La práctica de elegir un producto, verlo, palparlo y finalmente decidir su compra o no, retrocedió unos cuantos casilleros en los meses que lleva instalada la pandemia en la provincia. Fueron décadas de sólo tener que esperar la llegada de clientes frente ante un cuadro actual bastante distante a ello: hay que salir a buscar al cliente.
Los tradicionales centros comerciales abiertos (CCA) de la provincia siguen batallando los embates del coronavirus. Pese a que pudieron abrir sus puertas -con protocolos, horarios restringidos y varios “nuevos cierres y reaperturas” en el medio- varios meses antes que los paseos cerrados (shoppings). Uno de los principales problemas es la pérdida de la presencialidad tal como se la gozaba en otros tiempos: hoy está todo protocolizado, por ende el tiempo de análisis para comprar un producto es menor al que solía tener un cliente.
La necesidad de reconvertirse y mantener vigencia llevó a los comerciantes de los CCA a subirse a la ola tecnológica para captar clientes o simplemente para no perderlos. Esta práctica se da no sólo en las ciudades más grandes sino que alcanza ya a pueblos y ciudades chicas del territorio santafesino.
“Hasta que no se produjo la mayor afluencia de contagios en la provincia, se mantenían algunos porcentajes de compra. Con los contagios masivos de los últimos meses, la gente tomó más recaudos y las ventas cayeron en forma estrepitosa. ¿Qué podíamos hacer? Lo único que nos quedaba era apostar por las intervenciones digitales”, comentó a El Litoral Horacio Dátola, coordinador CCA de la Federación de Centros Comerciales de la Provincia.
En todos los CCA en el ámbito de Fececo -centro-norte y buena parte del sur provincial-, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came) desarrolló un workshop como primera medida para analizar a fondo “qué hacemos con los comercios tradicionales. Los negocios encabezados por gente más joven han salido fuerte al mercado y lo hacen muy bien, con buenos resultados, aunque por ahora sin una proyección establecida en el tiempo”, dice Dátola.
“La informalización es el problema -apunta-, porque no hay que olvidarlos pero generan una competencia desleal”.
Además, la pandemia interrumpió una parte del plan que se venía desarrollando con los CCA, que es la intervención urbanística. “Hoy estamos buscando un gran impacto a bajo costo, que hace fundamentalmente a la presentación del producto. Preservación de espacios verdes, cambiar o renovar mobiliarios, brindar más oportunidades para el peatón y una paulatina incorporación de los ciclistas al circuito de compras en los CCA forman parte de la estrategia global”, precisó el coordinador.
Otra herramienta que empiezan a aplicar es Compre Cercano, la cual lógicamente obedece a comprar en los negocios de cercanía. “Es un asesoramiento para agrupar a todos los comerciantes mediante una plataforma. Se han desarrollado en Granadero Baigorria, Villa Ocampo y Esperanza, pero nos dan sorpresas todas las semanas porque nos piden capacitación en herramientas digitales de distintos pueblos o ciudades chicas”.
Advierte Horacio Dátola que en los centros comerciales abiertos donde estuvieron trabajando durante estos años, los clientes regionales tenían una gran injerencia. Eso era una retroalimentación para todo el círculo, pero actualmente no está ocurriendo por las restricciones a la circulación.
“El contacto personal es muy difícil de suplantar. Es una parte de la idiosincrasia de los pueblos a la hora de hacer compras en los comercios. Pero hay que generar conciencia para poder seguir haciéndolo con los protocolos actuales y bajo una modalidad de conocimiento previo del producto y comercio”, concluyó.
Aproximadamente en la provincia hay unos 60 centros comerciales abiertos establecidos, con mayor concentración en la ciudad de Rosario.