(Enviado Especial a San Pablo, Brasil)
Cuando dirigió a Colón, en 2001, se enteró por radio que lo habían echado. Y antes, en sus tiempos de jugador, se salvó de que el Cartel de Medellín atentara contra él y otros jugadores del América de Cali, porque Pablo Escobar lo admiraba.
(Enviado Especial a San Pablo, Brasil)
“Como todos los días, llevaba a mi hijo a la escuela en el auto y los iba escuchando. Así me enteré de que Colón había tomado la decisión de rescindir mi contrato”. Era el año 2001 y Ricardo Gareca se enteraba de esa manera (escuchando la radio) que se iba de Colón por decisión del entonces presidente, José Vignatti, quien había retornado al club luego de un pedido de licencia en medio de una crisis dirigencial. Fue efímero aquél paso del Tigre por Santa Fe. Anteriormente, Colón lo había enfrentado en dos instancias definitorias. Una fue en 1995, cuando dirigía a San Martín de Tucumán y Colón lo derrotó en los dos partidos finales por el ascenso; la otra fue en 1997, cuando dirigía a Independiente y el gol de Saralegui lo puso a Colón en la Copa Libertadores, en aquélla final en cancha de Lanús entre los dos subcampeones de la temporada.
Gareca fue uno de los tantos entrenadores que, luego de dirigir a Colón, lograron un título de campeón (Gareca lo consiguió con Vélez, con Universitario de Perú y con Talleres de Córdoba). Y no necesitará vencer a Brasil en la final de este domingo en el Maracaná, porque ya lo de Gareca es histórico para el desvanecido fútbol peruano, lejos de aquéllos momentos de esplendor en los 60 y 70, fundamentalmente. Es que logró clasificar a Perú para un Mundial, algo que no acontecía desde 1982; y porque ahora mete a su selección en una final de América, algo que no pasa desde 1975.
Pero hay algo que no todos saben ni conocen: Ricardo Gareca esperaba un llamado que nunca llegó. Gareca estaba preparado y deseaba dirigir a la selección argentina. Fue luego del Mundial. Y ningún dirigente levantó el teléfono para tentarlo. O mejor dicho, a ningún dirigente se le ocurrió que podía ser una excelente alternativa para encabezar el nuevo proceso. La pregunta es: ¿no lo quisieron, no estuvo en los planes o con Gareca pasó lo que se duda que ocurrió con tantos otros técnicos, o sea, no lo llamaron por omisión?
Ha llegado a la final superando un duro trance: el 5 a 0 que le propinó Brasil. Ese resultado parecía marcar el final de la actuación peruana en la Copa. ¿Cómo iba a hacer para recuperarse de semejante golpe?. Sin embargo, el Tigre encontró la fórmula, reinventó el equipo y salió airoso dejando en el camino a dos rivales durísimos: Uruguay (por penales) y Chile, al que venció en forma contundente.
En sus tiempos de jugador, Gareca se convirtió en uno de los 99 jugadores que se pusieron las camisetas de Boca y River y, además, entre 1985 y 1989 marcó 57 goles en 116 partidos en el América de Cali. El no sabía que estaba en la mira de Pablo Escobar, porque en medio de la guerra de los dos Cartel, el de Cali le había colocado una bomba a Escobar y, por eso, buena parte del plantel de América estaba apuntado por el de Medellín. Pero el amor de Pablo Escobar por el fútbol, hizo que aquél carro-bomba que le tenía preparado, nunca apareciera para explotar.
El “Ciego” Oblitas no se equivocó cuando lo apuntó por encima de Bielsa y hasta de Scolari mismo. Cuando se hizo cargo del equipo, lo primero que le dijo a los jugadores fue: “Las manos en la cintura hay que evitarlo. ¿Saben por qué?, porque los están mirando, la gente y los rivales. ¿Y saben qué piensan los rivales?, estos están cansados”, les dijo. Y el segundo paso para cambiar la mentalidad del futbolista peruano fue contratar un sicólogo deportivo, excluir a los indisciplinados y hacer más profesional a los jugadores nuevos que llegaron para formar parte del plantel.
Gareca, el hombre que alguna vez se sentó en el banco de suplentes de Colón y se enteró, escuchando la radio, que lo habían echado. Gareca, el hombre que a cada rato miraba el teléfono para saber si por fin llegaba el mensaje o el llamado de la Afa. Gareca, en definitiva, el hombre que puso de pie al fútbol peruano y que este domingo quiere meter un nuevo Maracanazo.