Juan Ignacio Novak
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El musical dirigido por Alejo Degiorgis regresa a los escenarios. Se presenta el domingo a las 20 en Latreinta Sesentayocho (San Martín 3068). Cuenta una historia de amor que enfrenta los prejuicios sociales en la Argentina de los años ‘50.
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A partir de las 20 del próximo domingo, el musical “Barquitos de papel, amor en tiempos de boleros” retornará a escena en Latreinta Sesentayocho (San Martín 3068). Con dirección general de Alejo Degiorgis y conducción musical de Matías Lapunzina, la propuesta escénica cuenta “las esperanzas y el amor de dos jóvenes en un contexto urbano argentino de la década del ‘50, poblado de prejuicios sociales”, explican los realizadores en la sinopsis. Los personajes son Juan, joven y humilde mecánico y Alicia, la hija de una acomodada familia de profesionales.
“Barquitos de Papel” surge de la iniciativa de dos actrices y productoras santafesinas, Elisabet Greco y María José de la Torre. “Ellas venían entrenándose conmigo en teatro musical, en diferentes espacios y, partir de una muestra del taller en el que participaban como alumnas, surgió esta idea. Originalmente esta historia fue una muestra de taller, en donde textos sueltos que hoy conforman la historia iban acompañados de música. En esa oportunidad trabajamos el jazz y el bolero aparecía como una evolución latina de dicho género. Un año después de esa muestra, ambas productoras del espectáculo hicieron la adaptación al musical que, después, me invitaron a dirigir. En esta oportunidad, íntegramente contada en ritmo de boleros”, explicó a El Litoral Alejo Degiorgis.
—¿Por qué elegiste la década del ‘50 para ambientar la obra?
—Originalmente transcurría en la década del ‘60. Pero fue toda una decisión la que tomamos con el equipo creativo, que ocurra diez años antes. Si bien tuve siempre en claro que “Barquitos” es esencialmente una historia de amor, al leer la adaptación para esta puesta los contrastes sociales se remarcaban más que en la original y me sonaban más verosímiles en la Argentina de los 50’ que de los 60’. Por otro lado, la década de 1950 fue la explosión del bolero. En Latinoamérica comenzaron a aparecer voces que cada vez se hacían más conocidas y que hoy son referentes del género. Sencillamente, cuando las productoras vinieron y propusieron este cambio de época, no lo dudé. Y ya lo habían conversado con el arreglador musical, que es Leandro Valdéz, que también estaba de acuerdo. Todos sincronizados.
—La historia central, esa historia de amor entre jóvenes de distinta procedencia social, tiene algunas resonancias que vienen de muy lejos, hasta diría desde los tiempos de “Romeo y Julieta”. ¿Cuáles sentís que fueron las influencias al trazar los personajes?
—La historia de amor entre un chico pobre y una chica rica, o entre la criada y el príncipe, son el abc del melodrama. Son las milanesas con papas fritas de las historias que consumimos los argentinos. Y el mundo entero, también. El género musical tiene mucho de melodrama. Aunque hay talentosos musicales cuya historia no pasa por la clásica pareja de amor, va a transcurrir un tiempo hasta que ellas desaparezcan como ejes centrales.
—¿Cuáles son los boleros que incluiste en la puesta y cómo se te ocurrió la idea de incluirlos?
—Al principio no se incluían en la historia todos los boleros que, en esta nueva versión, escucharán los espectadores durante la hora y cuarto que dura “Barquitos de Papel”. La tarea de elegir todos los temas que se incluyen en este espectáculo fue de las productoras del musical. Luego, Leandro Valdéz hizo los arreglos para dos guitarras, percusión y teclado. Pero la obra no incluye sólo boleros, el tango tiene su momento, como bonus track. A veces la vida deja de ser un bolero y se vuelve un tango, con todo lo que eso implica, y quisimos reflejar la metáfora. El público se deleitará con boleros como “Alma Mía”, “Enamorados”, “Dos gardenias”, “Perfidia”, “Bésame mucho” y “Piel canela”.
Ruptura
—¿Cómo funcionó con el público esta idea de “romper la cuarta pared a través de una puesta en semi concierto”?
—La ruptura de la cuarta pared es inevitable. Es tal la identificación del público con la historia al escuchar las tan conocidas canciones, que es casi imposible que el espectador no haga su propio viaje, a sus propios amores, desamores y alborotos amorosos. La ruptura se da por este hecho y no por una intervención directa entre los personajes y el público. De hecho los actores nunca salen del personaje por más que canten a público como si fuera un concierto. La puesta en semi concierto obedece a otros objetivos. Por un lado, a que quise resaltar el espíritu del radioteatro en vivo. Y por otro lado, a que el argumento y las canciones son tan intensas que la puesta requería de una simpleza absoluta. Es tan grande el movimiento emocional que se produce en el espectador al escuchar la historia y las canciones que una puesta compleja hubiera sido desacertada. Y no fue fácil. Lograr esta simpleza fue el mayor desafío al que me enfrentó la dirección de este proyecto.
Aventura
—¿Cómo es hacer musicales en una ciudad como Santa Fe, con recursos íntegramente locales?
—Montar una obra de teatro es siempre una aventura maravillosa. Y un musical lo es aún más porque implica muchos otros rubros a tener en cuenta. En mi caso siempre he dirigido, o hecho la dirección de actores, de espectáculos musicales originales, por lo que la aventura es aún mayor. Y lo es porque el proceso se da realmente de cero. Durante mucho tiempo, el teatro musical fue un género desconocido para los santafesinos. Hace 15 años éramos unos pocos “locos” los que soñábamos con contar historias cantadas, bailadas y actuadas. Pero ahí estábamos. ¡Y tan mal no nos fue! La televisión y los programas de talentos han masificado el género. Hoy no sólo tenemos en la ciudad tres o cuatro propuestas musicales en cartelera con diferentes elencos; sino escuelas y talleres que forman recursos. Pero es complejo.