Laura Serniotti *
Laura Serniotti *
La participación en un concierto en vivo como oyente supone ubicarse a una distancia de los músicos, contemplar desde otro lugar a los músicos con sus movimientos y la producción de un hecho musical, generalmente enfrente y fuera del escenario.
Esta posición marca espacialmente la diferencia entre emisores y receptores del mensaje sonoro. El público tiene una percepción de la totalidad, de lo general y desde su lugar selecciona dónde enfocar su atención, a quién o qué privilegia elegir como figura del fondo sonoro y visual, en una experiencia de inmediatez por la constante sucesión de estímulos.
Los músicos reciben como respuesta, distintas calidades de silencio, aplausos de diferente intensidad y duración, como también ovaciones si aquel medio resulta escaso para expresar su satisfacción y deleite.
Sin embargo, hay una posición privilegiada como oyente, en medio de la orquesta, sobre el escenario, sin ser intérprete. El rol que me ha permitido vivenciar el concierto desde dentro fue el de colaborar con uno de los pianistas, girando las páginas de las partituras mientras ejecutó la obra elegida, leyendo junto a él a fin de que pueda interpretar las notas escritas sin sacar las manos del teclado.
Desde ese lugar y función, escribo esta nota intentando expresar y compartir la experiencia de haber vivenciado los dos últimos ensayos y la puesta en escena del Concierto para piano y orquesta, que ofreció la Orquesta deCámara de la Escuela Municipal de Música Remo Pignoni, dirigida por el profesor Leandro Valdez y los solistas Martín Salum y Pablo Santa Cruz, el pasado domingo 18 de agosto.
El día anterior al espectáculo, y durante el ensayo final, fui testigo de la responsabilidad y compromiso de los alumnos, profesores y músicos invitados, por la asistencia, la seriedad y docilidad para esforzarse en cumplir las indicaciones del director. Pude constatar el silencio respetuoso para escuchar sus correcciones y también la confianza demostrada para realizar preguntas y expresar dudas.
Los protagonistas
Leandro Valdez, el conductor de la Orquesta de Cámara ejerció su liderazgo con palabras estimulantes, transmitiendo seguridad a los músicos. Como director y docente, eligió ejemplos claros y solicitó cambios interpretativos que se reflejaron inmediatamente en el resultado musical.
Los músicos son alumnos de la Escuela de Música que en su mayoría comenzaron sus estudios a los ocho y nueve años. Ahora, con catorce y quince años concurren semanalmente a las clases de las muchas materias que integra el plan de estudio, cumpliendo simultáneamente con sus estudios secundarios.
Los integrantes de las distintas filas de la orquesta de cámara son:
Flautas: Guillermina Lamy, Ana Clara Piovessano y Martín Vannay.
Clarinetes: Ana Clara Coronel. En esta oportunidad junto a su profesor Andrés Parolla.
Saxos: Julián Quinteros, junto a su profesor Ignacio Canavesse.
Trompeta: José Strauss.
Fagot: la fagotista invitada, Micaela Ramírez.
Violines I: Delfina Gerez, Martina Baronetti, con la profesora Rosario Previotto y los violinistas invitados, Tamara Meschler y Mateo Actis.
Violines II: Ludmila Granero, Mélani Ruiz, Marianela Farías y Federico Schulte.
Violas: Giuliana Molina y Jonatan Santillán.
Violoncelos: Virginia Perotti, Lea Yodici, Priscila Carranza, Silvia Ferrero, Marta Barbero, Hermán Ghiano, con el violonchelista egresado Manuel Maldonado y la Profesora de la Cátedra, Betina Scalenghe.
Contrabajos: Diego Oggero y el profesor Marcel Actis.
Percusión: Manuel Espinosa.
Los solistas, Martín Salum y Pablo Santa Cruz son parte del plantel docente de la Escuela Municipal de Música Remo Pignoni, como profesor de piano y profesor de música de Cámara respectivamente.
Con generosidad, gran profesionalismo y humildad, aceptaron compartir con la orquesta de la escuela este compromiso.
El domingo 18 desde temprana hora de la tarde, los músicos fueron convocados por el director en el Teatro Lasserre, de la ciudad, donde se desarrolló el espectáculo, para ajustar detalles en el último ensayo.
El personal de la escuela y muchos docentes prestaron su colaboración, como en otros conciertos, junto a la directora, Roxana Mondino para que el espectáculo resultara exitoso. Un equipo de trabajo silencioso y eficiente estuvo presente varias horas antes del comienzo para que todo estuviera ordenado y dispuesto y la propuesta fuera de excelente calidad.
Con la sala colmada de público, comenzó la fiesta.
Quienes asistieron, pudieron observar a la orquesta ubicada y preparada en el escenario. El indicio del inminente comienzo estuvo dado por la primera violinista que hizo afinar a todos los músicos sus instrumentos según la nota la emitida en su violín.
La entrada del solista, Martín Salum, secundado por el director de la orquesta, generó el silencio del público dispuesto a escuchar.
El programa
Las obras abordadas son dos conciertos de mucha complejidad y profundidad que pertenecen a geniales compositores como son Mozart y Beethoven.
El repertorio estuvo compuesto por el Concierto para piano nº 23 en la mayor K 488 de Wolfgang Amadeus Mozart y el Concierto para piano nº 2 en si bemol mayor, Óp. 19 de Ludwig van Beethoven.
El concierto para piano nº 23 en la mayor K 488 de Wolfgang Amadeus Mozart fue terminado de componer en el año 1786. Está escrito para piano y orquesta. Su estructura consta de tres movimientos:
1-Allegro en la mayor. Su carácter es alegre, aunque aparecen secciones melancólicas. Está escrito en compás de 4/4.
2-Adagio en fa sostenido menor. Tiene forma ternaria y su melodía contiene intervalos de gran amplitud para la época.
3-Allegro así en la mayor. Presenta la forma Rondó con varias modulaciones a distintas tonalidades. En este movimiento aparece una línea melódica a cargo del clarinete que interrumpe el discurso del piano como si fuera la aparición de un personaje operístico que produce un cambio de escena.
Salum, desplegó su virtuosismo con total dominio de la obra. Interpretó de memoria los tres movimientos dialogando con los instrumentos con expresividad y sutileza en los matices.
Logró expresar claramente la dualidad de afectos propia de la música del período Clásico al cual pertenece esta obra, por la sucesión de ideas de contrastante carácter.
Su toque fue elegante y bello. Reflejó la claridad estructural y en la articulación formal. La línea melódica del piano, condujo a la armonía que le sirvió de sostén y marco formal a la obra, a través de los diferentes timbres de la orquesta.
Los períodos largos en los que se suceden las frases musicales tuvieron fluidez, movilidad a favor de la expresividad y la orquesta bajo la batuta de Valdez, logró acompañar la inspiración del solista.
La cadencia final, en el primer movimiento, cumple la función de ser una articulación conclusiva. En ella el solista demostró maestría técnica y brillo sonoro.
Un extenso y cálido aplauso premió al pianista por su interpretación quien a su vez obsequió a los presentes un exquisito Solfeo de Carl Philipp Emanuel Bach.
La segunda parte del concierto continuó con el Concierto para piano nº 2 en si bemol mayor, Óp. 19 de Ludwig van Beethoven interpretado por Pablo Santa Cruz.
Esta obra fue compuesta entre los años 1787 y 1789. Fue estrenada en 1795 por el propio compositor quien con esta obra hizo lucimiento como solista.
Consta de tres movimientos:
1- Allego con brío. Con un acorde de tónica, comienza con carácter triunfal y luego se intercalan algunos momentos con ánimo juguetón.
En los pasajes con difíciles escalas cromáticas, el solista, Pablo Santa Cruz hizo lucimiento de su solvente dominio técnico.
2- Adagio. Es tranquilo y sereno.
En este movimiento, el pianista logró crear un clima de honda expresividad e intimidad. El fraseo fue dibujado con sutiles rittardandos y notables cambios dinámicos sin perder sonoridad en los pianísimos.
3- Rondó allegro molto.
Santa Cruz imprimó jovialidad a este movimiento. Con fuerza y valentía abordó la compleja textura dialogando con la orquesta a través de la sucesión del tema y las variaciones.
La orquesta pudo seguir la regularidad rítmica del solista. Fue destacable su constante comunicación gestual de Pablo Santa Cruz con el director especialmente en las cadencias.
La versión ofrecida reflejó la musicalidad y sensibilidad del pianista y su ductilidad para lograr momentos de fuerte dramatismo e intensidad sonora con otros de calma y serenidad en las que el compositor exige delicados pianísimos.
Estudio, constancia y compromiso son los valores que se reflejaron en el trabajo presentado por el pianista.
Agradeciendo los aplausos, Pablo Santa Cruz ofreció el Intermezzo de la “Cavalleria Rusticana” de Pietro Mascagni.
La precepción
En esta ocasión pude vivenciar el proceso de preparación y el de realización del Concierto, compartiendo diferentes emociones y sensaciones de los músicos como el nerviosismo, la ansiedad y alegría previos. Comprobé el valor del compañerismo antes, durante y después del concierto; la buena educación y el trato respetuoso de todos sin diferencias de roles o edades como también el compromiso y responsabilidad permanente.
Desde dentro, también como parte de la comunidad educativa de la Escuela Municipal de Música Remo Pignoni, me siento profundamente orgullosa de mis compañeros y sus alumnos.
Este concierto es el reflejo del trabajo diario de formación de estos jóvenes, de todo el personal de la escuela, su directora, docentes y no docentes, administrativos y de maestranza, a través de muchos años.
Este concierto es una muestra de las actividades y el modo de trabajo de la Escuela Municipal de música.
Esta Escuela nos pertenece a todos. Es de nuestra ciudad.
Muchos de los egresados siguen estudiando en universidades de nuestro país, algunos ya forman parte de nuestro plantel docente.
Así los músicos surgen y se forman desde dentro de nuestra comunidad.
Felicitaciones a todos los protagonistas por el Concierto ofrecido.
¡Qué continúe la música!
* Licenciada en Teoría y Crítica de la Música.