Hugo Valderrama / Médico Neurólogo, Máster en Neurociencias (mat. 5010)
Hugo Valderrama / Médico Neurólogo, Máster en Neurociencias (mat. 5010)
El coso, la cosa, ese que se usa para, ay, ¿cómo se dice? Sabemos que lo sabemos, pero no podemos decirlo. Para una mayor frustración, cuanto más pensamos en la palabra que falta, como solemos hacer, más se nos escapa.
Hay un río en el inframundo llamado “Lete”, del cual beben los muertos para olvidar sus recuerdos terrenales, según la mitología griega. De ahí que se denominó “letológica” a este olvido, generalmente transitorio, de una palabra.
Con los estímulos correctos, de niños aprendemos a transformar los conceptos abstractos en palabras y lo damos por sentado el resto de nuestra vida, aunque no por ello deja de ser un proceso complejo. Nuestras cien mil millones de neuronas construyen interconectándose entre ellas, recordar una palabra dependerá de las asociaciones y patrones con otras redes de información.
Palabras que aún no logran una asociación eficiente, la interferencia de otras similares que se cruzan en el pensamiento al mismo tiempo, o la interrupción en las neuronas que la articulan en sonidos, son las principales causas de la letológica. Inclusive, el cerebro previamente compone la semántica y la sintaxis de lo que queremos decir, pero la etapa final, la expresión, se ve interrumpida. Es decir, la mayor parte de la idea permanece intacta, todavía sabe todo acerca de lo que está tratando de describir, excepto la habilidad de formar sonidos para comunicárselo a otra persona.
Sucede más con los nombres propios, al finalizar esta columna encontrará el link a otra donde explico en detalle, el por qué de esta predilección del cerebro al momento de olvidar.
Agotamiento, estados de ansiedad y/o angustia, la atención cambiando de un punto a otro en medio de la charla, están entre los más frecuentes predisponentes de estos olvidos. Por ello puede suceder de manera fisiológica, normal, durante toda la vida. Pero si nota aumento de la frecuencia y permanencia, que le llame la atención a usted, o a alguien que lo observa y se lo comenta, no dude en consultar a un neurólogo. El mismo realizará el interrogatorio y los estudios correspondientes, principalmente test cognitivos, para evaluar si se trata de un proceso fisiológico o patológico.
El “destrabe” del recuerdo ocurre en la mitad de los casos en el primer minuto, aunque pueden pasar horas o días, hasta que “de golpe aparece de la nada”. No es de la “nada”, no le quitemos mérito al esfuerzo a su cerebro, que durante ese tiempo siguió recorriendo un gigantesco laberinto de asociaciones y al mismo tiempo, estando atento a un dato que escuche, vea, sienta, que le sirva de orientación.
Si el cerebro no logra por sí mismo crear las vías que conectan con esa palabra, es muy usual que se la vuelva a suceder el olvido. El que quiera entonces ayudar a crear conexiones, a la persona que formula un pregunta como: “¿cuál es el nombre de este actor que siempre me olvido?”, no debe darle la respuesta, sino brindarle pistas. “Vos decís el que trabajó en la película...”, o “el que tiene el mismo apellido que..”. De esta manera estará siendo momentáneamente su guía, para la construcción de esos caminos neuronales.