El economista Roberto Cachanosky tuiteó e las últimas horas que “El gobierno de científicos y genios infectólogos logró igualar a Brasil en la cantidad de muertos por millón de habitante promedio móvil 7 días”. Acompañó el dato con gráficos oficiales que consienten su afirmación.
Sin embargo lo que es cierto en la foto registral, merece reflexiones que siempre se puedan contrastar y enriquecer. Una de ellas es que ni la curva de un Brasil de confrontación brutal ante la pandemia, ni la de una Argentina medieval en sus cuarentenas ciertas y fallidas, pueden otorgar argumentos serios. El comportamiento del Covid-19 de aquí en adelante es aún indescifrable y la vacuna se resiste a los apuros propagandísticos. La historia dirá.
Pablo Sigal mostró en Clarín, hace pocas horas, que las bases de datos consolidadas muestran que las muertes registradas en el país en las últimos días bajan, cuando en realidad suben dramáticamente en los partes oficiales. El “delay” puede explicarse porque sobre el universo de fallecidos, las comprobaciones de causa de muertes tardan. También generan interrogantes porque no todos los casos fatales dudosos se testean para dar certezas a los registros. Y porque la burocracia y la especulación política siempre están a disposición.
Mientras capital y gran Buenos Aires pelean para mostrar éxitos y fracasos tras haber trepado la temida curva -y sin saber qué tan extensa es la cima- Santa Fe está entrando en el empinado desafío. La Casa Rosada, tan autorreferencial en el Amba por interés inmediato y desprecio federal, ahora apela a los “números nacionales”; revuelve miedos que ocultan certezas distritales, para no abordar criterios de racionalidad y gestión.
Los contagios en el Gran Buenos Aires son 5 veces los de capital, mientras el presidente se ocupa de cerrar las terrazas y los patios de los bares porteños.
Tal vez sería prudente que las autoridades provinciales santafesinas vuelvan a mostrar al desaparecido “R cero”, ese parámetro capaz de medir la dinámica de la enfermedad, que a partir del valor de umbral de 1,0 indica cuánto podría evolucionar el brote. Eso extrapolado de las disputas íntmas entre Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof.
El “R cero” sobre la base poblacional santafesina y la capacidad hospitaliaria de la provincia –con sus correspondientres camas de terapia intensiva, respiradores y recursos humanos disponibles- es la medida que debe regular la lectura de los números absolutos de contagios y la apertura o cierre de actividades. Sin dejar nunca de observar la decisiva responsabilidad personal y social de cumplir con los protocolos. Ni la obligación estatal de identificar y testear casos para aislar focos de contagios.
Santa Fe no debe olividar que sólo con los casos del Área Metropolitana de Buenos Aires, la Argentina se sometió inicialmente al aislamientos en todo su territorio y asimismo se trepó entre los 10 países con más contagios con la cuarentena más larga del mundo. También, es cierto, con una menor tasa de mortalidad.
Pero el país posee pobrísimos registros de testeos que podrían sugerir que hubo muchos más caso que lo que los partes y las bases de datos consolidadas exhiben.
La apelación a un brutal botón rojo para abrir y cerrar libertades no es una política sanitaria sino el reconocimiento de la impotencia. El seguimiento informativo serio y el cuidado del personal sanitario que atiende el frente de una batalla cruenta, son los recursos para el bien superior a preservar, que es la vida. Dentro de lo posible. Porque aquí nadie está exento, ni tiene el poder de Dios o la supremacía científica definitiva.