La Universidad Católica de Santa Fe invitó al doctor Adrián Beling, becario del KAAD, Servicio de Intercambio Académico Católico, para la presentación de su libro “Desarrollo Non Sancto. La religión como actor emergente en el debate global sobre el futuro del planeta”.
La actividad fue organizada por el Instituto de Ecología Humana y Desarrollo Sustentable de la Facultad de Ciencias de la Salud, y se enmarca en una serie de acciones de cooperación entre la UCSF y la Universidad de Heidelberg de Alemania, a través del Master en Salud Global.
En este contexto, Adrián Beling, sociólogo por la Universidad Humboldt de Berlín y por la Universidad Alberto Hurtado en Santiago de Chile, junto a Julien Vanhulst, coordinaron la publicación del libro. “Surgió de una inspiración común con la doctora Ana Bonett y después tomó un camino paralelo. Terminamos produciendo dos libros hermanos, pero ambos salen de la misma fuente, que es la reflexión que nos propone el Papa Francisco a partir la Encíclica Laudato si’ acerca de la trayectoria deletérea que está adoptando la sociedad posmoderna en todo el mundo y que está en curso de colisión frontal con los límites ecológicos del planeta y está desintegrando a las sociedades en el camino hacia ahí”, comenzó a explicar Beling.
La publicación es un libro colectivo. En él, todas las contribuciones tienen un denominador común, que es tomar a la ecología desde la complejidad socioecológica que plantea Francisco, “que rechaza de forma bastante explícita el discurso más individualista y más acomodaticio que no molesta a nadie como apagar la luz o sacar la basura”.
“La problemática es más profunda y consiste en empezar a reconocer que hay un lado muy oscuro del proceso de industrialización y de modernización del mundo. Los beneficios son evidentes, no hace falta decirlo porque está dicho: se ha reducido la tasa de mortalidad, la gente tiene acceso a cosas que antes no tenía. Pero de lo que nadie habla es de que esto no fue gratis y que hoy hay un protoconsenso científico, pero también político, de que esta trayectoria es suicida”.
Como ejemplo, ubica Alemania como pionero en debate y en prácticas ambientalistas, pero que “no es modelo de nada porque tiene una huella ecológica de cuatro planetas”. “Para que todos podamos vivir como un alemán actual, necesitaríamos los recursos, la capacidad de absorción y polución que producen cuatro planetas. Solo tenemos uno. Entonces, ese país no puede verse como un modelo en ese sentido tampoco, no más que Argentina. La gente allá vive mejor en términos sociológicos y materiales, pero eso no es sostenible en el tiempo. De hecho, gran parte de esa bonanza también proviene de la no bonanza de otros lugares”.
La religión como actor emergente
En su libro, Beling considera a la religión -desde su punto de vista- como un microuniverso, una especie de espejo de las sociedades en las cuales esa religión existe. “Si es conservadora, es porque esa sociedad es también conservadora, o quizás cambia más lento de lo que cambia la sociedad. Pero en el fondo no es nada que esté completamente fuera, sino que reproduce un poco las mismas estructuras y las mismas matrices de pensamiento de las sociedades en las cuales se origina y en las cuales se desarrolla”.
Desde esta perspectiva, se pueden observar distintos movimientos en distintas direcciones. “En especial, hay un surgimiento muy fuerte desde lo que en la Iglesia Católica se denomina sectas pentecostalistas que lejos de plantear este debate, lo resisten. Son las que han llevado, por ejemplo, a la elección de Bolsonaro en Brasil, que obviamente es ‘anti’ esta temática”, argumenta Beling. “Pero desde la Iglesia Católica, y desde las estructuras tradicionales, hay una especie de convergencia ecuménica en torno a esta idea de ecología integral que tiene todas estas dimensiones de críticas civilizatorias. Porque va más allá, se enfoca en lo que hay en común entre todos estos colores políticos y que es problemático, pero que por ser común a todos nadie problematiza”.
El autor sostiene que el Papa plantea que el comportamiento de la sociedad planetaria es suicida, sin eufemismos. “Lo que pasa es que con el discurso ambientalista hay también una apropiación muy particularista de ese discurso que tiene que ver con un cierto ambientalismo del norte, que se caracteriza por prácticas como reciclaje, eficiencia energética, apagar la luz al salir de la habitación, este tipo de cosas que están muy bien pero que no solucionan nada”, desafía Beling.
Mesianismo tecnológico y economicismo
El autor pone de manifiesto un antagonismo que plantea Francisco en Laudato si’. “El mesianismo tecnológico, que plantea que la tecnología va a resolverlo todo, y el economicismo, por el cual el criterio económico es el que prima y el que rige las decisiones. Él dice que estas dos cosas están llevándonos a chocarnos contra una pared”.
Tanto el Papa como los autores plantean que nos hemos acostumbrado a pensar modernidad y expansión como sinónimos, y sostienen que esto no es necesariamente así. “De hecho, la promesa original de la modernidad en los pensadores ilustrados europeos, era una sociedad autónoma que maximizaba la posibilidad de cada individuo de decidir su propio destino. Hoy trabajamos más horas, cobramos menos sueldo y tenemos menos perspectivas claras de futuro que lo que teníamos en los años 70”.
“El 80% de nuestro consumo es descartable, lo usamos una vez y lo tiramos, es packaging. ¿Te cambiaría mucho tu calidad de vida por reducir el Packaging?”. Beling explica que no se trata de retroceder, de “volver a la edad de las cavernas”.
“Cuando hablamos de transformaciones impulsadas desde la política yo me pregunto: Si queremos hacer un cambio ecológico ¿Qué hay más fácil que prohibir las bolsas de nylon? ¿Es tan complicado?”.
“La primera traba no es política, es de imaginación sociológica: se trata de desacoplar ciertas cosas que en nuestra mente están acopladas como si fueran lo mismo, si no empezamos por ahí, no hay cuestionamiento y si no hay cuestionamiento no hay cambio”.