Raúl Emilio Acosta
Raúl Emilio Acosta
La reciente aparición de la película de Tarantino hablando, desde su mirada, de aquellos años ‘60, dispara fastidios. No fueron años fáciles. Además del clan estaba Viet Nam y la pastilla anticonceptiva. Esa fue una liberación femenina muy importante. La Alianza para el Progreso y el Mayo Francés, más la primavera de Praga. Love and peace.
En Argentina, desde el 1955 al 1973 hubo un olvido por decreto que afianzó la memoria y se sabe: en la memoria hay violencia contra el olvido. Hubo18 años de proscripción del peronismo.
Toda película es una creación colectiva que habla desde los ojos de su director y la ayuda de los montajistas. Woodstock no hubiese sido igual sin Martin Scorsese. Leonardo Favio no hubiese sido lo mismo sin Ripoll en la sala de montaje. Pero es Favio. Silogismo extraño. Favio es peronista.
Al peronismo intentan “acomodarlo” a interpretaciones de películas. Un amigo, entusiasta del cine y también importante pensador, sostiene que Tarantino lo obliga a escribir sobre el peronismo. Secretos y diversos son los caminos del Señor. Tarantino no “vivió” los años ‘60. Puede inventarlos como desee.
En Argentina la señora Cristina Elizabet Fernández de Kirchner, para referirse a Duhalde, Eduardo Duhalde, citó públicamente la saga de El Padrino. Es un modo como cualquier otro. Define conocimientos. Nadie habla más allá de cuanto conoce. Las palabras son eso: traicioneros resúmenes de lo conocido.
Hay quienes entienden al peronismo como tal y quienes creen que una serie (Los Soprano) reviste el carácter de monografía sobre el peronismo y el poder. Asimilar el peronismo a la mafia y los clanes mafiosos es tentador.
“Gatica” y “Mercado de Abasto” dicen lo suyo sobre dos países que conviven con “Las Aguas bajan turbias” y “La guerra Gaucha”.
Toda vez que releo el texto de “Stéfano” (Armando Discépolo) advierto que su fatalismo nos acompaña. “Hombre de la Esquina Rosada” es algo más que un título. “Un guapo del 900” es una definición arquetípica que todos entendemos. El peronismo es la exageración de un aquetipo.
Si no hubiese saña y alevosía en los lectores diría que la mejor definición del peronismo aparece en la biografía, repito: aparece clara y secuencial en la simple vida de Ramón Ortega. Un repaso que deberían hacer los estudiosos del cine y la sociedad. Sin tachaduras ni enmiendas. Antes de sonreír conviene lo sugerido: repasar sus datos.
La mayoría de los analistas dominicales (hay algunos sabatinos) se empecinan en mirar al país y, dentro del país al peronismo, desde fuera. No se sienten parte, integrantes, sumatoria.
Esa mirada excéntrica que acompaña a los dos mediáticos mas serios (La Sarlo y el Fidanza) no impide observar que otros solo reposan de sus aleteos el tiempo entre una facturación y otra. La diferencia hay que subrayarla e insistir: todos quieren ser excéntricos.
La vida mediática del peronismo, sus exégetas y profanadores, finalmente ayudan a su conservación manteniendo dentro del panteón, comprado a perpetuidad el ayer, el hoy y, como dijese Borges, “el todavía”.
En todo caso el cuidadoso olvido del facto que lo vuelve definitivamente mediático y publicitario (17 de octubre del 1945, la noche y el balcón, 100 por 100 espectáculo) impide ver su carácter de épica de la narración. El peronismo nació vertical y espectacular. Se insiste. El peronismo es un acontecimiento público y una herramienta para tomar el poder. Es gestado desde el poder.
El peronismo va contando su relato, lo acelera y multiplica, no lo congela. No hay un último fotograma y un The End. Es difícil contar “la película” del peronismo cuando no terminó. El aún, el todavía...
El jardinero marroquí descalzo, negrito, empleado en negro, que cuidaba el pasto y el laguito en la Quinta 17 de Octubre en Barrio Puerta de Hierro el 25 de mayo de 1973 (lo vi, primera persona del singular: yo lo vi) tiene un lazo directo con la Plaza de Mayo de esos días del 1945, con la del 25 de mayo del ‘73 y con la del 1º de mayo de 1974. La que libera Devoto y la que hecha estúpidos imberbes de su entraña.
Qué guionista ilumina tantas veces el mismo escenario con actores tan diversos... Mismo sitio. Mismo ángulo. Diferentes actores. Incomprensibles textos si fuesen una continuidad. Excepcionales en su diversidad y ay, unidos finalmente. Peronismo.
Don Tulio Halperín Donghi, a quien todos citamos, aporta con su fatalismo y su nostalgia una mirada que es la que recogen los analistas. Está Borges allí, en el fatalismo. Gino Germani en el escepticismo y el propio Halperín Donghi en la nostalgia que, desde Berkeley, lo lleva a la impotencia. Halperín suscribe esto. “Soy clase media y (lo dijo el gordo Cooke) estoy maldito”.
Ernesto Palacio, Hernández Arregui y hasta el costumbrismo de Jauretche aportan y llevan al quebranto. Nada queda de aquellos inquisidores. Nada. No hay reposición.
El siglo XXI, tan propenso a la hiperdefinición, la unidad y la universalización de los símbolos y los gestos, pone a las Torres Gemelas como un punto espacial inamovible. Todos vimos la imagen.
En el 2020 aquel peronismo estará gobernando políticamente el país. El tiempo desde 1946 es mucho. No hubo revolución ni Sierra Maestra, mucho menos asalto al palacio de verano. Solo OSDE.
Gino Germani, anterior a Tulio Halperín Donghi, creador de la carrera de Sociología es quien, desde su lógica socialista, no comprende pero observa el peronismo al que vio nacer (llega a la Argentina en la década del 30). No es fascismo, ma, pero...
¿Estaban las brigadas, los asesinatos, el partido vertical, la inamovible sustancia del voto en lo que ellos vieron...? Todo estaba y todo queda. No hay un peronismo bueno y uno malo. Hay un peronismo.
¿Está Robocop en el peronismo. La inatajable lógica del surrealismo italiano estaba... Está...?
No creo que haya una película que defina al peronismo porque ya fue dicho, siguen filmándose sus tramos más sorprendentes.
Es cierto que mucho cine de autor termina reformulando o mejor, acomodando las miradas de quienes siguen sorprendiéndose con el peronismo.
Es cierto que el peronismo puede simplificarse a una crónica sabatina o una intervención de un panel televisivo. Todos son bastones en una senda muy empedrada.
También es cierto que da razones para sumar y restar a Heráclito. No es el mismo río pero, che, es el único río. Un río de película en filmación.
En el afán que da el apuro diría que el peronismo, si es una película tiene una música, un grito de corazón. Pero eso ya lo sabíamos.
El peronismo nació vertical y espectacular. Se insiste. El peronismo es un acontecimiento público y una herramienta para tomar el poder. Es gestado desde el poder.
El peronismo va contando su relato, lo acelera y multiplica, no lo congela. No hay un último fotograma y un The End. Es difícil contar “la película” del peronismo cuando no terminó. El aún, el todavía...