José E. Bordón | [email protected]
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Unas 500 mil hectáreas del norte santafesino, en el límite con Santiago del Estero y Chaco, están cubiertas por las aguas. En 300 mil, se consideran totales las pérdidas a la producción agropecuaria. Pero esto es hoy. Los especialistas sostienen que aún dejando de llover este fin de semana, los problemas (y perjuicios) proseguirán por lo menos una quincena más.
El problema drama para muchos- es repetitivo. Y habla del abandono que ha tenido la región, donde el compromiso oficial de obras se diluyó o simplemente se mintió. Sinceramente, con la declaración de emergencia agropecuaria no se van a solucionar “mágicamente” los problemas. Este diario lo repitió varias veces: no hay una política para el manejo del recurso agua, es decir, contar con el líquido cuando hay sequía, o saber descartarlo cuando sobra.
Que hoy los presidentes comunales mendiguen un canal o una ruta, no atempera la desgracia ajena. Que los empresarios le reprochen al gobierno la ausencia del Estado en aquella zona, no hace más que confirmar que para todo Ejecutivo santafecino, aquella región NO existe. No existen las obras demandadas hace décadas, el monitoreo necesario para darse cuenta que los Bajos Submeridionales están tapados por el sedimento y la vegetación, mientras las provincias aguas arriba (Santiago del Estero y Chaco) canalizaron y hoy tranquilamente- pueden despreocuparse. El problema se lo pasaron a Santa Fe. Lo que ocurre es que El Nochero, Villa Guillermina, Los Amores, y otros tantos pueblos más, que hoy se resisten a quedar bajo las aguas, están a más de 350 kilómetros de donde el poder político resuelve las obras. Y las resuelve desde el centro hacia el sur, donde están los votos. Esto no es nuevo. Seguramente, esto va a seguir sin modificaciones después que bajen las aguas y todo hay vuelto a una aparente normalidad.
Uno no puede explicarse por qué se repiten estos hechos. Para Greenpeace, “las inundaciones serán recurrentes si no se frena la deforestación”, es decir, la destrucción de los bosques nativos, considerados “nuestra esponja natural”. Como se sabe, Argentina es uno de los diez países del mundo que más deforestan. Para que se entienda: Un estudio del Instituto de Tecnología Agropecuaria reveló que una hectárea con bosque chaqueño absorbe en una hora 300 milímetros de agua, mientras que una con pasturas 100 milímetros, y una con soja tan solo 30 milímetros. Chaco es la provincia donde más bosques se destruyeron durante los últimos tres años, con un importante aumento de los desmontes ilegales: más de la mitad de la deforestación se realizó en zonas protegidas por la Ley de Bosques (54.327 de las 103.908 hectáreas desmontadas).
El compromiso de defender a los habitantes de la zona lo interpretó Corenosa. Explicó que en los pueblos inundados, los ciudadanos están saliendo a las rutas con palas, picos y con muy pocas maquinarias, muchas de ellas prestadas por los vecinos, tratando de sobrellevar una situación que se les hace insostenible y caótica al ver que corren peligro sus vidas y se pierden todos sus bienes producto del esfuerzo de toda una vida. Sabiendo, además, que hay políticos que aparecen para la foto, el discurso demagógico y que viven de cobros mensuales millonarios. ¿Alguien se anima a rebatir esta aseveración?
En tanto, la Bolsa de Comercio de Rosario también puso el dedo en la llaga: “Este tipo de acontecimientos ponen de manifiesto la necesidad de contar con una planificación a largo plazo en materia de infraestructura, a cargo de los gobiernos nacional y provinciales, para avanzar en la consecución de soluciones definitivas. La repetición cada vez más frecuente de fenómenos meteorológicos extremos, marcan con claridad la demora en la realización de obras públicas que eliminen o al menos atenúen sus efectos. Sin perjuicio de ello, ante la coyuntura se impone incrementar los controles y sanciones por parte de las autoridades a aquellas acciones individuales o grupales que violen la normativa vigente, como canalizaciones clandestinas u obras hidráulicas no autorizadas, que afectan poblaciones y explotaciones agropecuarias”, sentenció.
Hasta ahora, nadie hizo nada. ¿Por qué pensar que después de que baje el agua lo van a hacer?.
“La repetición cada vez más frecuente de fenómenos meteorológicos extremos, marcan con claridad la demora en la realización de obras públicas que eliminen o al menos atenúen sus efectos”.
En los pueblos inundados, los ciudadanos están saliendo a las rutas con palas, picos y con muy pocas maquinarias, muchas de ellas prestadas por los vecinos, tratando de sobrellevar una situación que se les hace insostenible