Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Los sueños son indiscretos, ellos son toquetones por naturaleza, hurgan indisimuladamente por los vericuetos del pensamiento en reposo.
Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
El Litoral
Los sueños son indiscretos, ellos son toquetones por naturaleza, hurgan indisimuladamente por los vericuetos del pensamiento en reposo. En su accidentado recorrido, también se hacen música (en mi caso no hay recuerdo ni sueño si no se encuentra sonorizado por una suave melodía, un rock furioso, o un mimoso “cheek to cheek”). La experiencia de soñar es puramente sensorial, si bien cuando soñamos estamos sumergidos en divagaciones y ensoñaciones, nuestro cuerpo sigue atento, sin atentar la dirección que toma el sueño, como en esos libros tan famosos: “Elige tu propia aventura”, donde el personaje de la historia podía ir combinando diferentes caminos para que nuestro héroe -nosotros mismos- fuera construyendo el destino de la aventura. Es que nuestros sueños son inmanejables. Podemos desear qué soñar, pero no podemos soñar lo que deseamos.
Cuando era apenas un niño, me gustaba direccionar los sueños, pero era una empresa imposible, es que los sueños son libres de nacimiento, naturalizados y por opción, libremente pasean emancipados e independientes desde que nacen y se deshacen en otros sueños o sueñitos. Ellos se reproducen día a día, noche a noche, sin cadenas ni ataduras o límites; deambulan por el firmamento delirante de la narcótica materia que le da forma a los sueños, igualmente, los sueños terminan haciendo lo que se les antoja. No poseen tablas morales, ni mandamientos, no tienen leyes ni son regulados por ningún departamento o ente que fiscalice la calidad del mismo; no es juzgado por omisión o evasión.
Omisión y evasión, dos palabras que remiten a la realidad que no se cuenta (omisión), o la realidad que se esquiva, que se evade. Estamos sometidos a informaciones que desinforman. Basta hacer el ejercicio de cambiar de canal en la televisión, mover el dial en la radio, o simplemente pararse frente a un kiosco de revistas y leer solamente los titulares para darse cuenta que según lo que se mire, lo que se escuche y lo que se lee, estamos siendo manipulados, maniobrados, manoseados ¡bah! Vamos percibiendo que la Argentina está dividida en dos planos, el plano real (el que uno vive, que percibe en el día a día), y otro irreal (el que dicen), pero a su vez, en el plano irreal disfrazado de realidad, existen otros dos planos, el que te cuentan unos (pro gobierno, propensos a proteger, propinas mediante) y los que te cuentan el relato (ya no oficialmente), la realidad de los de la vereda de enfrente, para todos y todas.
Omisión y evasión son palabras que se escuchan; los medios se apropian de las palabras, y, según la característica de la fuente que emite el mensaje, las colocan donde más les conviene... cambiando el significante, manipulan el significado. Ni hablemos de las noticias falsas, las mal habidas y venenosas “fake news”, esa mancha negra que oscurece tan digna profesión. Signos de la modernidad actual, los nuevos comunicadores o representantes de algunos medios, tiran marketineados mensajes que solamente tienen el objetivo de confundir, de direccionar y modificar el pensamiento crítico del desprevenido receptor. Los mensajes se repiten y replican con velocidad neuronal. Apoyados por las redes sociales como instrumento son multiplicados exponencialmente; y terminamos siendo antenas repetidoras que expandimos activamente como propia la idea (ajena) que sutilmente nos injertaron.
A veces asusta ver cuando la ficción supera a la realidad; George Orwell escribió en la Inglaterra de la posguerra su aclamado “1984”, libro que se editó en el año 1949, y que relata una sociedad que es manipulada y vigilada, cuyos habitantes eran expuestos a la información masiva unilateral y a la represión. Las redes sociales y los medios de información terminan haciendo el trabajo que el Ministerio de la Verdad hacía en el libro, destruía el pasado, manipulaba la información, borraba cualquier documento, libro o información que era incongruente con la versión oficial de la historia.
Nuestra realidad indica que hace 10 días que el Presidente que no preside está de gira en su gato móvil. Que la inflación es de 5% y acumula un 55% anual. Que el 37 % de la población está bajo la línea de pobreza. Que Unión sigue sin perder los clásicos con Leonardo Madelón. Que a Colón le faltan 28 días para jugar el partido más importante de su vida futbolera.
Y que al final, la vida sigue igual. Y que te la cuenten como quieran.
Los mensajes se repiten y replican con velocidad neuronal. Apoyados por las redes sociales como instrumento son multiplicados exponencialmente; y terminamos siendo antenas repetidoras que expandimos activamente como propia la idea (ajena) que sutilmente nos injertaron.
Las redes sociales y los medios de información terminan haciendo el trabajo que el Ministerio de la Verdad hacía en el libro, destruía el pasado, manipulaba la información, borraba cualquier documento, libro o información que era incongruente con la versión oficial de la historia.