Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Por Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Soñar en este país es el único lujo que podemos darnos sin que nos llegue la exorbitante factura a fin de mes. Lo bueno de soñar es que el soñador no tiene que rendir los sueños impagos, tampoco te cobran gastos fijos, como los gastos administrativos, por ahora, y no menos importante, no tenés que hacer engorrosos planes de pagos por morosidad. Soñar dispara el interés del que lo sueña a tasas irreales.
El soñador siempre está al día, aunque sueñe de noche; el que trabaja de sereno sueña de día, pero sabe que si se le viene la noche es solamente para trabajar. El que sueña despierto construye castillos en el aire, pero se ahorra la tasa del impuesto inmobiliario. Hay quienes sueñan sin cesar y otros que cesan de soñar. Los insomnes de la ensoñación carecen de la materia poética de volar en el multiverso onírico. Soñar es hacer poesía del pensamiento racional y estructurado.
Estamos en el horno y no es mi interés echar más leña al fuego, ni mucho menos hacer leña del árbol caído, pero... la sensación térmica (dérmica) marcó 45 grados, el dólar en la semana arañó los 45 pesos y mientras escribo mis líneas desalineadas en mi cabeza retumban los noventas, sumo cuarenta y cinco más cuarenta y cinco, me da noventa, los noventas de hace años son las “no-ventas” de ahora, de ahorrar, nada, el humor social no se condice con la llamada “revolución de la alegría”. La temperatura ambiente está a punto de ebullición “se siente, se siente el pueblo está caliente”. La calle está que arde pero no quiero tomarme la bebida cola más famosa, es así.
Cuando las papas queman los primeros que sacan las manos del fuego son los que se la llevaron en bolsa, así estamos, fritos. El ambiente se encuentra caldeado, los ánimos por el piso, caminando como ánimas en pena bajo el inclemente ardor de ese febo de febrero que no muestra sus manos, y así va la clase económicamente activa con la esperanza desactivada.
No sólo el sol se levanta por la mañana, también la temperatura; la inflación; la nafta; los impuestos; los servicios; la bronca; el desencanto; la desilusión; la tristeza y también el verde billete, es que estamos en el mundo del revés. María Elena Walsh sabía qué decía cuando decía que los gatos no hacen miau y dicen “yes” porque estudian mucho inglés... y donde nadie baila con los pies porque un ladrón es vigilante y otro es juez y que dos y dos son tres.
Cuando éramos pibes decíamos del amigo que era “ventajita” que quería “la chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos”. Como mi relato es correlato, embutido en mis pensamientos peisadillezcos y sin temor de que me tilden de tortilla muy delgada y blanda que se elabora mezclando harina, leche, huevos, cocinada en sartén enmantecada y que se suele comer doblada o envuelta y que se rellena de carne, verdura y queso; o en su versión dulce con manzanas, peras o dulce de leche. Abanderado del bronceado eterno y de los cafés matinales en lugares abiertos digo: “¡basta de calor!”
Retomando el viejo dicho de la chancha... Me acordé que en estos días dijo que se iba a alejar de la política. Mientras tanto la máquina sigue andando, triturando sueldos, haciendo “chorizos” y fabricando menos pesos y más presos.
Ante tanto y agobiante calor, la luna de plata nos hizo millonarios por una noche, todos nos sentimos selenitas y harto colmados de emoción al ver tanta luna entre tanto alunado. Nos sentimos “embargados” ante semejante belleza, ¡pucha!, otra deuda más, y van...
Por suerte mis Peisadillas llevan I.V.A. (Ilustradas Valientes Anárquicas).