Por Ignacio Pellizzón
La ciudad está vacía como nunca y los ciudadanos parecen haber escuchado el mensaje presidencial. Con nuevos arrestos por romper la cuarentena, comercios abiertos y poco transporte, los rosarinos transita el primer día con más dudas que certezas.
Por Ignacio Pellizzón
“¿Se puede pasear al perro?”, “me dijeron que a la carnicería no vaya porque hay cola”, “¿Necesito certificado para ir a la farmacia?”; las dudas reinantes de los vecinos que se asoman a sus balcones para encontrar una cara amiga con quien compartir las decenas de dudas que quedaron tras el discurso del presidente, Albert Fernández, tras decretar el aislamiento obligatorio hasta el 31 de marzo. Así se despertó la ciudad: envuelta en un mar de silencio e incertidumbre.
Atrás quedaron los bocinazos de los autos, motos y colectivos del jueves. Las colas desesperantes, por abastecerse en supermercados y mercaditos de los barrios ya no sienten la respiración agitada de decenas de personas. Los paseos con mate en mano y los perros deambulando por los parques tampoco son parte de la postal actual. Rosario escuchó y se resguardó.
El movimiento es muy similar al de un feriado o un domingo cualquiera. Hay escasa circulación de ómnibus del transporte urbano de pasajeros porque funcionan con horario de fin de semana, solamente el 20% de los taxis están trabajando con normalidad -para ellos era optativo-, los comercios barriales tienen las persianas altas, pero con algunas pocas personas haciendo fila con un metro de distancia para alguna compra primordial.
Los espacios públicos como los parques y las plazas están cooptados por los pájaros y la ruidosa música de la naturaleza, que para nada es invadida por el andar de los vecinos que parecieran esquivarlos como si fueran mortales. La postal desértica de los espacios verdes es tan bella como inusual.
Como una flor en primavera, proliferan los barbijos en trabajadores que están yendo y viniendo porque son parte de los rubros excepcionales que sí o sí tienen que seguir funcionando. Las caras son de preocupación. Nadie entiende muy bien de qué se trata y lo que está pasando. Todo es nuevo, todo es experiencia.
Mientras tanto, el municipio realiza limpiezas profundas en las paradas de ascenso y descenso de pasajeros de colectivos de mayor afluencia. Se reforzaron las tareas de higiene y desinfección en las unidades en las puntas de línea y lugares estratégicos (puntos intermedios de recorrido), tales como plaza Sarmiento, Terminal de Ómnibus y Metrobus. Nada queda librado al azar.
La inmensa mayoría entendió que debía quedarse en casa, pero hay algunos que todavía siguen sosteniendo su postura irresponsable y desafiando el contagio. En el momento que se escribe esta crónica las detenciones en Rosario y la región a personas que violaron la cuarentena obligatoria dispuesta por el gobierno para evitar la propagación del coronavirus ya suman 29. En las últimas horas de este viernes se registraron dos casos denunciados por vecinos. Se trata de hombres que regresaron del exterior e incumplieron la reglamentación, entre ellos, el reconocido oftalmólogo Carlos Ferroni.
No todo es armonía y paz en la ciudad. Pese a la cuarentena, muchas personas que tenían como fecha de cobro el día de hoy, entre ellas jubilados, se acercaron a entidades financieras del centro. La policía los mandaba de vuelta a sus casas y hubo varias discusiones, como por ejemplo en el banco de la esquina de Santa Fe y Corrientes, donde se confundiendo clientes con empleados.
Así va transitando su primer día de cuarentena Rosario. Sin saber muy bien de qué se trata lo que se está viviendo y sin certidumbres sobre lo que vendrá en el futuro. Pero con muchas ansias de cumplir lo que se pide y sin más armas que un barbijo y alcohol en gel para combatir al enemigo invisible, ése que no tiene nombre de corona sino de persona.