¡Voy a llamar a la policía!”, gritó mientras dirigía sus pasos hacia la mesita donde está el teléfono.
La reacción de la mujer puso en fuga a las intrusas que se retiraron del lugar con paso presuroso.
Segundos después, Isabel constató el faltante de sus objetos más queridos... todos recuerdos de familia. La última imagen que ella tiene de las ladronas es montadas sobre la moto alejándose a toda velocidad. “Me saludaban con sus manos, como burlándose”, recordó hoy entre lágrimas.