Alejandro Boscarol (*)
Alejandro Boscarol (*)
#ConMisHijosNoTeMetas. Es innegable el impacto que genera como estrategia publicitaria apelar al sentido protector más básico de los padres, como una especie de alerta ante una amenaza inminente. Pero, ¿alguien puede sostener seriamente que la escuela no tiene que meterse con los niños? ¿Podemos educar con el silencio o brindando respuestas desinformadas? Con esta actitud irresponsable lo único que logramos es dejarlos solos. Y es lo peor que podemos hacer.
Con media sanción en la Cámara de Diputados de la Ley de Educación Sexual Integral, se reabre el debate sobre el rol del Estado y las familias respecto de la educación sexual de niñas, niños y adolescentes. Veamos algunas cuestiones.
Los niños se educan sexualmente de manera inevitable. Lo hacen en el seno de su familia, con sus amigos del barrio o en la calle con otros niños. O también a partir de su propia experiencia de vida. No existe la posibilidad de que no se eduquen sexualmente, porque educamos con lo que hacemos, con lo que decimos y con lo que callamos. Y es a partir de esa disparidad en la educación sexual que cada niño, niña o adolescente recibe de su familia o entorno, que la escuela debe acompañarlos ofreciéndoles contenidos mínimos para garantizar un piso igualador entre las distintas infancias y adolescencias.
La educación sexual es una tarea que atañe a las familias y a la escuela. Es en la escuela donde los niños pasan la mayor parte del día compartiendo su crecimiento con otros niños y con docentes que, con la autoridad que les da el saber, les transmiten valores, conocimientos e información sistematizada. En otros tiempos, la educación sexual, cuando existía, se daba en la materia Biología y en ella se priorizaban temas vinculados con la anatomía y fisiología de la reproducción humana. Los sentimientos, el afecto, el amor, la amistad o la reflexión sobre los roles atribuidos a nenas y a varones, no formaban parte de los contenidos vinculados con la educación sexual. Ni hablar de violencia de género, diversidad sexual o de identidad. En estos tiempos, la escuela debe fortalecer la alianza con los padres para compartir el crecimiento de los niños y educarlos sexualmente en libertad. Hablamos de Educación Sexual Integral. Y promover la información para que los niños, niñas y adolescentes no tomen las decisiones en soledad, sino que lo hagan responsablemente, con su propio cuerpo, con las relaciones interpersonales y en el ejercicio de su sexualidad.
Los padres deben respetar los derechos de sus hijos. Porque son sujetos de derechos reconocidos nacional e internacionalmente y no objetos de propiedad de los que pueden disponer como una casa, un auto o un perro. Los padres no pueden decidir sobre los derechos de sus hijos, porque éstos les corresponden por ley. Como padres podemos decirles a nuestros hijos lo que pensamos, por ejemplo, que una familia sólo se puede conformar por un hombre y una mujer. Pero ellos tienen derecho a saber que existen otros tipos de configuración familiar reconocidos legalmente. También podemos recomendarles la abstinencia como forma de prevenir embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Pero también tienen derecho a conocer los diversos métodos anticonceptivos y a acceder a información científica que les permita tomar decisiones de cuidado sobre su propio cuerpo. Antes que padres e hijos, somos seres humanos y como tales tenemos derechos fundamentales que todos debemos respetar.
La escuela puede prevenir el abuso sexual infantil, el embarazo adolescente y los vínculos violentos en las parejas. La escuela puede ayudar a que los niños aprendan a distinguir una caricia de un abuso, a saber que nadie puede hacer con su cuerpo cosas que no quieran y que pueden decir que no. Con información pueden conocer los límites de su cuerpo, prevenir momentos no deseados y también denunciar situaciones de violencia. No es un detalle menor que en la evaluación Aprender del año pasado, 8 de cada 10 chicos del último año del secundario dijeron que educación sexual y violencia de género son los temas que la escuela debería abordar y no lo hace. Es necesario que los niños y adolescentes puedan desarrollarse con afectividad, libre de estereotipos de género, cuidando su cuerpo y su salud. Y es imprescindible que se puedan construir infancias y juventudes libres de acoso, abuso y violencia, con igualdad de trato y oportunidades entre nenas y varones.
La escuela es un espacio reducido de convivencia social donde debe prevalecer el respeto a la diversidad y la no discriminación. Muchas veces, en la cotidianeidad del aula o en el patio, se reproducen estereotipos en la disposición de los espacios para el deporte o en los juguetes que se les asignan a nenes y nenas. Éstos deben aprender a jugar todos juntos, aceptando la diversidad. Algunos niños, con determinada orientación sexual, han sufrido situaciones de discriminación en la escuela, maltratos de sus compañeros e incluso de adultos. El enfoque de género propicia la igualdad y el respeto por los derechos de las mujeres, la diversidad de orientaciones sexuales y las identidades de género distintas a su sexo biológico. Sin superioridades ni predeterminaciones de roles. Y la convivencia en la diversidad de género no implica, aunque parezca absurdo aclararlo; inducir, promover o cambiar la orientación sexual de los niños. Se trata de prevenir la violencia que genera la discriminación.
Las escuelas privadas deben respetar el estado democrático de derecho. Los padres pueden optar por educar a sus hijos en escuelas estatales o de gestión privada, pero tienen que saber que la educación en nuestro país es una sola y se rige por una misma ley. Y más allá de la mirada que tengan sobre la educación sexual a partir de su ideario institucional, todas las escuelas deberán abordar en forma paralela los lineamientos curriculares propuestos en común acuerdo entre los ministros de Educación de todas las provincias de nuestro país. Ni la ONG más “verde”, ni los grupos más “celestes”. Los fija el Estado. Y oponerse, es no respetar la ley.
La Educación Sexual Integral nos propone una sociedad más igualitaria. Son los propios niños quienes la están reclamando. No los dejemos solos.
(*) Diputado provincial.