Pablo Benito
Pablo Benito
El reconocido jurista español, Baltasar Garzón, arribó a la ciudad de Santa Fe para realizar una serie de actividades que culminarán en la firma de un convenio entre APyMe Santa Fe, la Fundación Internacional Baltasar Garzón y el Estado provincial, con el objeto de difundir los parámetros de la Responsabilidad Social Empresaria desde la perspectiva de las prerrogativas de la ONU, en lo que se llama el “marco Ruggie”, sintetizadas en tres premisas fundamentales en el área de la salud laboral: “Proteger, Respetar y Remediar”.
Baltasar Garzón, un emblema de la lucha por la internacionalización de los Derechos Humanos, hoy es el representante de una corriente jurídica que avanza hacia la confección de una nueva generación de derechos constitucionales que operen como pautas de calidad institucional en las relaciones laborales.
Se lo asocia a usted a la defensa de los Derechos Humanos violados por los Estados ¿Por qué hoy está trabajando en vincular los Derechos Humanos al mundo de las empresas y el ámbito laboral como nuevo paradigma humanista-jurídico?
El mundo de “la empresa” ha sido siempre un gran ignorado en el tratamiento de los Derechos Humanos y es curioso porque la tensión en la que viven trabajadores por cuenta propia, asalariados y empresarios se han contrapuesto como dos ámbitos enfrentados y en tensión permanente. Esto ha sido siempre así, pero lo podemos ver desde otra óptica y es desde los intereses comunes. Desde un modelo de capitalismo responsable y redistributivo.
Hay un campo en el que quizás se puedan unir esos mundos y asimetrías que son, precisamente, el de los Derechos Humanos. Empresas y Derechos Humanos es algo que cada vez está más en la agenda de todos los países democráticos. Nuestra vida laboral, tanto en la administración pública como en lo privado, es quizás el 90 % de nuestras vidas.
Si no nos centramos, antes, en esto es porque las violaciones de Derechos Humanos - de primer nivel- contra la vida, la libertad y la integridad física, fueron ocupadas, durante mucho tiempo, por las consecuencias horrorosas de las dictaduras, el terrorismo de Estado y las acciones sistemáticas contra la ciudadanía. Hoy día, las agresiones larvadas, sistemáticas y continuadas se producen en los ámbitos laborales. Sobre todo, en las grandes empresas
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¿Hay un cambio de época, entonces, en esa visión de los DDHH?
Es el momento y así lo está entendiendo las Naciones Unidas u organizaciones como la propia Unión Europea - muy adelantados en este tema-, pero también lo ha comprendido, de igual manera, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
Esta iniciativa en la provincia de Santa Fe, que me trae aquí, es muy importante porque se trata de un Estado que entiende que es, precisamente, el ámbito laboral en donde tenemos que empezar a jugar en el desarrollo de la consagración de los Derechos Humanos.
Llamar a los derechos culturales, económicos, de la identidad “derechos de tercera generación, es una terminología ya obsoleta. Se trata de un todo.
La fundación, que yo presido, viene trabajando desde hace tiempo y escribiendo sobre esto. Consideramos que es fundamental, en este caso, la sinergia planteada aquí por pequeños y medianos empresarios de la provincia de Santa Fe. Es fundamental y reclama la participación ciudadana. Los ciudadanos, cada vez, necesitan decirle de manera más clara las cosas al poder.
¿De manera “directa” digamos?
Claro, a veces las instituciones viven demasiado a espaldas de las necesidades y de los verdaderos anhelos y problemas de la sociedad civil. Entendemos que se están dando tensiones importantes entre las grandes corporaciones y las pequeñas y medianas empresas. No sólo es algo que pasa en Santa Fe, sino que ocurre en todo el mundo.
Muchas veces no podemos saber si esos monstruos, que son las corporaciones, tienen una cabeza o muchas cabezas y tampoco podemos estar seguros de a quien responde. Este es un punto necesario para determinar el ámbito para la lucha por los Derechos Humanos. Nosotros consideramos, incluso, que es beneficioso para todas las partes.
¿Mejor por las buenas que por las malas?
Estamos convencidos que empresas y Derechos Humanos son mundos que, necesariamente, se cruzan y actúan como uno. La idea que yo siempre defiendo es que es más útil, para las empresas y para los trabajadores, estar dentro de la legalidad que fuera de ella. Dentro de una ética y dentro de una responsabilidad, es mejor que estar al margen. Eso comporta respeto y promoción de los Derechos Humanos. Se evitan tensiones y se consiguen espacios más saludables, mayor productividad. Más beneficios para unos
En el fondo siempre se trata de como eligen tratarse los seres humanos entre sí
Claro, hoy prima la visión de un capitalismo salvaje que ha ido imponiéndose sobre todos los demás “ismos” que existían hasta hace poco. Es lo que hay. Se sigue manteniendo, pero lo que no podemos es consentir que esto siga así.
Que la riqueza mundial esté en manos del 3% de la población y el resto de los ciudadanos - ese 97 %- está en unas condiciones más o menos vulnerables o muy vulnerables, es intolerable. Precisamente, desde el mundo y el pensamiento de los Derechos Humanos es desde donde se puede equilibrar esa balanza. De lo contrario sólo se procura la retroalimentación del monstruo sin siquiera dar un beneficio a ese mismo monstruo.
Crecer por crecer, expandirse por expandirse, pero sin un desarrollo sostenible no tiene sentido. Por mucho que estemos avanzando en la tecnología y en la robótica, somos los seres humanos los que tenemos que hacer avanzar o retroceder las tensiones sociales.
¿Cómo podemos “persuadir” a un empresario de avanzar hacia un modelo de relación más justa en lo laboral?
Como te decía… Es ponerle sobre el tapete – blanco sobre negro- que hacer trampas, al final, siempre es más caro. Esto es como el que deposita sus fondos en paraísos fiscales. Tiene la preocupación de sacarlos del país. Tiene que cuidarlos, tiene que vigilarlos, luego debe tener cuidado a la hora de gastarlos y si hay una administración democrática y un Estado de Derecho –que esto no siempre, evidentemente, es así – va a tener problemas antes o después. Si sumas todas esas características negativas, con los positivas, vas a concluir que te hubiese convenido pagar tu 35, 40 o 45% de impuestos. A parte de la no disposición del dinero y de la posible cárcel, es negocio no hacer trampas.
Sería cambiar de paradigmas del “tener”
Es cambiar de paradigmas y tener presente que, para llegar a esa cuenta de resultados, se debe tener en cuenta que son seres humanos los que trabajan. En ese trabajo en común, respetando la tensión de lo social y lo empresarial, hay intereses comunes. Respetarlos y comprenderlos redunda en el beneficio individual, del progreso general, de los derechos y la dignidad de las personas. Por supuesto que razonarlo no es tan difícil. Otra cosa es ponerlo en práctica.
El feminismo hoy aparece como el único movimiento, de carácter mundial, que empuja proclama, se moviliza e incluso “para” por la incorporación de nuevos derechos a la letra del derecho internacional. ¿Cómo ve usted la implicancia de esta fuerza como motor de lo que venimos hablando?
Bueno, ese es gran reto del siglo XXI, la igualdad, la desaparición de la discriminación de género y el reconocimiento definitivo de la igualdad entre hombres y mujeres. Especialmente, debe darse, en el ámbito laboral en donde, la brecha salarial, simplemente por ser mujer existe. Existe en Argentina, en España y en la mayor parte de los países del mundo.
Somos deudores de esa cultura patriarcal que nos viene desde los ancestros y este es el siglo de esa revolución. Hay que acabar con esa conceptuación de que el feminismo es algo malo y que los derechos de la mujer son “algo menor”.
Son absurdos que se han venido construyendo desde un domino patriarcal siempre aliado a periodos oscuros de la humanidad. El fascismo se retroalimenta poniendo como enemigo a los movimientos sindicales o a que la mujer debe estar sometida y dedicada a sus labores domésticas. Bueno, eso ya terminó. Si se perciben ciertos tics, que ya son algo más que eso.
Este resurgimiento del odio lo estamos viendo en Latinoamérica, de manera violenta, con Bolsonaro. En Europa lo tenemos a Orbán en Hungria, Polonia mismo, Salvini en Italia, Le Pen en Francia y el afloramiento de la extrema derecha en España.
Pero eso prende en el discurso ciudadano
Eso es porque algo estamos haciendo mal.
En todo caso, si hay un lugar en donde no estamos haciendo las cosas bien, es en el ámbito del que estamos hablando.
Estoy convencido que, más allá de los idiomas, en el mundo hay un lenguaje común y yo aspiro a que sea universal. Hablo del lenguaje de los Derechos Humanos. Debemos entender que ese debe ser un solo idioma - aunque se trate de muchas leyes sueltas- el fin siempre debe ser instaurar los derechos humanos internacionalmente y para todos los ciudadanos del mundo.
En eso estamos y para eso hemos venido a la provincia de Santa Fe.