Germán de los Santos | [email protected]
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La relación entre Patricia Bullrich y Miguel Lifschitz siempre fue tensa, cargada de una desconfianza recíproca, muchas veces alimentada por fantasmas, y otras por hechos reales. Arrancó mal cuando el 9 de enero de 2016 la policía de Santa Fe capturó a Martín Lanatta en Cayastá y la ministra le dijo a Mauricio Macri que también estaban presos los otros dos cómplices. El papelón casi le cuesta la cabeza a la ministra, que se enojó con su par santafesino Maximiliano Pullaro, quien siempre se desmarcó del desaguisado.
Ese episodio quedó en una anécdota que siempre es diferente de acuerdo a qué ministro la cuente. Lo más pesado ocurrió siete meses después. Luego de las masivas marchas de Rosario Sangra concurrieron 40 mil personas frente a tribunales y la sede de la gobernación-, en medio de una crisis de seguridad compleja, Bullrich blanqueó su plan de intervenir la policía de Santa Fe.
Se lo dijo en la cara al gobernador en una reunión que mantuvieron en el Ministerio de Seguridad de la Nación. El socialismo había advertido que el kirchnerismo había hecho un intento similar tras la detención del jefe de la policía de Santa Fe Hugo Tognoli a fines de 2012.
Lifschitz sabía que si ese plan se concretaba su gestión corría peligro, en momentos en que hacía menos de un año que había llegado a la casa Gris tras vencer a Miguel Del Sel por apenas 1600 votos.
El gobernador usó la muñeca política y buscó neutralizar la jugada de Bullrich con otros ministros con los que tenía otro diálogo, como Rogelio Frigerio, titular de la cartera de Interior, quien fue clave para amortiguar las ambiciones de la ministra, que en cada jugada apostaba su cargo. Muy pocos en Cambiemos tenían esperanza de que superara el primer año de gestión.
El acuerdo de seguridad que firmó la Nación con Santa Fe en octubre de ese año dejó de lado esa medida extrema de intervenir la policía, y Lifschitz se puso a la cabeza de las conversaciones con Bullrich, quedando Pullaro, en un principio, en segundo plano.
Pero fue el ministro de Seguridad de Santa Fe quien recompuso la relación con la ministra. Durante dos años dejaron de lado las diferencias y aceitaron las coincidencias para trabajar de manera coordinada, con el comando conjunto de fuerzas federales y provinciales en Rosario. Los resultados de esta experiencia nunca fueron buenos a la luz de las estadísticas sobre todo de homicidios en Rosario y Santa Fe.
Las diferencias volvieron a aflorar o a exagerarse en la campaña electoral de este año. Al gobierno de Santa Fe le molestó que el viernes anterior a la Paso la Nación realizara un megaoperativo antinarco en la zona norte de Rosario, con un despliegue desmedido de más de 400 efectivos de fuerzas federales. Era una especie de acto de campaña.
A principios de mayo, Bullrich volvió a arribar a Rosario para presentar lo que llamó el operativo Contrafuego. La Policía Federal había detenido a 14 personas con un arsenal que exhibieron en el parque Urquiza. La ministra dijo que con esas detenciones se esclarecían parte de los ataques contra los funcionarios judiciales que comenzaron el 29 de mayo de 2018. Hace una semana se conoció que los peritajes realizados a esas armas determinaron que no se usaron en esos episodios. La ministra estalló de bronca. Y volvieron a cruzarse con Pullaro, quien le pidió que dejara de “hacer show”.
Al gobierno de Santa Fe le molestó que el viernes anterior a la Paso la Nación realizara un megaoperativo antinarco en la zona norte de Rosario, con un despliegue desmedido de más de 400 efectivos de fuerzas federales. Era una especie de acto de campaña.