De la desconexión real a la hipervinculación virtual
Dos profesionales del Hospital de Niños “Orlando Alassia” proponen pensar a niños y niñas como sujetos en construcción. Y pasar del modelo de consumo a la humanización de los tiempos que corren.
Archivo El Litoral Un chico que está encerrado todo el tiempo en su casa va a estar mirando una pantalla, y luego se lo va a estigmatizar por su desconexión , dice una de las psicólogas.
Del estigma a la esperanza, de la omisión a la acción y de la indiferencia al compromiso. Este es el cambio de perspectiva que proponen integrantes del Sector de Salud Mental del Hospital de Niños “Orlando Alassia” para abordar las infancias y adolescencias. Y, al cabo de un extenso diálogo con la jefa de ese equipo, Lorena Aguirre, y con Paola Busso —ambas psicólogas— se verá que ninguna expresión está de más.
El nuevo Hospital de Niños cumplió 20 años en agosto y la fecha permitió reflexionar sobre los cambios que ocurrieron en ese período, tanto en las leyes como en las instituciones, pero también en las atenciones. Y “lo epocal ha cambiado”, afirman las profesionales. “Impera un modelo de la máquina, del consumo y el mercado, y eso impacta en el contexto social y científico en que se leen los padecimientos subjetivos de infancias y adolescencias: hay una tendencia a la patologización de ciertas conductas y a la medicalización. Sería importante no ser tan diagnosticadores sino más bien interrogadores de qué le está pasando a ese pequeño sujeto, y actuar con cautela”, advierte Aguirre.
Y en este punto menciona a Beatriz Janin, referente en el tema, cuando afirma que “se les habla muy poco a los niños”. Así, “se ven chicos desconectados con los demás pero conectados a las pantallas. Porque cuando todo es urgente, hay poco lugar para la palabra, para el diálogo, la fantasía y la creatividad. No queda ese tiempo para el vínculo, para el intercambio con el otro fundante necesario para que se vaya construyendo el psiquismo de cualquier sujeto”, afirma.
Pero hay otros imperativos de época: “Los ideales de perfección, y la tendencia al narcisismo y a la voracidad, porque parece que hay que comprar de todo por una necesidad de ‘colmamiento’”, aporta Busso. Y todo esto genera una tendencia a la sustancia, que es la que proporciona una suerte de “felicidad” que no se encuentra en ese otro lugar.
Guillermo Di Salvatore Especialistas. Paola Busso y Lorena Aguirre, integrante y jefa del Sector de Salud Mental del Hospital de Niños, respectivamente.
Especialistas. Paola Busso y Lorena Aguirre, integrante y jefa del Sector de Salud Mental del Hospital de Niños, respectivamente.Foto: Guillermo Di Salvatore
La niñez en su laberinto
Mientras tanto, las autolesiones, las ingestas, los comportamientos disruptivos y las desconexiones componen la principales atenciones del sector en primera infancia y adolescencia, junto con casos de abuso sexual y maltrato infantil. Y algunos de esos casos pasan a internación, donde el manejo “humanizante” de los pacientes supone otro desafío. Como también lo es la institucionalización.
“Nos interesa el tema de las infancias y adolescencias que están en manos del Estado”, exponen ambas profesionales, e invocan a la experta Mercedes Minnicelli que usa la metáfora del “laberinto”, para referirse a esa infancia perdida en los vericuetos institucionales, donde la vida sigue repitiendo el mismo devenir de los primeros años. “Por eso se trata de trabajar con el niño o niña pero también con quienes están a cargo del espacio donde se alojan, porque esto tiene un efecto en todos los otros niños que están allí y en los que van a pasar por ese lugar”, añade Busso.
El consumo problemático, uno de los temas que atraviesa la atención en el sector, preocupa y abre varias lecturas. En este punto, admiten que cambió la edad de consumo y el tipo de sustancia: “Ingresan chicos y chicas de 10 ú 11 años intoxicados por sustancias ilegales, pero también por aquellas drogas consideradas legales, como el alcohol y las pastillas”. Aquí, Aguirre pide hacer una lectura crítica porque las tres drogas más consumidas son —precisamente— las consideradas legales: tabaco, alcohol y psicofármacos, que “es un tema muy complejo porque hay una accesibilidad a la sustancia y un desamparo vincular por otro, en tiempos constitutivos de infancias y adolescencias”.
Es inevitable que la misma coyuntura que atraviesa al mundo adulto tenga impacto en la infancia: “Los problemas económicos son un impedimento a cualquier actividad fuera del horario escolar; hay un retiro del Estado en los barrios y allí, sin plazas y con un avance del narcotráfico y la inseguridad, la posibilidad de participar de actividades recreativas se vuelve casi inexistente”, evalúa Busso. “Un chico que está encerrado todo el tiempo en su casa va a estar mirando una pantalla”, y luego “se lo va a estigmatizar por su desconexión”, anticipa.
Propuestas como el Tríptico de la Imaginación, que suma El Alero y otros espacios, además del proyecto SOS Música son fundamentales —consideran ambas—, pero “tendrían que existir experiencias similares en todos los barrios”. Mientras tanto, coinciden en que “todos construimos infancias, tengamos el rol que tengamos”. Y advierten que “lo que pasa acá es un reflejo de lo que sucede en la sociedad, con la ruptura de los lazos de solidaridad, y la mirada sobre el otro con miedo y desconfianza”.
Por eso, insisten en la importancia de pasar “de la indiferencia al compromiso”, porque “no es lo mismo hacer que no hacer, hay que marcar una diferencia desde el rol que cada uno tenga. Estas posiciones éticas son las que pueden sembrar cambios. Esto implica que las infancias y adolescencias sean parte de una agenda”.
Cambios que acompañan
La cantidad y la forma de atención no es lo único que se modificó en estos 20 años del Hospital de Niños. También creció el sector en términos de recursos humanos, que pasó de 5 a 18 profesionales (“15 cargos y 3 precarizados”) distribuidos en cuatro áreas: Estimulación Temprana, Psicología, Psicopedagía y Paidopsiquiatría que fue la última especialidad que se incorporó.
Además, la implementación de la Ley de Salud Mental que significó un gran empuje para el sector, tanto a nivel provincial como nacional, e introdujo el concepto de “desmanicomialización” que implica que en el Alassia, en el Cullen, en el Iturraspe o en el Mira y López se puedan internar a personas que atraviesan una crisis subjetiva (antes todas las internaciones eran en el Mira y López).
Además, se modificó el panorama institucional con la creación de la subsecretaría de Niñez en 2006: “Antes teníamos la Ley de Patronato y hoy contamos con otra ley de infancia que cambió las prácticas profesionales. Pero siguen existiendo restos de la anterior lógica que afectan los procesos subjetivos de los niños ya que hay una objetalización de la infancia y adolescencia. Faltan políticas de infancias y adolescencias”, coincidieron Aguirre y Busso.