Por el Prof. Martín Duarte | [email protected]
Lo ideal es que un grupo tenga cauces abiertos de comunicación cada vez que se encuentra ante una incertidumbre. Cuando falta la palabra, asoma el autoritarismo, gana terreno la incertidumbre y los individuos empiezan a descolgarse del proyecto.
Por el Prof. Martín Duarte | [email protected]
El Litoral
En “Me gusta el fútbol”, Johan Cruyff dice: “En el fútbol y en la vida resulta indispensable saber trabajar en equipo, comprender que un jugador solo no puede ganar un partido. Debemos ser buenos compañeros y aceptar que los demás cometerán errores y que tendremos que ayudarles del mismo modo que ellos también lo harán cuando los cometamos nosotros.”
Este libro es de 2002. Cruyff murió en 2016 luego de gestar un cambio trascendental en el universo deportivo cuya máxima expresión se vio plasmada en el Barcelona que lo cobijó como su hijo pródigo y reinventor. La cita anterior resalta cuestiones que pasan en el fútbol pero que -a la vez- son claves para entender la dinámica de los grupos. No hay Messías que se carguen al hombro a sus compañeros y que salven a la humanidad con actitudes propias de Patoruzú (cabecear y patear el córner).
Jorge Valdano ha entendido también esto. Hoy tiene 63 años y una enorme experiencia dentro y al margen de la cancha. Le tocó -entre otras glorias- ser testigo preferencial del gol magistral de Maradona a los ingleses en México ’86 donde Argentina alzó su última copa mundial. Su debut en primera fue en Newell’s y se consagró en el Real Madrid. En 1999 fundó junto con Andoni Zubizarreta y Juan Antonio Corbalán la consultora “Makeateam”, especializada en trasladar los valores del deporte a las organizaciones empresariales. Fue presidente y consejero de la empresa hasta su salida, en 2013, para dedicarse a su faceta de conferenciante. En 2011, publicó el libro que quiero reseñar: “Los once poderes del líder.”
Once poderes como once son los que pisan la cancha. Dice Valdano: “Sé muy bien que el deporte no tiene fuerza suficiente para cambiar el mundo. No es un propósito. Sin embargo, tengo la certeza de que el deporte puede explicar al ser humano y, muy especialmente, aquellos estímulos que lo activan para superar sus desafíos. Todo juego de equipo convertido en espectáculo es un gran simulador de la vida que pone a prueba los límites individuales y el espíritu colectivo. También nuestros miedos.”
Lo ideal es que un grupo tenga cauces abiertos de comunicación cada vez que se encuentra ante una incertidumbre. Cuando falta la palabra, asoma el autoritarismo, gana terreno la incertidumbre y los individuos empiezan a descolgarse del proyecto.
Once poderes como los futbolistas que pisan el verde césped: credibilidad, esperanza, pasión, estilo, palabra, curiosidad, humildad, talento, vestuario, simplicidad, éxito. Todos ellos son importantes. Por cuestiones de espacio me detendré en los siguientes.
El poder de la pasión
Sostiene Valdano que en cualquier ecuación cuyo resultado final aspire al éxito, no puede faltar su principal motor: la pasión. Su origen se puede encontrar en el amor a la tarea, en la identificación con los valores de la empresa u organización, en la conexión emocional con el entorno o en una naturaleza de por sí apasionada.
La pasión tiene la virtud de ser contagiosa. Para sacudir la indolencia que producen trabajos poco estimulantes, una empresa u organización -relacionalo, querido lector, con lo que te venga en mente- deben ofrecer a su gente posibilidades de progreso, generar orgullo de pertenencia y asegurar unas relaciones personales francas y respetuosas: “Claro que el apasionado puede perder, pero lo que nunca hará es rendirse porque la perseverancia es una característica de estos hombres indómitos que tienen la virtud de rebelarse ante la derrota.”
El poder del estilo
Como en una especie de “retruécano” dice Valdano: “En el infinito mundo del fútbol, todos los estilos son aceptables, faltaría más. Pero no es lo mismo correr para conquistar, que correr para huir; no es lo mismo esforzarse para la aventura, que esforzarse para la burocracia; no es lo mismo esperar el próximo partido como una ilusión, que como si fuera una amenaza... Siempre he emparentado la manera de jugar con la manera de vivir y, sin dudarlo, prefiero a los que viven con coraje, elegancia moral y grandeza en sus decisiones.”
El estilo es el gran capital de todo grupo y debe ser defendido con el mismo entusiasmo por cada uno de sus miembros. Valdano hace la siguiente comparación: para que esta cultura de grupo se mantenga vigente, no basta con que un discurso caiga sobre una organización como un chaparrón. Debe caer como una persistente lluvia fina sobre todos y cada uno de sus miembros. Debe: ser sucinto y fácil de entender; mantenerse en el tiempo; ser atractivo como todo lo que produce orgullo; estar sustentado en viejos relatos, renovarse en aportaciones presentes y estar abierto a futuros espacios de reflexión; permitir aportaciones del equipo, para que todos se sientan comprometidos en su defensa.
El talento individual, con independencia del nivel del grupo del que hablemos, es siempre un asunto relevante. Pero, para transformarse en una fuerza positiva, requiere un adecuado marco institucional. Necesita: un lugar, libertad, confianza, otros talentos, exigencia.
El estilo nos enseña a saber quiénes somos (nos define). Como reza un cartel en un vestuario del Manchester United: “No hay mejor medalla o trofeo que ser aclamado por tu estilo.” Sentencia Valdano: “Si se pierde un partido o un campeonato, siempre habrá otras oportunidades; cuando se pierde el estilo, se pierde todo.”
El poder de la palabra
Todo gran líder es un comunicador eficaz que sabe perfectamente cómo manejar las aspiraciones y los temores de las personas a las que dirige. Es importante -afirma Valdano- volver a humanizar el lenguaje en las relaciones profesionales.
Como “recetas” se sugiere: buscar oportunidades para comunicar; aumentar la frecuencia de la comunicación en los momentos de crisis (no sólo por el valor de la palabra, sino porque la comunicación fortalece el vínculo); abordar las cuestiones importantes (siempre que se encaran frontalmente los temas delicados, queda fortalecida la posición del líder); comunicar con positividad; hacer el esfuerzo para que todos se sientan parte del éxito compartiendo el protagonismo; ponerse en el lugar de quien está escuchando; contar historias relevantes; comunicar con pasión.
Lo ideal es que un grupo tenga cauces abiertos de comunicación cada vez que se encuentra ante una incertidumbre. Cuando falta la palabra, asoma el autoritarismo, gana terreno la incertidumbre y los individuos empiezan a descolgarse del proyecto.
El poder del talento
En el capítulo 8 del libro en cuestión leemos: “Todos tenemos defectos, pero es una mala idea empezar el análisis del talento por aquello que le falta. Al revés, en todo líder debe haber un pedagogo capaz de lograr que su discípulo se sienta único y, para eso, es necesario enamorarse de una virtud. La regla sirve también para la educación de nuestros hijos. Todos nacemos con cierta predisposición para una actividad y, cuanto antes la descubramos, antes encontraremos nuestra vocación y los estímulos eficaces para desarrollarla.”
El talento individual, con independencia del nivel del grupo del que hablemos, es siempre un asunto relevante. Pero, para transformarse en una fuerza positiva, requiere un adecuado marco institucional. Necesita: un lugar, libertad, confianza, otros talentos, exigencia.
Afirma Valdano: “Encontrar la tarea que mejor se adapte a nuestra naturaleza debiera ser el primer desafío de una buena educación. Un equipo competitivo no es un rebaño. Todo lo contrario, cuanto más diferentes sean sus miembros, más rica será la suma de conocimientos y de sensibilidades que nos lleven al éxito. Por eso siempre recomiendo que se busque gente con una virtud sobresaliente antes que gente sin defectos cuando pretendemos iniciar un proyecto...”.
El poder del vestuario
El equipo siempre pide un tributo personal. Ser parte de un “vestuario” implica algún tipo de renuncia. Es parte del contrato y no debe entenderse como un sacrificio. Si el talento pone en valor lo propio, el equipo pone en valor al otro. Valdano cita a Philippe Pozzo (el tetrapléjico que inspiró la película francesa “Intocable”): “nunca hay que esconder la fragilidad... La discapacidad no consiste en estar roto, sino en estar solo.” Es decir, quizá la esencia de un buen equipo sea encontrar en el otro lo que a uno le falta. En tal sentido, cada miembro debe sentirse líder, aunque sea de sí mismo (la principal motivación proviene del diálogo que sostenemos con nosotros mismos).
El poder de invitarte a leer este material
Te invito y desafío a que busqués este libro y lo leas. En diversos ámbitos de nuestra vida cotidiana, necesitamos líderes comprometidos, responsables, empáticos, perseverantes, agradecidos y honestos. Vos estás invitado a ser líder... empezá por ser tu propio líder.
Cierra Valdano su texto así (este también es nuestro cierre): “Volviendo al fútbol, la verdad es que son muchas más las veces que tiramos la pelota fuera de la portería que las que marcamos gol. El gran valor reside en no tirar la toalla... ¿Y el éxito? El éxito nunca es la cima, sino un escalón más, un nuevo punto de partida para seguir el camino con más entusiasmo y confianza.”