Hoy el nombre de Steven Soderbergh está enlazado con filmes de Hollywood de gran evergadura y plagados de grandes estrellas. Los dramas sociales “Erin Brockovich” y “Traffic”, ambos del año 2000 y toda la saga de “La gran estafa”, que congregaron a actores como George Clooney, Brad Pitt, Michael Douglas, Benicio del Toro, Julia Roberts y Al Pacino, aparecen como los más resonantes. Sin embargo, el trabajo más profundo y logrado de este artista se titula “Sexo, mentiras y cintas de video”, fue realizado con un presupuesto de apenas 1.200.000 dólares (“La gran estafa” costó 80 veces más) y cumple 30 años desde su estreno.
Soderbergh había tenido diversas experiencias cinematográficas en su juventud ochentosa, como el rodaje de un video para la banda Yes en 1985, que le granjeó una nominación a los Premios Grammy. Y toda esa formación ecléctica se puso en juego en “Sexo, mentiras y cintas de video”, que escribió en poco más de una semana y filmó luego en cinco semanas. Se trata de una mirada madura, minuciosa y crítica sobre las relaciones sentimentales de los jóvenes, ambientada en una ciudad del sur de los Estados Unidos. John, un abogado ambicioso, engaña a su mujer Ann, tímida y aparentemente poco interesada por el sexo. Tiene una aventura con su cuñada, mucho más extrovertida. En medio de esto, aparece un viejo compañero de John de sus años en la universidad quien tiene una extraña afición: graba videos de mujeres hablando de su sexualidad y relaciones. Su llegada pone en crisis las vidas de todos, en especial la de de Ann.
La película obtuvo la inmediata aprobación de la crítica, que verificó en sus 104 minutos la enorme potencialidad de un director capaz de atrapar, entretener y hacer pensar a través de un cámara inquieta. “Es tan bienvenida como unas sábanas frescas, es reveladora y muy personal. Tiene la atmósfera amable de una fiesta de pijamas surrealista”, escribió Rita Kempley en The Washington Post. Pero la repercusión se extendió a todo el mundo, al punto que el crítico de El País de España, Miguel Ángel Palomo, la describió como “Un gélido bisturí explorador de las miserias humanas”.
Luego de girar por distintos festivales (de hecho, se quedó con la Palma de Oro en Cannes) y de tener su premiere norteamericana en Estados Unidos, en setiembre de 1989 “Sexo, mentiras y cintas de video” se estrenó en Inglaterra y ese pase significó la consagración internacional definitiva y la legitimidad como una de las películas de bajo presupuesto más trascendentes, en términos artísticos y temáticos, de toda la historia. Es posible que su mayor mérito sea, precisamente, el de abrir al cine independiente norteamericano a la vidriera internacional. Muchos fenómenos que llegaron después encuentran su génesis aquí, y hay cineastas que hoy son reconocidos que deben mucho a este logro de Soderbergh. El gran público empezó a abrirse a una serie de films que, sin este antecedente, jamás hubiera visto.
Otro aspecto que contribuyó a que el film permanezca vigente a tres décadas de su estreno, tiene que ver con los actores protagónicos, que componen al heterogéneo cuarteto que se relaciona de formas inesperadas. Casi todos ellos eran prácticamente desconocidos para el gran público. Andie MacDowell, también modelo, había participado en roles secundarios en “Greystoke, la leyenda de Tarzán” y “St. Elmo’s fire”. Pero fue a través de la intepretación de la reprimida Ann en el film de Soderbergh cuando adquirió la fama que luego se acrecentaría a través de la inspirada “Cuatro bodas y un funera”, donde compartió cartel con Hugh Grant.
James Spader, hasta mediados de los ‘80 partícipe de reparto en filmes romáticos y comedias adolescentes (“Endless Love”, “Pretty in Pink”) alcanzó la madurez actoral al componer su personaje de Graham en “Sexo, mentiras y cintas de video”. Lo dotó de una sensibilidad especial, y a la vez de cierta ambiguedad. De hecho, es el que conduce a todos los conflictos que remueven la historia. Peter Gallagher y Laura San Giacomo, por su parte, introducen la frivolidad y desfachatez que contrasta con la serenidad de Ann y Graham.
Con su tesis muy actual de que las pantallas y su introducción en la vida cotidiana (en este caso las cintas de video que graba el personaje de Spader) pueden modificarlo todo, Soderbergh logró una fresca observación sobre las relaciones humanas que mantiene pasmosa vigencia.