Por María Teresa Rearte (*)
EDITH STEIN
Por María Teresa Rearte (*)
En 1942, en la noche del campo de exterminio de Auschwitz, terminó la vida en este mundo de Edith Stein, la gran pensadora de origen judío, discípula del filósofo Edmund Husserl, convertida al catolicismo. Quien como monja carmelita adoptó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz.
JUDÍA, FILÓSOFA, RELIGIOSA Y MÁRTIR
El Papa San Juan Pablo II definió a Edith Stein como “judía, filósofa, religiosa, mártir”, que “formada en la rígida escuela de la tradición de Israel y caracterizada por una vida de virtud y renuncia en la vida religiosa, demostró un ánimo heroico en el camino hacia el campo de exterminio” (Homilía de la Misa de Beatificación, 1 de Mayo de 1987). En la misma celebración el Pontífice se refirió a la situación imperante en el corazón de Europa bajo el nazismo, el que concibió un plan de exterminio de los judíos. Al que caracterizó como proveniente de “una ideología demencial en nombre de un racismo siniestro”.
Edith Stein había sido trasladada desde Colonia al Carmelo holandés de Echt en procura de protegerla de la persecución contra los judíos, que sólo fue pasajera, porque después de la ocupación de Holanda, los nacional-socialistas iniciaron de inmediato el exterminio de los judíos, del que sólo se salvaban en un primer momento los judíos bautizados. No obstante, cuando los obispos católicos de los Países Bajos protestaron en una Carta pastoral contra la deportación de los judíos, quienes detentaban el poder con ánimo vengativo dispusieron también el exterminio de los judíos de fe católica. Así se inició el camino hacia el martirio de la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana de sangre Rosa, refugiada como ella en el Carmelo de Echt.
SU VIDA COMO CARMELITA
La intelectual prominente asumió al ingresar en el claustro su impotencia y se dejó enseñar. La que había sido fiel discípula de Husserl se dispuso a ponerse en manos de Santo Tomás de Aquino y de Santa Teresa de Jesús. A los cuarenta y dos años inició el postulantado entre novicias mucho menores que ella. Sabía que quien sigue a Jesús en algún momento tiene que emprender el camino hacia Getsemaní y el Gólgota. Conoció la noche oscura de la fe y comprendió que ante Dios el saber no cuenta. Que lo que importa es el amor. En su itinerario espiritual encontró a San Juan de la Cruz y con su ayuda empezó la subida al Monte Carmelo.
La vida del claustro no la hizo insensible a las necesidades de los otros. Escribía a su madre y mantenía comunicación con algunas personas que necesitaban de su palabra orientadora. No obstante y por consejo del provincial de la Orden, el Padre Teodoro de San Francisco, retomó su tarea científica y literaria.
En la estampa de su profesión perpetua más adelante grabaría una cita del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz: “En adelante, mi único oficio será amar cada vez más”. Desea asemejarse a Jesús crucificado. Y se ofrece como víctima expiatoria por la paz, la caída de Hitler y un nuevo orden mundial.
Consciente de que puede suceder lo peor, así reflexiona: “Nosotras hemos elegido la clausura; pero Dios no se ha obligado a tenernos siempre dentro de sus muros”. Sus poesías de esos tiempos dan cuenta de su sufrimiento espiritual. En una de esas poesías se puede leer: “Bendice el ánimo postrado de los oprimidos,/ la penosa soledad de los seres profundos,/ la naturaleza sosegada de los hombres/ y el dolor que un alma/ nunca comunica a otra alma hermana”.
ITINERARIO ESPIRITUAL Y CANONIZACIÓN
En la homilía de la Canonización de la Beata Teresa Benedicta de la Cruz (11 de octubre de 1998), el Papa San Juan Pablo II afirma que “también ella puede repetir con el Apóstol: ¿En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo!?” (Ga 6, 14). Y añade que “el mensaje de la Cruz ha entrado en el corazón de tantos hombres y mujeres, transformando su existencia”.
Toda la vida de Edith Stein fue una intensa búsqueda de la verdad. Y estuvo bendecida por la Cruz de Cristo. A la que encontró por primera vez en la viuda de un compañero de estudios, mujer fuerte en la fe, que no obstante la trágica muerte de su marido no encontró en el hecho un motivo de duda, sino que en esa trágica circunstancia encontró fuerza y consuelo en la cruz de Cristo. Más tarde Edith Stein escribiría así sobre ese hecho: “Fue un primer encuentro con la cruz y la fuerza que Dios da a quienes la llevan... En ese momento, mi incredulidad cayó por tierra... Y resplandeció Cristo: Cristo en el misterio de la Cruz”.
Es para pensar -detenidamente- en el itinerario espiritual de Edith Stein, ya que inició su camino convencida de que no había Dios. Que -además- cuando tenía 15 años y aún iba a la escuela en Breslau, aquella jovencita nacida de una familia judía, que fue educada por una madre judía de profunda fe, decidió dejar de rezar. En sus años juveniles y de profundización de sus estudios, cayó en el ateísmo. Para ella era imposible la existencia de un Dios personal. A lo largo de todos sus estudios Dios no ocupaba lugar alguno. En su lugar, Edith Stein reconoce que profesaba un “idealismo ético muy tenso”. Su encuentro con Max Scheler en Gottinga representó para ella el primer contacto con las ideas católicas.
Su larga búsqueda espiritual acabaría en 1921, cuando leyendo en la casa de una amiga la “Vida de Santa Teresa de Ávila” escrita por la santa, acabó reconociendo: “Esta es la verdad. No la verdad de la filosofía. Sino la verdad de una Persona. El tú amoroso de Dios”. Sin pérdida de tiempo pidió ser bautizada y recibida en la Iglesia Católica.
“Santa Teresa Benedicta de la Cruz -decía el Papa San Juan Pablo II- llegó a comprender que el amor de Cristo y la libertad del hombre se entrecruzan, porque el amor y la verdad tienen una relación intrínseca. La búsqueda de la libertad y su traducción en el amor no le parecieron opuestos; al contrario comprendió que guardaban una relación directa. En nuestro tiempo, la verdad se confunde con la opinión de la mayoría. Además está difundida la convicción de que hay que servir a la verdad incluso contra el amor, o viceversa. Pero la verdad y el amor se necesitan recíprocamente”.
“Al mismo tiempo, continúa el Papa, buscó con tanto empeño la verdad, sobre la que escribió: ¿Ninguna obra espiritual viene al mundo sin grandes tribulaciones. Desafía siempre al hombre”. Y con una profunda frase sintetiza la vida de la virgen y mártir carmelita: “El misterio de la cruz envolvió poco a poco toda su vida”.
PENSAMIENTOS DE EDITH STEIN
1) “Una scientia crucis sólo puede obtenerse si se logra experimentar hasta el fondo la cruz. De esto estuve yo convencida desde el primer momento, y por eso he dicho de todo corazón: Ave crux, spes unica”.
2) “Los giros decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influidos por almas sobre las cuales nada dicen los libros de historia”.
3) “Cuando puedo vivir de nuevo en plenitud, me doy cuenta de lo sedienta que estaba de ello”.
(*) Ex profesora de Ética Filosófica, de Teología Moral y Ética Profesional y de Teología Dogmática en la UCSF. De Ética Filosófica en el Instituto Superior Particular San Juan de Ávila de Santa Fe. Escritora.